La prensa nos ha dejado hoy la triste noticia de la muerte de un gran hombre. Francisco Morales Padrón, canario con vocación de sevillano, vivencial paseante de sus calles y plazas, de sus íntimos rincones, de sus escondidos conventos, pregonero de su Pasión y analista de esta ciudad de los olvidos, ha dejado su último latido en la sevillanísima plaza de Santa Cruz.
De su labor como uno de los americanistas más prestigiosos del mundo, ya se han encargado los que conocen y saben de esta materia. De su perfil humano, también se han encargado aquellos que tuvieron la gran suerte de tratarlo de cerca. Pero hoy, desde mi torre, lo contemplo cuando en el corazón de un corral de la calle Castilla, me parece que en el de su número 80, daba una charla ante los vecinos. Quiero recordar que fui con Ángel Vela y que compartimos unas palabras con él. Mi memoria ya comienza a ser frágil. Pero sobre todo, lo contemplo por medio de las verdades del barquero cuando en su maravilloso libro "Visión de Sevilla" dedicó un amplio capítulo que tituló "Triana ayer y hoy" y que todos los trianeros, deberíamos tener grabado en la memoria.
Quizás sean las páginas más necesarias para conocer la historia de nuestro anciano arrabal, para confirmarnos en nuestro sentido telúrico, para fortalecernos en nuestro afán de pueblo con propia personalidad, y para dolernos del exilio de los años sesenta, de la dejación de las autoridades, del descuido a que siempre nos han tenido acostumbrados.
En muchos libros de Morales Padrón sale Triana reflejada en el aspecto histórico, en la sabiduría de sus hombres navegantes, en la importancia de su gran templo parroquial de Santa Ana y en el ayer perdido de sus muchos hospitales gremiales. Pero en esta visión, enamorada y crítica, el sabio profesor desnuda a Triana de tópicos y la centra en su desgracia de las últimas décadas: "El viajero actual piensa que el trianero que vive fuera de su collación se considera despersonalizado, alejado de ella, mientras que en su dintorno cobra personalidad. Trasladado a otro ambiente, rodeado de otras caras, se siente un tanto perdido. Necesita de la calle Pureza o Castilla y del Altozano y plaza de Santa Ana, auténticos centros sociales; necesita la ayuda sin tener que pagar el favor del vecino; necesita saber que las puertas de las casas están abiertas, aunque se pierda intimidad; necesita ver caras conocidas; necesita de la espontaneidad, de la sencillez, de la solidaridad de los demás vecinos a quienes conoce desde la infancia..."
De su labor como uno de los americanistas más prestigiosos del mundo, ya se han encargado los que conocen y saben de esta materia. De su perfil humano, también se han encargado aquellos que tuvieron la gran suerte de tratarlo de cerca. Pero hoy, desde mi torre, lo contemplo cuando en el corazón de un corral de la calle Castilla, me parece que en el de su número 80, daba una charla ante los vecinos. Quiero recordar que fui con Ángel Vela y que compartimos unas palabras con él. Mi memoria ya comienza a ser frágil. Pero sobre todo, lo contemplo por medio de las verdades del barquero cuando en su maravilloso libro "Visión de Sevilla" dedicó un amplio capítulo que tituló "Triana ayer y hoy" y que todos los trianeros, deberíamos tener grabado en la memoria.
Quizás sean las páginas más necesarias para conocer la historia de nuestro anciano arrabal, para confirmarnos en nuestro sentido telúrico, para fortalecernos en nuestro afán de pueblo con propia personalidad, y para dolernos del exilio de los años sesenta, de la dejación de las autoridades, del descuido a que siempre nos han tenido acostumbrados.
En muchos libros de Morales Padrón sale Triana reflejada en el aspecto histórico, en la sabiduría de sus hombres navegantes, en la importancia de su gran templo parroquial de Santa Ana y en el ayer perdido de sus muchos hospitales gremiales. Pero en esta visión, enamorada y crítica, el sabio profesor desnuda a Triana de tópicos y la centra en su desgracia de las últimas décadas: "El viajero actual piensa que el trianero que vive fuera de su collación se considera despersonalizado, alejado de ella, mientras que en su dintorno cobra personalidad. Trasladado a otro ambiente, rodeado de otras caras, se siente un tanto perdido. Necesita de la calle Pureza o Castilla y del Altozano y plaza de Santa Ana, auténticos centros sociales; necesita la ayuda sin tener que pagar el favor del vecino; necesita saber que las puertas de las casas están abiertas, aunque se pierda intimidad; necesita ver caras conocidas; necesita de la espontaneidad, de la sencillez, de la solidaridad de los demás vecinos a quienes conoce desde la infancia..."
