EL LECHÓN
Desde la antigua Roma ya tú eras,
cuando apenas cumplías una luna de vida,
un manjar delicioso, oh inocente lechón.
Favorito eras tú en la imperiosa mesa
de los emperadores de la gloriosa Roma.
Ya desde entonces fuiste
el plato predilecto de la alta nobleza
y, entre los descendientes de los hijos de Iberia,
antes de nacer tú, nonato todavía,
ya eres arrancado del amoroso vientre de tu madre
para ser transformado en plato apetitoso,
me refiero al lechazo sibarítico.
Que sepa el mundo, sí, que sepa el mundo,
oh inocente lechón, la invaluable deuda
que contigo tenemos contraída
y permíteme pues que ponga por escrito,
y cante y cuente al mundo,
la desnuda verdad de tu breve existencia,
a quien mi especie niega,
con bárbara soberbia y hambre irrefrenable,
el posible mañana.
Nunca, nunca serás, oh inocente lechón,
marrana ni verraco, que lechón morirás,
y aquí lo testifico, para adornar la mesa
y la gula halagar de la humana criatura,
tan dada a cultivar antihazañas sin nombre.
Que nunca, nunca, nunca, jamás nunca,
para colmo y extremo de la extrema desgracia,
experimentarás, oh inocente lechón,
el éxtasis supremo del orgasmo.
Para mandárselo a los célebres mesones segovianos y que lo enmarquen en el sitio más visible del comedor.
ResponderEliminarLos leí en casa de José Luis hace unos días. Es un libro de Juan Cervera dedicado al cerdo, y me hizo mucha gracia. Luego, Juan me los está mandando desde México.
ResponderEliminarComo tú dices, para ponerlo en un mesón segoviano.