Decíamos al principio de estos apuntes, que uno de los vértices del andamiaje en el que la copla se sustenta era el de la muerte, y muy especialmente si esta es la de la madre, la más sólida estructura de la familia. En ocasiones, lo que se ha criticado en demasía al cante flamenco, las coplas son tristísimas y nos hablan de sepulturas, hospitales y penas terribles. Ese sentimiento que el cancionero recoge en todo el siglo XIX, que es el de la gran creación de coplas populares, se ofrece tal como es, desnudo, sin quererlo dulcificar con otras expresiones más suaves. Veamos esta anotada por Álvarez Curiel en su "Cancionero popular andaluz" (1991):
Al pie de la sepultura
donde está la madre mía,
dejarme llorá un momento,
que mis ojos sean canales,
que llorando me alimento.
O esta otra, recogida por Antonio Machado Álvarez "Demófilo":
Allá en Puerta Tierra,
en aquel rincón,
están los huesos de la marecita
que a mí me parió.
El recuerdo constante de la muerte de la madre está incluso en la producción de los jóvenes poetas, como en esta copla de José Cenizo:
Airecito de la tarde,
tres añitos hace ya
que se me murió mi madre.
Y en esta tristísima, también de autor, como Manuel Balmaseda:
Al campito santo
fui con mi compare
pa que me ayudara a echá tierrecita
pa enterrá a mi mare.
El último suspiro y la terrible letra del cancionero popular:
Agonizaba mi madre
cuando me mandó llamar
y entre lágrimas decía:
ya no te vuelvo a ver más,
hija mía de mi vía.
El evocador recuerdo de unos tiempos perdidos en la copla por malagueña de José Luis Rodríguez Ojeda, publicada en su libro "Mis letras para el cante" (2008):
A la casa de mi mare
pena yo siento al volver
porque está oscura y sin nadie,
cuando en otro tiempo fue
la alegría de la calle.
La sublimación de la madre en esta copla del cancionero popular:
Corta una rama de un árbol,
se siembra y vuelve a crecer,
una madre cuando muere
ya no la vuelves a ver.
El presentimiento de la muerte en esta letra por seguiriyas escrita por José el de la Tomasa y publicada en su libro "Alma de Barco" (1990):
Cuando cantó el gallo
yo lo presentía
por los ojitos de mi hermana Gabriela
mi madre moría.
Y el amor desmedido en esta letra de Andrés Ruiz en su libro "Coplas de la emigración" (1976):
Cuando yo me esté muriendo
me acordaré de mi madre.
Es su cariño tan grande
que por mu lejos que viva
yo la quiero más que a nadie.
El llanto que trae el recuerdo de la madre, como nos dice este fandango anotado por el cantaor unionense Pencho Cros:
Desde que murió mi madre
yo sufro el mayor quebranto,
mi alma empieza a llorar
cuando canto por fandango,
no lo puedo remediar.
Otro fandango, esta vez anotado por Camilo Gómez Cruz en su libro "La poesía al fandango" (1991), nos vuelve a hablar de la muerte de la madre:
Doblarán campanas, señores,
eran las del mayor dolor,
era que la madre mía
esta mañana expiró,
qué pena más grande la mía.
Sigue el recuerdo de la ausencia maternal en esta otra copla de José Carlos de Luna, publicada en su libro "De cante grande y cante chico" (1942):
El retrato de mi madre
siempre lo llevo en el pecho,
y al tiempo de irme a acostar
lo saco, le doy un beso
y me harto de llorar.
Una de las más conocidas seguiriyas que hablan del hospital como lugar de dolor y de desgracia, la recoge el cancionero popular:
En el hospital,
a mano derecha,
allí tenía la madre de mi alma
la camita jecha.
Seguiriya que casi se ve ampliada con aquella que cantaba Antonio Mairena:
En este rinconcito
dejarme llorar
que se me ha muerto la mare de mi alma
y no la veo más.
O con esta otra, muy célebre, proveniente de Curro Durse y que han llevado en su repertorio la mayoría de los cantaores gitanos:
Eran los días señalaítos de Santiago y Santa Ana,
yo le rogué a mi Dios
que le aliviara a mi mare las duquelas
de su corazón.
En muchas coplas se habla del llamado "Viático", "Su Majestad" o la visita a los enfermos de muerte, tal como reza esta seguiriya del cancionero popular:
Hincarse de rodillas
que ya viene Dios,
que va a recibirlo la madre de mi alma
de mi corazón.
Y el recuerdo de la muerte de la madre, tal como hemos recogido en otras composiciones, también se ofrece en la copla de autor. En este caso, la autoría es de José Luis Rodríguez Ojeda, publicada en su libro "Mis letras para el cante" (2008):
Lástima de mi mare,
mi mare qué pena;
por muchos años, por tiempo que pase
me acuerdo de ella.
Mañana, si Dios quiere, algunas joyas más de la gran herencia de las coplas flamencas.
mi alma empieza a llorar
cuando canto por fandango,
no lo puedo remediar.
Otro fandango, esta vez anotado por Camilo Gómez Cruz en su libro "La poesía al fandango" (1991), nos vuelve a hablar de la muerte de la madre:
Doblarán campanas, señores,
eran las del mayor dolor,
era que la madre mía
esta mañana expiró,
qué pena más grande la mía.
Sigue el recuerdo de la ausencia maternal en esta otra copla de José Carlos de Luna, publicada en su libro "De cante grande y cante chico" (1942):
El retrato de mi madre
siempre lo llevo en el pecho,
y al tiempo de irme a acostar
lo saco, le doy un beso
y me harto de llorar.
Una de las más conocidas seguiriyas que hablan del hospital como lugar de dolor y de desgracia, la recoge el cancionero popular:
En el hospital,
a mano derecha,
allí tenía la madre de mi alma
la camita jecha.
Seguiriya que casi se ve ampliada con aquella que cantaba Antonio Mairena:
En este rinconcito
dejarme llorar
que se me ha muerto la mare de mi alma
y no la veo más.
O con esta otra, muy célebre, proveniente de Curro Durse y que han llevado en su repertorio la mayoría de los cantaores gitanos:
Eran los días señalaítos de Santiago y Santa Ana,
yo le rogué a mi Dios
que le aliviara a mi mare las duquelas
de su corazón.
En muchas coplas se habla del llamado "Viático", "Su Majestad" o la visita a los enfermos de muerte, tal como reza esta seguiriya del cancionero popular:
Hincarse de rodillas
que ya viene Dios,
que va a recibirlo la madre de mi alma
de mi corazón.
Y el recuerdo de la muerte de la madre, tal como hemos recogido en otras composiciones, también se ofrece en la copla de autor. En este caso, la autoría es de José Luis Rodríguez Ojeda, publicada en su libro "Mis letras para el cante" (2008):
Lástima de mi mare,
mi mare qué pena;
por muchos años, por tiempo que pase
me acuerdo de ella.
Mañana, si Dios quiere, algunas joyas más de la gran herencia de las coplas flamencas.
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