Este canario siempre llevó a Triana en los labios. Nosotros hoy llevamos luto en el corazón. ¡Descanse en paz!
(Fotografía: Millán Herce. Diario ABC de Sevilla)
(Fotografía: Millán Herce. Diario ABC de Sevilla)
Me entero por tí, Emilio, de la muerte de Morales Padrón. Efectivamente, estuvimos en la calle Castilla en aquella ocasión. Pero lo más importante fue tenerlo en las charlas que organizamos en 1992 con Triana como eje argumental. Se celebraba, entre no sé cuántas cosas más, el Quinto Centenario de la aventura americana y, como nadie hablaba del papel fundamental de Triana, nos reunimos en el teatrito del colegio Reina Victoria durante varias noches para tratar, una vez más, de reparar el olvido oficial. Morales Padrón dio una de las charlas que programamos y que cada noche rematábamos en el Bar Bistec de la Plazuela. Era el profesor un amante de Triana, como lo demostró también en aquel libro sustancial sobre los corrales de vecinos. Descanse en paz en emérito profesor que tanto nos enseñó fuera de las aulas.
ResponderEliminarYa no me acordaba, querido Ángel, de aquellas charlas que hicimos en el teatrillo del Reina Victoria. Fueron muy hermosas esas jornadas. Ya te digo que tengo la memoria frágil.
ResponderEliminarMi más sentido pésame.
ResponderEliminarSu recuerdo será una bendita oportunidad para repasar todos sus textos dedicadas al arrabal.
ResponderEliminarMorales Padrón fue profesor mío en la Universidad. Me dio clases de una asignatura muy bonita de la especialidad de Historia de América, que cursaba yo entonces, y que se llamaba Historia de los Descubrimientos Geográficos. Luego hice con él algunos trabajos de investigación y me pareció una persona sumamente preparada y con un gran rigor científico e intelectual. He seguido su trayectoria y me ha dado mucha pena su muerte. Le recuerdo como se recuerda a los maestros que uno ha tenido a lo largo de su vida.
ResponderEliminarYa has tenido más suerte que nosotros. A mi me encantaba y sigue encantándome leer y releer sus libros. Escribía con una sencillez pasmosa y comprendías su erudición aunque no fueses experto en la materia.
ResponderEliminar¿Sabes que era vecino de Paco Celaya? Desde el piso de Paco veía a Morales Padrón en el salón de su casa -era la misma planta-, siempre leyendo o buscando un libro de su inmensa bibloteca.
Yo también he sentido su muerte. Espero que la sienta igual nuestro ayuntamiento y le dedique un paseo cercano al río a su memoria.
Sevilla nunca reconoció el trabajo de Morales Padrón ni del Departamento de Historia de América, el único que existía en toda España durante muchos años. Los estudios americanistas tendrían que estar muy apoyados pues los mejores especialistas estaban y están aquí. Sin embargo, a pesar de la larga tradición cultural entre Sevilla y América, este aspecto siempre ha estado medio oculto. Acuérdate lo que pasó cuando dio el Pregón de Semana Santa, que para mí y para muchos de sus alumnos fue el que me hizo descubrir el Pregón y hacerme seguidora desde entonces. Tuve un día una "discusión" con él a raíz de Tupac Amaru y la recuerdo vivamente. En clase de Historia de América éramos unos veinte y el ambiente era muy entrañable. En fin, un gran investigador y un gran profesor.
ResponderEliminarAquella noche del 92 trianero, antes de su conferencia en el colegio Reina Victoria, le pregunté por qué repetía, refiriéndose a la cuna de Rodrigo de Triana, que "era de tierra de Molinos", sin más... Lo dejamos para después a la hora de la copa, pero esa noche no hubo copa; el profesor tenía que marcharse a otras obligaciones.
ResponderEliminarSevilla no se reconoce ya ni a sí misma, con lo narcisista que ha sido.
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