En estos días pasados en Barcelona derredor del Flamenco, hemos tenido tiempo para todo, y la risa también ha tenido su sitio y lugar. Donde haya un artista, hay anécdotas, vivencias, chistes y, sobre todo, muchas ganas de divertirse para auparse sobre la crisis y flotar sobre la vida, tan efímera. Nos reímos de los lindo con el discurso improvisado de "Carrete" en un almuerzo que tuvimos en un restaurante de la playa de Gavá, cuando dijo, más serio que un luto, de pie, y con la copa en la mano, que debíamos sentirnos contentos porque el flamenco es ya "Matrimonio Inmortal de la Humanidad", toma ya, pero que no se veía un duro por ningún "lao". Lo hemos pasado bomba con las ocurrencias de José el de la Tomasa, haciendo de cicerone en el microbús que Luis Adame había puesto a nuestra disposición, con las ocurrencias de unos y otros...
Aprovechando esos espacios necesarios para la sana libertad, ahí nos tienen al gran concertista Víctor Monge "Serranito", y a un servidor, embarcados en el vapor Reina Victoria Eugenia para surcar los mares de la guasa más profunda. Foto para la posteridad -como suele decirse- y para reírnos en solitario cada vez que abramos los álbumes de los recuerdos. El guiri que disparó mi cámara, aún se estará desternillando por las cercanas Ramblas.
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