Para Axaí
OH ANDALUCIA, tierra donde mis muertos reverdecen
y los ríos de mi sangre siguen corriendo -niños-
hacia el mar del futuro, hermosamente.
OH ANDALUCIA, cobalto electrizante
donde el viento de las doce muestra su barba de oro
y un vilano con alma de canela
contrasta con la pupila añil del mediodía
en tanto que un hombre milenario, con su navaja nueva,
se entrega al ritual de pelar la oración de una naranja
y luego muerde, con lentitud golosa,
jugosos gajos en donde amarillean mil respuestas.
OH ANDALUCIA, sueño de un sueño apenas develado
con la niñez al fondo entre campos de trigos y amapolas.
Digo tu nombre, tus nueve letras, tus cinco sílabas de vino
y me pierdo en la torre de tu acento
y un vuelo de campanas acaricia mi espíritu
de ustorio sorprendido.
OH ANDALUCIA, misteriosa y honda,
alma azul de torcaz
y verde espina de zarza humedecida
por el secreto llanto del planeta;
devocional, vital, real, irreal
y desbordadamente generosa
como los musicales aguanieves de enero
con mirada lustral de golondrina.
OH ANDALUCÍA del cerezal en ascuas,
del saúz y del brezo, del acebuche y del espliego,
del castañar henchido de apetitosa pulpa,
del ciprés alargando su sombra en sed de enigmas,
de la yedra trepando por las tapias del sueño,
del laurel reflejándose en el agua callada del estanque
como un temblor de dichas pasadas
que de pronto asaltaran la memoria del aire.
OH ANDALUCIA de la albahaca y la biznaga,
de orozuz y del palmiche,
enjoyada de aromas,
coronada de juncias y azahares,
sobrecogida de penumbras
allá donde el helecho y la aspidistra
dan la espalda, las raíces, las hojas,
al rubí del verano
tras un temblor recóndito de inefables persianas.
OH ANDALUCIA del garbanzal en flor,
del maizal rubicundo de mazorcas,
del trigal doblándose de tróficas espigas,
del verde tomatal encendido de frutos,
del pimental en vilo de enérgicos olores,
del papal revolado por un zumbito ático de abejas,
del alfalfar mirándose en los negros
e inocentes ojos de las cósmicas vacas.
OH ANDALUCIA del espárrago,
de la escarola y la espinaca,
del alcaucil y el rábano,
del apio y del pepino, de la acelga,
de la lechuga, el ajo y la cebolla,
de la sal, del aceite y del vinagre
que en la fuente, señora de la mesa,
y en mitad de un hipnótico tintineo
de cuchillos, cucharas, tenedores,
el reino vegetal canta y deifica.
OH ANDALUCIA del nardo y de los jazmineros,
del clavel, del geranio y los pitiminíes,
del heliotropo y de la madreselva,
de la violeta, de la marimoña, de la malvaloca
y de la flamenquilla;
de la begonia de la anémona y del trébol,
del tulipán, del acanto y de los arrayanes;
de las nacaradas noches, con Luna llena en Capricornio,
y envuelta en un temblor de canciones de rueda
bajo los irisantes y apresurados aerolitos.
OH ANDALUCIA del pérsico y la níspola,
del corcho, de la caña y de los tarayales
en donde el caracol saca los cuernos
y el croar de las ranas nos platica
de las ninfas ocultas en el río
y el ruiseñor en celo se balancea y gorjea
en la más alta rama del mirtáceo dormido
y entre claros de luna y céfiros de marzo
imagina que muere
-¡hay tantas bellas formas de nacer!-
con afanes de abril en el pico entreabierto.
OH ANDALUCÍA de las camelias,
de la flor del almendro y la glicina,
del algarrobo y del sicómoro,
del eucalipto y de la acacia,
del álamo, del tilo y la palmera,
aunque mis ojos no retornen
a mirarse en la sed de tus magnolias
con ellos morirás para vivir por siempre.
OH ANDALUCIA de los viñedos y las botas madres,
dispuesta a la ebriedad mística cada instante,
visionaria y gimiente, cual cirros de deseos,
y galopando en caballos oníricos
por mares y por cielos de espejados asombros,
paradisíaca y trágica como la vida misma
y compartiendo en la taberna del Sol o de la Luna
el vino y el cristal de los vislumbres
y las insinuaciones impalpables, pero siempre presentes,
de los equidistantes universos
y el ajedrez de todas las jugadas posibles e imposibles
el simple dominó de un cierre a blancas
entre jocosas risas y sabrosos desquites.
