EL POETA
(Recordando a Miguel Hernández)
Preso de soledad y de sí mismo,
lentamente, en su celda de aislamiento,
viene y va de la duda al desaliento
y cada vez más cerca del abismo.
Condenado perpetuo al ostracismo,
como un perro de luna tras el viento,
entre las sombras de su pensamiento
busca el día y encuentra un espejismo.
Reo, en suma, de olvido y muerte lenta,
en su pecho desata una tormenta
y vive, por el rayo perseguido,
esperando mañana que, con suerte,
si bien no escapa nadie de la muerte,
al menos se le indulte del olvido.
Víctor Jiménez
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