VÍCTOR JIMÉNEZ nació en Sevilla en 1957, ciudad en la que vive dedicado a su labor docente y a su obra literaria, una obra con un estilo clasicista, riquísimo en su lenguaje y recurrente en sus pensamientos; estilo en el que no deja de lado el uso, bien administrado, del verso libre. Codirector de la colección poética "Ángaro", este poeta ha colaborado en las más importantes revistas literarias, como "Prima Littera", "Piedra de Molino", "Litoral" y "Palimpsesto", y ha obtenido importantes premios, como el "Villa de Benasque", el "Florentino Pérez-Embid", el "Rosalía de Castro", el primer accésit del "Luis Cernuda", el "Alcaraván" y el "Noctiluca" de poesía amorosa. Entre su obra poética, cabe destacar: "Cuando venga la luz" (Madrid, Ediciones Libertarias, 1994), "Las cosas por su sombra" (Colección Adonais, 1999), "La singladura" (Colección Brevior, Sevilla, 1994), "Apenas si tu nombre" (Madrid, 1997), "Tango para engañar a la tristeza" (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2003), "Taberna inglesa" (Córdoba, 2006), "El tiempo entre los labios" (Antología 1984-2008. Colección Calle del Aire. Editorial Renacimiento, Sevilla, 2009), "Al pie de la letra" (Sevilla, Ediciones de La Isla de Siltola. Colección "Siltola-Poesía", 2011). Parte de su obra está incluida en diversas antologías nacionales e internacionales.
LA ARRIADA
Mana recuerdos tibios
la tarde de noviembre
mientras sobre la cama
me acostumbro a la muerte.
Acodado y absorto,
un niño, desde el puente,
contempla, al sol, las barcas.
Con ojos transparentes
el niño mira, y tiembla
el agua en las paredes.
Con las aguas del río,
del mar y de la fuente,
con las aguas del cielo
lo que se fue nos vuelve.
Sigue lloviendo y sigo
haciéndome a la muerte.
Con la lluvia verdean
los recuerdos de siempre.
Humeante y veloz
pasa un tren bajo el puente
y en su estela de humo
a lo lejos se pierde
sin dejar lejanía.
En mi pecho inocente,
de niño, qué milagro,
qué alegría, qué suerte
no saber cuánta vida
se nos va con los trenes.
Y después, cuánta lumbre
apagada en la nieve.
Como un perro de sombra,
¿quién una, algunas veces
no dejó vagabunda
el alma en los andenes?
Se empañan los cristales
del recuerdo. Me vence
el sueño. El niño va
cayendo en la corriente.
Nada. Nada después
más triste. Lentamente,
en las aguas del tiempo,
como el gozo fue hundiéndose.
La lluvia va amainando,
apenas casi llueve.
Víctor Jiménez
Me alegra mucho encontrar en esta sección la poesía de Víctor Jiménez, querido Emilio, extraordinario poeta y amigo y, curiosamente, con ese poema “La arriada” de su libro “las cosas por su sombra” que fue el primero de sus poemas que leí, lo recuerdo bien, cuando editó en la Colección Adonais su poemario premiado con el Premio Florentino Pérez-Embid de la Academia Sevillana de Buenas Letras. He mantenido, desde entonces, con él una gran relación de afecto y de amistad que comenzó, precisamente, con la admiración por su obra. En otro orden de cosas, y por fundir el comentario, veo que te has despachado bien y a gusto contra la especie del género papafrita helénico, que también abundan, como bien sabes, los papafritas patrios.
ResponderEliminarCuando por indicación tuya recibí su libro "El tiempo entre los labios" (Antología, 1984-2008), quedé sorprendido por la calidad y calidez de su poesía, tal como antes me había pasado contigo. Creo que hemos realizado una buena selección de sus poemas para que los blogueros disfruten en esta semana a él dedicada.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, la verdad es que sí, que también hay papafritas helenos.