OH ANDALUCIA del diminuto nomeolvides,
del crisantemo y de la rosa,
de las desamparadas margaritas,
del ababol capaz de fatales y oscuros embelesos,
de la fiel manzanilla, tan noble y generosa,
del delicado lirio que alfombra la ladera
y la áspera ortiga que invade los corrales
de las casas nostálgicas
de aquellos que emigraron para siempre.
OH ANDALUCIA, nutricia y milenaria,
madre y señora del olivo,
del limonero y del naranjo;
mi corazón de rojos laberintos
penetra en tus secretos
y desnuda la fe de tus inviernos,
cántico de almazaras,
y entra al pan y a la sal de la vida contigo,
flor de glaucos aceites,
y reanuda largas conversaciones,
bajo el aire azul del mediodía,
con los viejos amigos,
mientras que el tiempo se detiene en un cardo morado
con nerviosa figura de jilguero.
OH ANDALUCIA, vocación edénica,
donde la voz del Sol
continuamente se transforma en salmodia frutal.
Viva mi corazón, viva por siempre
en tus alberchigueros y azufaifos.
Viva, oh sí, en tus encinas mi esperanza.
Dios me salve contigo
de los infiernos múltiples del mundo.
OH ANDALUCIA de los verdes ríos y los albos pueblos.
Marinera y serrana. Extrema en el sentir.
Tan tierna y brava como la mora y la bellota.
Tierra donde quisiera dispersar mis cenizas
y jugar a la luz, a las nubes y al aire,
no sin antes darle una tregua a mi vejez
ante el balcón abierto del verano
y el campo aurífero de dádivas.
OH ANDALUCIA de la granada,
del membrillo, el damasco y la ciruela,
de la parra preñada de báquicos racimos,
de la hermosa sandía partida en dos de súbito
y seduciendo con su fresca rojez nuestra mirada;
de las guindas guardadas
en la diafanidad de las tradicionales licoreras;
del melón y la breva,
de la silvestre mora y del madroño,
del azafate rebosante
de brillantes y jugosas grosellas;
del verde chumbo recién subido del recatado pozo
e impregnando del zumo del milagro el paladar del pobre.
Y aquí recuerdo los gustos tan sencillos de mi madre.
OH ANDALUCIA de las cancelas y de los maceteros,
de las veletas y los campanarios
con nidos de cigüeñas;
del herrerillo, del pinzón y del tordo,
del petirrojo que despide la tarde trinando sobre el hinco,
de la oropéndola, del chamariz y del lugano;
del pichirichi y de la tórtola,
del mirlo, del vencejo y la terrera
que sobrevuela con lentitud sagrada los sembrados;
de todo cuanto quise y cuanto quiero;
del niño aquel que fui, de mi madre y mi hermana;
de mis tías, de mis tíos, de mis primos,
de mis sobrinos, de los viejos amigos
y de mi padre, ay de mi padre,
acribillado y dispersado para siempre,
como un clamor anónimo,
en tus tartésicas entrañas.
OH ANDALUCIA donde el algodonal
blanquea los campos
y los remolachares edulcoran
los sueños del planeta.
Tierra mía, de mis calcios más profundos;
donde quise vivir y el destino no quiso que viviera.
OH ANDALUCIA del melocotonero y la morera,
del peral, de la higuera, del albaricoquero y del manzano;
del verde y odorífero pinar tapizado de grama,
de las suaves campiñas y las agrestes sierras,
del verderol, del águila, de los pavos reales,
de la azada, del remo, del surco y de la ola;
del granizo, del trueno, de los alucinantes arco iris,
de la óptica fruición de los abejarucos,
de las sacerdotales abubillas;
país indescifrable, posiblemente invento
de mis febricitantes y exaltados sentidos.
OH ANDALUCIA de las mansas acequias
y de los revoltosos y afiligranados surtidores,
la voz de tus aljibes arome de humedades
la sequía de mis labios y el barro que dio hechura
a tus bermejos cántaros, dialogue con mi sed
y la sosiegue y en mi memoria giren
tus azudas y espejeen tus albercas
cruzadas por rebaños de nublos y arreboles.
Todo puede transformarse de súbito
cuando yo te recuerdo,
por más que tú me olvides,
en traslúcido póculo
-¡ay la lágrima de mi imaginación!-
y yo por fin ser tú y tú sin más ser yo:
común agua corriente rumbo al mar, OH ANDALUCIA.
