A MANERA DE INTRODUCCIÓN (VII)
Y si los dos barrios rivalizan y se alean en disputas que no pasan de hiperbolizar con énfasis la belleza mayor o menor de sus vírgenes, la copla nos ofrece también, en un abanico diverso, otro tipo de enfrentamiento pero, esta vez, totalmente amoroso, espejos que sirven para calcarse el uno al otro y para multiplicarse en el mismo placer de la contemplación y el piropo. Sevilla y Triana, Triana y Sevilla, fundidas por el mismo río y por la visualidad constante de sus estéticas: Sevilla, señorita; Triana, cortijera. Sevilla, la reina; Triana, su guarda y collación. Y, ambas, enhebradas y enredadas, de siempre y para siempre, por las lianas de los versos y los dulces racimos de las coplas que, desde siglos, han ido formando sus cancioneros.
Desde aquellas seguidillas de Lope de Vega hasta nuestros días, pocas veces se ha cantado un ¡Viva Sevilla! sin coplear a renglón seguido un ¡Viva Triana! El río, el puente y las orillas -salvo en algunas coplas diferenciadoras-, siempre acertaron a ser lazos de unión y jamás de distanciamiento. Pocas coplas piropean a una dejando a la otra huérfana de adjetivos, como si ambas se pudiesen molestar por el desdén infrigido a la parte contraria. Es este temor, tal vez, el que hace que el poeta y amigo, Antonio García Barbeito, en su extraordinario Pregón de la Velá de 1990, quiera disculparse con Triana, por no vivir en su solar, en los tres versos de esta soleá:
Triana, tú ten presente
que si yo vivo en Sevilla
es por mirarte de frente.
Temor que él mismo había hecho desvanecer diez años antes, cuando requebró a las dos de esta hermosa forma:
Por un costao Triana
y por el otro Sevilla
¡A ver que río del mundo
tiene mejores orillas!
Es el propio Manuel Machado, quien vivió toda su etapa estudiantil en la trianera casa de su abuela, el que en su libro "Cante hondo" (1912) escribe una coplilla, a la que titula "Malagueña", en la que ensambla a la perfección es binomio Sevilla-Triana:
¡Bendita sea mi tierra!
¡Bendita sea Sevilla!
Sevilla tiene a Triana;
Triana tiene a mi niña.
El poeta portuense, José Luis Tejada, las pasa por el mismo rasero y las iguala en el tratamiento en esta soleá titulada "Trianera":
De aquí pacá el barrio mío.
De aquí payá el bario tuyo
y en medio na más que un río.
Y sigue el río, con el material de las coplas, como protagonista excepcional de este frente a frente enamorado de la ciudad y el arrabal en la seguidilla de Lope de Vega:
Sevilla y Triana
y el río en medio;
así es tan de mi gusto
mi amado dueño.
O la seguidilla, ya hecha sevillana, de Paulino González, grabada por Los Romeros de la Puebla el año 1979:
Cuatro puentes, dos orillas,
tu cariño frente al mío.
Tú en Triana, yo en Sevilla
y en medio el agua del río.
Cuatro puentes,
doce arcos,
dos orillas...
¡Viva el río con los barcos!
¡Vivan Triana y Sevilla!
Piropos y más piropos para una y otra en un rosario de coplas de hermosísima factura, como ésta que recoge el cancionero popular, alcanzando así el autor la gloria del anonimato:
Seviya, que es mi tierra,
es un clavel,
y Triana una rosa
nasida ar pie.
Y la Giralda
un nardo que ha nasío
pa dar más grasia.
Sevilla y Triana unidas por el mundo de la copla, fusionadas por el mismo abrazo, enlazadas de por vida en el mismo respeto y admiración de los juglares:
¡Viva Sevilla!
llevan las sevillanas
en la mantilla
un letrero que dice:
¡Viva Sevilla!
¡Viva Triana!
vivan los trianeros,
los de Triana,
vivan los sevillanos
y sevillanas.
¿Más ejemplos? Cientos y cientos están desperdigados por libros, cancioneros, discos y revistas diversas cantándonos este enamoramiento; pero, para no hacer más largo este apartado, vamos a apresar tres requiebros, tres latidos de amor, tres cuajarones de coplas. El primer piropo es de Pedro Iglesias Caballero en su "Canto a Andalucía":
Sevilla es una hembra astigitana
con un mantón de seda y pedrería,
y tiene un hondo corazón: Triana,
que late en un compás de bulerías.
El segundo es de Juan de Dios Pareja-Obregón, reflejado en su libro "Tarajes", y dice así:
Córdoba mezquita mora.
Sevilla mora Giralda.
El río besa a los puentes
abrazando a sus hermanas
como un novio enamorado
que juguetea en sus miradas.
¡Córdoba sueña en la sierra!
¡Sevilla sueña en Triana!
Y el tercero lo pone la sevillanía y la gracia de Ramón Charlo, poeta de la gitanería:
Y lo que a Sevilla llega
a sus hechizos se entrega
porque así Dios lo ha querío,
que... cuando toca a Triana,
hasta se vuelve gitana
el agua que lleva el río.
Pocas veces, como bien puede comprobar el lector, se puede emplear mejor, y más acertadamente, aquel dicho que en su "España Sagrada" nos refería el escritor burgalés del XVIII, Enrique Flores: "El que un río corra por medio de una ciudad, no basta para decir que son dos".
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