RELOJ DEL DESAMOR
Estaba ayer el tiempo florecido.
Todo era primavera, no había invierno.
Desangraba el cerezo y era eterno
el amor que formamos compartido.
Y se hirió el corazón. ¿Cuándo el quejido
de ese gran desamor? ¿Cuándo el infierno?
¿En qué instante se emborronó el cuaderno
que fue creciendo a golpe de latido?
La hora marcaría un reloj, seguro.
Y habría un momento en que sus dos manillas
fijarían el adiós con fe certera.
El alba del amor se tornó oscuro,
las caricias se hicieron pesadillas
y nuestro adiós se congeló en su esfera.
Emilio Jiménez Díaz
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