JUAN CERVERA SANCHIS
OH ANDALUCIA, tierra donde mis muertos reverdecen
y los ríos de mi sangre siguen corriendo -niños-
hacia el mar del futuro, hermosamente.
OH ANDALUCIA, cobalto electrizante
donde el viento de las doce muestra su barba de oro
y un vilano con alma de canela
contrasta con la pupila añil del mediodía
en tanto que un hombre milenario, con su navaja nueva,
se entrega al ritual de pelar la oración de una naranja
y luego muerde, con lentitud golosa,
jugosos gajos en donde amarillean mil respuestas.
OH ANDALUCIA, sueño de un sueño apenas develado
con la niñez al fondo entre campos de trigos y amapolas.
Digo tu nombre, tus nueve letras, tus cinco sílabas de vino
y me pierdo en la torre de tu acento
y un vuelo de campanas acaricia mi espíritu
de ustorio sorprendido.
OH ANDALUCIA, misteriosa y honda,
alma azul de torcaz
y verde espina de zarza humedecida
por el secreto llanto del planeta;
devocional, vital, real, irreal
y desbordadamente generosa
como los musicales aguanieves de enero
con mirada lustral de golondrina.
OH ANDALUCÍA del cerezal en ascuas,
del saúz y del brezo, del acebuche y del espliego,
del castañar henchido de apetitosa pulpa,
del ciprés alargando su sombra en sed de enigmas,
de la yedra trepando por las tapias del sueño,
del laurel reflejándose en el agua callada del estanque
como un temblor de dichas pasadas
que de pronto asaltaran la memoria del aire.
OH ANDALUCIA de la albahaca y la biznaga,
de orozuz y del palmiche,
enjoyada de aromas,
coronada de juncias y azahares,
sobrecogida de penumbras
allá donde el helecho y la aspidistra
dan la espalda, las raíces, las hojas,
al rubí del verano
tras un temblor recóndito de inefables persianas.
OH ANDALUCIA del garbanzal en flor,
del maizal rubicundo de mazorcas,
del trigal doblándose de tróficas espigas,
del verde tomatal encendido de frutos,
del pimental en vilo de enérgicos olores,
del papal revolado por un zumbito ático de abejas,
del alfalfar mirándose en los negros
e inocentes ojos de las cósmicas vacas.
OH ANDALUCIA del espárrago,
de la escarola y la espinaca,
del alcaucil y el rábano,
del apio y del pepino, de la acelga,
de la lechuga, el ajo y la cebolla,
de la sal, del aceite y del vinagre
que en la fuente, señora de la mesa,
y en mitad de un hipnótico tintineo
de cuchillos, cucharas, tenedores,
el reino vegetal canta y deifica.
OH ANDALUCIA del nardo y de los jazmineros,
del clavel, del geranio y los pitiminíes,
del heliotropo y de la madreselva,
de la violeta, de la marimoña, de la malvaloca
y de la flamenquilla;
de la begonia de la anémona y del trébol,
del tulipán, del acanto y de los arrayanes;
de las nacaradas noches, con Luna llena en Capricornio,
y envuelta en un temblor de canciones de rueda
bajo los irisantes y apresurados aerolitos.
OH ANDALUCIA del pérsico y la níspola,
del corcho, de la caña y de los tarayales
en donde el caracol saca los cuernos
y el croar de las ranas nos platica
de las ninfas ocultas en el río
y el ruiseñor en celo se balancea y gorjea
en la más alta rama del mirtáceo dormido
y entre claros de luna y céfiros de marzo
imagina que muere
-¡hay tantas bellas formas de nacer!-
con afanes de abril en el pico entreabierto.
OH ANDALUCÍA de las camelias,
de la flor del almendro y la glicina,
del algarrobo y del sicómoro,
del eucalipto y de la acacia,
del álamo, del tilo y la palmera,
aunque mis ojos no retornen
a mirarse en la sed de tus magnolias
con ellos morirás para vivir por siempre.
OH ANDALUCIA de los viñedos y las botas madres,
dispuesta a la ebriedad mística cada instante,
visionaria y gimiente, cual cirros de deseos,
y galopando en caballos oníricos
por mares y por cielos de espejados asombros,
paradisíaca y trágica como la vida misma
y compartiendo en la taberna del Sol o de la Luna
el vino y el cristal de los vislumbres
y las insinuaciones impalpables, pero siempre presentes,
de los equidistantes universos
y el ajedrez de todas las jugadas posibles e imposibles
el simple dominó de un cierre a blancas
entre jocosas risas y sabrosos desquites.
