
(Leí una información aparecida en el año 2000 en la prensa local y me quedé estupefacto, casi sin latidos en el corazón y reconociendo mi analfabetismo en la hermosa materia de botánica.
Según la noticia, las palmeras son el más valioso patrimonio vivo de la ciudad, ya que el precio por unidad es de un millón de pesetas. ¡Caray! ¿Cuánto costará Orihuela o Elche enteras con esos bosques inmensos de palmerales? ¿Cuánto nuestra avenida de la Victoria? ¿Cuánto, por este patrimonio vivo, algunos “chaleres” del Brillante?
Por eso, queridos ciudadanos: ¡Cuidadín con las palmeras! ¡Nada de perros haciendo eso que hacen ellos cuando levantan la patita sobre tan carísimo árbol oriental! ¡A las palmeras, ni tocarlas, hay que divisar su majestad de lejos, admirar su hermosura cuando están cuidadas –que no lo están- y santigüarse ante ellas si es preciso!
En plan jocoso como siempre, el ciudadano Ramírez chapurreó unos versos, al modo de Eduardo Marquina, en defensa de estas maravillas y haciendo algunas preguntas. ¡Ahí va la cosa!)
Según la noticia, las palmeras son el más valioso patrimonio vivo de la ciudad, ya que el precio por unidad es de un millón de pesetas. ¡Caray! ¿Cuánto costará Orihuela o Elche enteras con esos bosques inmensos de palmerales? ¿Cuánto nuestra avenida de la Victoria? ¿Cuánto, por este patrimonio vivo, algunos “chaleres” del Brillante?
Por eso, queridos ciudadanos: ¡Cuidadín con las palmeras! ¡Nada de perros haciendo eso que hacen ellos cuando levantan la patita sobre tan carísimo árbol oriental! ¡A las palmeras, ni tocarlas, hay que divisar su majestad de lejos, admirar su hermosura cuando están cuidadas –que no lo están- y santigüarse ante ellas si es preciso!
En plan jocoso como siempre, el ciudadano Ramírez chapurreó unos versos, al modo de Eduardo Marquina, en defensa de estas maravillas y haciendo algunas preguntas. ¡Ahí va la cosa!)
La palmera es toda vida,
la palmera es toda amor.
Ella tiene escondida
una fuerza más grande que su altura,
que su tronco ensamblado y su hermoso verdor.
La palmera es misterio resonante
y remanso de paz,
nada hay más alta que ella, nada más elegante,
a no ser esa torre, dorada y de buen plante,
que ciñe la mezquita de nuestra catedral.
La palmera se escapa y vuela hasta los vientos
y prolonga del hombre la visión,
se balancea en leves movimientos
y pone verde acento
a su contemplación.
Las palmeras suspiran
cuando a la tarde miran.
La gran fatiga, su gran pasión: crecer,
porque ella quisiera,
como mujer-palmera,
que ningún edificio la pudiera ascender.
Cuando yo me he enterado, así tan friamente,
qué vale una palmera, pues milagrosamente
no me ha dado un desmayo ni he ido a un hospital,
mas me he quedado en verdad muy serio,
cual los cipreses de los cementerios,
al ver que una palmera cuesta un gran dineral.
Al que lleva la cosa de Parques y Jardines
yo quisiera rogarle que ponga dos mastines
al pie de las palmeras caras de la ciudad,
no venga, que los hay, un día un malicioso
y poco a poco se la lleve a trozos
sabiendo que este árbol vale un gran capital.
Un millón cada palmera es un dinero,
que entre todos debemos bien cuidar,
es un tesoro sembrado en el albero,
millonada de talle financiero,
un tesoro en las calles con cuerpo colosal.
¡Ay, quién fuera palmera de calles cordobesas,
para ser rico, que es lo que me interesa,
para valer un millón, como una sola vale!
¡Qué valor el de un árbol tan hermoso,
mas por mí, que estoy con gripe y achacoso,
no da el ayuntamiento dos reales!
Entre el paseo de la Victoria y Vallellano,
saltándome otros sitios más lejanos,
Córdoba de millones es un festejo.
No sabe la palmera en su deseo
y en su tierno y frondoso balanceo,
que valen entre todas sabrosos milloncejos.
Ahora hace falta que, de vez en cuando,
tan millonaria planta estén cuidando,
que la mimen y poden cual de estreno,
ya que esta riqueza viva municipal
es una Cajasur providencial
y si se muere una, un millón menos.
¡Oh, palmeras! ¡Oh, rico palmeral! ¡Oh, gran misterio!
¡Oh! ¡No saben los ciudadanos de tu imperio
ni saben valorar tus bendiciones!
Yo, Ramírez, tampoco lo sabía,
pero he prometido besaros cada día,
porque no he visto nunca juntos tantos millones.
Tú has sabido a través de las edades
combatir a las altas tempestades
y mantenerte firme ante los vientos.
En Córdoba, aunque seas adinerada,
te tendrán casi siempre mal cuidada
los jardineros de nuestro ayuntamiento.
¡Gran palmera, altiva y ricachona,
si nuestro ayuntamiento te abandona
y deja de cuidarte sobretodo,
por unas pesetitas va Ramírez
para limpiarte, para que traspires!
¡Yo te beso y te cuido, yo te podo!
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