RELOJ DEL PRESIDIARIO
Cuenta las horas a golpe de condena,
marcando en la pared con una tiza
el día que en silencios ya agoniza,
uno menos de soledad y pena.
Entre cuatro paredes almacena
el ansia de ser libre, que eterniza
la herida que jamás se cauteriza
cuando de sangre está la mano llena.
Juega con el reloj de la conciencia,
sin manillas, ni números, ni esfera,
sólo Dios contemplando su agonía
y otorgándole un poco de clemencia.
Sin libertad el presidiario espera
que Dios, al menos, lo perdone un día.
Emilio Jiménez Díaz
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