OH ANDALUCIA del diminuto nomeolvides,
del crisantemo y de la rosa,
de las desamparadas margaritas,
del ababol capaz de fatales y oscuros embelesos,
de la fiel manzanilla, tan noble y generosa,
del delicado lirio que alfombra la ladera
y la áspera ortiga que invade los corrales
de las casas nostálgicas
de aquellos que emigraron para siempre.
OH ANDALUCIA, nutricia y milenaria,
madre y señora del olivo,
del limonero y del naranjo;
mi corazón de rojos laberintos
penetra en tus secretos
y desnuda la fe de tus inviernos,
cántico de almazaras,
y entra al pan y a la sal de la vida contigo,
flor de glaucos aceites,
y reanuda largas conversaciones,
bajo el aire azul del mediodía,
con los viejos amigos,
mientras que el tiempo se detiene en un cardo morado
con nerviosa figura de jilguero.
OH ANDALUCIA, vocación edénica,
donde la voz del Sol
continuamente se transforma en salmodia frutal.
Viva mi corazón, viva por siempre
en tus alberchigueros y azufaifos.
Viva, oh sí, en tus encinas mi esperanza.
Dios me salve contigo
de los infiernos múltiples del mundo.
OH ANDALUCIA de los verdes ríos y los albos pueblos.
Marinera y serrana. Extrema en el sentir.
Tan tierna y brava como la mora y la bellota.
Tierra donde quisiera dispersar mis cenizas
y jugar a la luz, a las nubes y al aire,
no sin antes darle una tregua a mi vejez
ante el balcón abierto del verano
y el campo aurífero de dádivas.
OH ANDALUCIA de la granada,
del membrillo, el damasco y la ciruela,
de la parra preñada de báquicos racimos,
de la hermosa sandía partida en dos de súbito
y seduciendo con su fresca rojez nuestra mirada;
de las guindas guardadas
en la diafanidad de las tradicionales licoreras;
del melón y la breva,
de la silvestre mora y del madroño,
del azafate rebosante
de brillantes y jugosas grosellas;
del verde chumbo recién subido del recatado pozo
e impregnando del zumo del milagro el paladar del pobre.
Y aquí recuerdo los gustos tan sencillos de mi madre.
OH ANDALUCIA de las cancelas y de los maceteros,
de las veletas y los campanarios
con nidos de cigüeñas;
del herrerillo, del pinzón y del tordo,
del petirrojo que despide la tarde trinando sobre el hinco,
de la oropéndola, del chamariz y del lugano;
del pichirichi y de la tórtola,
del mirlo, del vencejo y la terrera
que sobrevuela con lentitud sagrada los sembrados;
de todo cuanto quise y cuanto quiero;
del niño aquel que fui, de mi madre y mi hermana;
de mis tías, de mis tíos, de mis primos,
de mis sobrinos, de los viejos amigos
y de mi padre, ay de mi padre,
acribillado y dispersado para siempre,
como un clamor anónimo,
en tus tartésicas entrañas.
OH ANDALUCIA donde el algodonal
blanquea los campos
y los remolachares edulcoran
los sueños del planeta.
Tierra mía, de mis calcios más profundos;
donde quise vivir y el destino no quiso que viviera.
OH ANDALUCIA del melocotonero y la morera,
del peral, de la higuera, del albaricoquero y del manzano;
del verde y odorífero pinar tapizado de grama,
de las suaves campiñas y las agrestes sierras,
del verderol, del águila, de los pavos reales,
de la azada, del remo, del surco y de la ola;
del granizo, del trueno, de los alucinantes arco iris,
de la óptica fruición de los abejarucos,
de las sacerdotales abubillas;
país indescifrable, posiblemente invento
de mis febricitantes y exaltados sentidos.
OH ANDALUCIA de las mansas acequias
y de los revoltosos y afiligranados surtidores,
la voz de tus aljibes arome de humedades
la sequía de mis labios y el barro que dio hechura
a tus bermejos cántaros, dialogue con mi sed
y la sosiegue y en mi memoria giren
tus azudas y espejeen tus albercas
cruzadas por rebaños de nublos y arreboles.
Todo puede transformarse de súbito
cuando yo te recuerdo,
por más que tú me olvides,
en traslúcido póculo
-¡ay la lágrima de mi imaginación!-
y yo por fin ser tú y tú sin más ser yo:
común agua corriente rumbo al mar, OH ANDALUCIA.
JUAN CERVERA SANCHIS
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