Con una décima a "Finito", por más antiguo en la terna que forma junto a Rafael González "Chiquilín" y Manuel Díaz "El Cordobés", quiere el pregonero homenajear a estos jóvenes valores y animar a los que se están acercando a las primeras tientas de becerras, temblándoles más el corazón que el cuerpo, a luchar frente a los primeros miedos, que tiempo habrá para preocuparse de la capilla, del reloj, del paseillo, del toque de clarín y de ese primer utrero que sale como un fantasma poderoso por entre las sombras de los chiqueros, aguzados por esos otros, cinqueños ya, que vienen con la palmada en la espalda, la sonrisa abierta como bandera y la cuenta a cero para que ellos se las llenen con estoconazos de muerte. En nombre de Juan Serrano "Finito", como antes le ocurriera a Fermín Vioque y a su paisano Eladio Paralvo García: ¡Va por ustedes, maestros!
¿Finito por ser finito,
o fino por pura esencia,
o porque tienes la ciencia
del toreo fino y bonito?
¡Qué apellido más chiquito,
más corto y más elegante!
¡Qué bien le sienta a un desplante
la finura por bandera,
como a un vino con solera
un buen fino por delante!
Si don Antonio Cañero fue un gran maestro en la plaza, aparte de un gran caballero, como así lo es desde las Tendillas el gran "Lagartijo" haciendo el paseillo a caballo, flojas las riendas y altiva la mirada, que no vuestro paisano don Gonzalo Fernández de Córdoba, también la afición, las peñas y las tertulias tan taurinas como esta del ruedo del Círculo de la Amistad, tienen la obligación de ser maestras y toreras en el multicolor conglomerado de la fiesta, analizándola y protegiéndola, velando por un toro de raza y trapío y denunciando los desechos. Levantado la voz, con señorío, para que se cumplan las recientes modificaciones del reglamento taurino; exigiendo a los veterinarios la honestidad diaria de una profesión tan preciada, y a las autoridades el cumplimiento y poder que la ley les otorga para suspender, incluso, una corrida que no esté bien presentada. Hay que pedir una Presidencia que sepa presidir, para que no ocurra lo de este año en Sevilla. Hay que denunciar cuantas anomalías se presencien en el desarrollo hermoso de la lidia, porque, al fin y al cabo, lo que importa es que un hombre se está jugando la vida para los que gustamos gozar, paladear y sentir cada una de las suertes, para aquellos que mantenemos la fiesta y pasamos por taquilla; para los que amamos la verdad frente a frente de toro y torero y no queremos salir nunca con la triste sensación de haber sido estafados.
Que cuando mañana se abran los chiqueros de vuestra Feria de Mayo, a una hora tan antitaurina -y siento comentar mi descontento- como la de las siete y quince minutos de la tarde, siendo tan hermoso en el toreo dejar clavada un asta del tiempo en un punto taurino del reloj, todo sea admiración al toro bravo y noble sobre la arena; oles templados en la fragüa de la verónica; alucinación colectiva para saber entender cómo se pica y dónde se debe picar, hasta el punto de que el varilarguero tenga que quitarse el castoreño para irse al patio de cuadrillas con un aplauso fundido en las aldabas del peto. Que las banderillas vayan enhiestas: de frente, al quiebro, de poder a poder, rosas, que no espinas, sobre el mantillo del toro poderoso que se enfrenta a la pelea. Que la muleta dibuje círculos de magia sobre el albero hasta que el aire se quede mudo sobre la plaza califal. Y que la suerte suprema también sea mágica y noble y brava, para que el toro ruede sin puntilla ante los pies, aún preñados de temblores, del que lo supo dominar, amándolo, hasta darle pena de matarlo.
¡Resurrección y gloria para la fiesta taurina! ¡Resurrección y gloria para una afición que tiene la esperanza encendida en que un torero se gane, entre la vida y la muerte, el valor y el Arte, el quinto puesto del califato!
Quizás tan larga haya sido mi faena que el Presidente, por orden de sus asesores, esté a punto de sacar el pañuelo para advertir a los clarines que me den el primer aviso. Pero como esta es corrida que no se fija a las normativas del ministerio, sino a los abiertos corazones de la afición cordobesa, quiero que me permitan terminar con un romancillo sobre los tres o los cuatro Califas de la Córdoba taurina, ya que hay críticos -que no sé si por chiquito el torero- le niegan el pan y la sal del título a "Machaquito", a pesar de que, junto con los restantes, también se encuentra perpetuado en bronce en la moderna plaza califal:
Dicen que en el califato
tiene Córdoba en su fe
cuatro toreros de oro
que jugaron con el toro
en medio del redondel.
Y unos dicen que son cuatro,
y otros dicen que son tres.
El primero, Lagartijo,
-con silueta de marqués-
aquel que bordaba rosas
con alas de mariposas
en la suerte al volapié.
El segundo, el gran "Guerrita",
senequista cordobés
que llevaba en su muleta
toda la esencia secreta
de lo que es... y no es.
Y el tercero, "Machaquito".
¡Qué gran valor en sus pies
y qué enorme poderío
llevaba el agua en su río
con lo bajito que fue!
Y unos dicen que son cuatro,
y otros dicen que son tres.
¡Tres Rafaeles de ensueños
para el sueño de un cartel!
Y el cuarto, por su poderes
y por su arte en su fiel
-torre alta de alamares-
perdió la vida en Linares.
¡Ay, qué dolor de Manuel!
Tres Rafaeles de lujo
y un Manuel que lujo fue.
Y unos dicen que son cuatro,
y otros dicen que son tres.
Y yo digo que son cinco
los pilares de esa fe,
porque el Califa primero,
más valiente y más torero
y famoso cordobés,
digo que es San Rafael...
¡Y yo no soy embustero!
No sé si alguno de los que tienen la responsabilidad del pregón de la Maestranza sabe de este pregón cordobés. Si lo hiciste con Córdoba, amigo Emilio, qué harías con tu ciudad, con tu plaza, con tus toreros... Ahí hay una deuda pendiente que, dada la afición a los carteles horribles y a la tendencia a la "relevancia" social que parece que buscan los maestrantes, mucho me temo tardará en saldarse.
ResponderEliminarQuerido Ángel: No sabes cuánto me alegro de que alguien como tú haya dicho la verdad. Soy el gran desconocido sevillano. En Córdoba, como bien sabes, he dado todos los pregones importantes: el taurino, el de la exaltación de la Saeta, el de la Hermandad del Rocío, el de San Rafael... En Sevilla jamás se han acordado de mí. Voy a tener que buscar un enchufe en Onda Cero para dar alguno.
ResponderEliminar¿Pero en manos de quienes está todo esto, Emilio...? Qué pena.
ResponderEliminarCreo que en manos de los de siempre.
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