EMILIO PRADOS SUCH nació en la ciudad de Málaga el 4 de marzo de 1899 y murió en el exilio de México el 24 de abril de 1962. Su paso por la Residencia Universitaria de Estudiantes de Madrid, lo dejaría marcado para siempre al conocer Juan Ramón Jiménez y convivir con Lorca, Luis Buñuel, Pepín Bello y Dalí, entre muchos otros que crearon la gran etapa vanguardista de España en la que dió en llamarse la Generación del 27. El año 1924, junto con su paisano Manuel Altolaguirre, fundó una de las revistas más importantes de la cultura española: "Litoral", en la que se dieron cita poetas, músicos y pintores como Jorge Guillén, Manuel de Falla, Moreno Villa, Picasso, Ángeles Ortiz, Dalí, Pepe Caballero o García Lorca. Su compromiso social republicano, hizo que recibiera el Premio Nacional de Literatura de 1938 por "Destino fiel", su recopilación de su poesía de guerra. Se exilió a México el año 1939, después de un paseo breve por París.
Entre su obra poética, correspondiente a sus primeros volúmenes (1925-28), merece destacarse "Tiempo", "Veinte poemas en verso", "Seis estampas para un rompecabezas", "Canciones del farero", "Vuelta" y "El misterio del agua". Le siguen, etapa de 1932 a 1938, en plena vorágine política: "La voz cautiva", "Andando, andando por el mundo", "La tierra que no alienta", "Seis estancias", "Llanto en la sangre", "El llanto subterráneo", "Tres cantos", "Homenaje al poeta Federico García Lorca contra su muerte", "Romances", "Romancero general de la historia de España", "Cancionero menor para los combatientes" y "Destino fiel".
De su exilio en México, (1939 hasta su muerte en 1962), podemos hacernos eco de "Mínima muerte", "Jardín cerrado", "Memoria del olvido", "Penumbras", "Río natural", "Circuncisión del sueño" y "Signos del ser".
CERRÉ MI PUERTA AL MUNDO
Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.
Así debíamos de estar siempre por dentro, sería el mundo mejor o no habría mundo y la historia no existiría. Un bello poema con poca letra y mucho contenido y declaración de intenciones. Yo muchas mañanas cuando me levanto y me miro al espejo me quedo de piedra y me gustaría quedarme como un ángel de vidrio, pero hasta que no me cago en toas mis mulis no me quedo. Que se le va ha hacer, cá uno es cá uno.
ResponderEliminarTodos, querido Antonio, quisiéramos ser como ese ángel. Mi tocayo Emilio, siempre tan breve y esquemático en sus poemas, nos deja la mejor reflexión para nosotros.
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