El encanto de esta guapa mujer macarena, llamada Juana Reina, está más que de manifiesto en este estupendo retablo fotográfico. El pelo negro y como el carbón los ojos, sensuales los labios, todo digno de la copla por soleá que nos dejó Manuel Machado en su libro "Cante hondo" (1912):
Tus cabellos me prendieron,
tus ojos me condenaron
y tus labios me absolvieron.
Ojos para irse con ellos por los senderos de la vida, tal como nos dice Andrés Ruiz en su libro "Coplas de la emigración" (1976):
Tus ojitos y los míos
por diferentes vereas
caminan p'al mismo sitio.
Ojos para sanar al mismo tiempo que matan, como en la copla recogida por Rodríguez Marín en su libro "El alma de Andalucía en las mejores coplas amorosas" (1929):
Tus ojitos, morena,
tienen tal birtú,
que a los mismos que matan
le dan salú.
Ojos para poderles echar el piropo que recoge Gabriel María Vergara en su libro "Mil cantares populares amorosos" (1921):
Tus ojos copian el día:
¿Los entornas? Amanece.
¿Los abres? El sol deslumbra.
¿Los cierras? La noche viene.
Ojos para mirarse mutuamente en la copla recogida por Alberto Fernández Bañuls y José María Pérez Orozco, publicada en su libro "La poesía flamenca lírica en andaluz" (1983):
¿Pa qué quieres que te compre
un espejito de plata
si yo quiero que te mires
en los ojos de mi cara?
Regusto de la mirada que se queda detenido en otro espejo, según la copla anotada por Gabriel María:
Me detengo en un espejo
y cuando me miro en él
aún parece que me miran
los ojos de esa mujer.
Ojos y penas en clara comparación en la copla anotada por Fernán Caballero el año 1861:
Los ojos de mi morena
se parecen a mis males,
grandes como mis fatigas,
negros como mis pesares.
Ojos que uno duda en si que te miren o no, según la copla anotada por Álvarez Curiel:
Los ojos de mi morena
son dos brillantes luceros
que si me miran me matan
si no me matan me muero.
Ojos que valen un potosí en la copla recogida por Gabriel María Vergara:
Los ojos de mi morena
ni son chicos ni son grandes,
que son dos monedas de oro
de las que valen cien reales.
Y ojos que nunca se olvidarán en la copla anotada por el mismo recopilador:
Ojos negros que inflamaron
en loca pasión mi pecho.
Vuestra negrura ha quedao
toda en él para el recuerdo.
Ojos de soles en el "Cancionero gaditano" (200) de Virtudes Atero Burgos:
Caracoles, caracoles,
¡qué bonita eres, niña,
con esos ojos de soles!
Caracoles, caracoles.
De nuevo el firmamento como símil de los ojos. La copla la anota Álvarez Curiel:
Todo aquel que a ti te vea
esos ojos de lucero
creerá que has robao
dos estrellitas del cielo.
Ojos que hablan con la mirada, tal como nos refiere el cancionero popular andaluz:
Me miraste y te miré:
lo que tú querías decirme
por tus ojos lo noté.
Nuevamente, el piropo a punto en la copla anotada por Álvarez Curiel:
Tienes unos ojos, niña,
con unas largas pestañas
y cada vez que me miras
me las clavas en el alma
y el corazón me cautivas.
Ojos que siguen robando corazones en esta seguidilla anotada en la edición facsímil de "El pueblo andaluz" (1995):
Tienes ojos que roban
los corazones.
¿Dónde pondré yo el mío,
no me lo robes?
Pero sospecho
que para huir ya es tarde,
robar me dejo.
Ojos que siguen siendo ladrones en la copla recogida por Fernán Caballero:
Una porción de civiles
han salido de Morón
en busca de unos ladrones;
mi niña, tus ojos son.
O en esta otra, también anotada por Fernán Caballero en 1861:
Tus ojos son ladrones
que roban y hurtan,
tus pestañas el monte
donde se ocultan.
Ojos del pretendiente que ni con el despecho de la apetecida puede cambiar de senda. La copla es de José el de la Tomasa, publicada en su libro "Alma de barco" (1990):
Cuando te veo por la calle,
las fatiguitas que a mí me dan,
que yo no quiero mirarte
y mis ojitos se van detrás.
Ojos que lloran ante una mirada, tal la copla recogida por Manuel Garrido Palacios en su libro "Alosno, palabra cantada" (1992):
Unos ojos negros vi,
recuerdo que me miraron,
no sé lo que me dirían
pero los míos lloraron.
Buena manera de vivir la que nos anota el mismo recopilador:
Helecho, jara y juncia
forman la cama,
el incienso lo apaño
como almohada.
Y como cielo
tus dos ojos brillando
como luceros.
No nos podemos quejar de la gran cantidad de coplas que sobre los ojos recogen nuestros cancioneros. Si os paráis a contarlas estimo que son un buen puñado de docenas. Pero es que aún quedan muchas más. Mañana continuaremos exprimiendo el grato limón de más coplas.
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