Tengo un capote bordao
del color de la esperanza:
ésa que nunca me has dao.
Se iba el pensamiento mío
por entre los juncos verdes
de la orillita del río.
Salga el sol si ha de salir,
y si no, que nunca salga;
que para alumbrarme a mí,
la luz de tus ojos basta.
Piensa bien antes que hables:
que palabra que se escapa
no hay jinete que la alcance.
Los vientos lo barren tó.
Semillita que no agarra,
el viento se la llevó.
El hombre que llora o canta
es como arroyo que vierte
el agua de su palabra.
Hay cosas que dan la muerte,
como trabajá el olivo
y no probar el aceite.
El campo es un libro abierto,
allí aprendo la verdá
de los vivos y los muertos.
Estando en el campo arando
se me torció la besana,
tan sólo porque pensé
la blancura de tu cama.
"Cantares del 900"
(Recopilación de Manuel Barrios)
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