(Publicado en el diario "Nueva Andalucía", en las páginas centrales, el día 25 de marzo de 1977, con el título: LA TRIANA QUE NO SE VE DESDE EL PUENTE. "Un barrio que se desmorona, sucio, antihigiénico y al margen de la preocupación de los responsables de la Ciudad")
Si en algo hubo que destacar a la Triana de siglos pasados, entre otras muchas cosas, fue primordialmente por su belleza, cantada por no pocos viajeros que llegaron a nuestra orilla. Pero si en algo hubiera que destacar a la Triana de nuestros días -pobre Triana, cenicienta de la administración local-, sería adjudicándole el calificativo, poco noble, de inmunda. Inmunda por la cochambre que rebosan casi todas sus calles; por los derribos sin vallar, en espera de una amplia especulación; por la suciedad insalubre, bochornosa, de sus mercados; por el insoportable hedor de su río -con vocación administrativa de cloaca-; por sus barrios sin adecentar, sin urbanizar, sin escolarizar, sin...
El problema viene de largo. Parace que va casi parejo con el gran problema de una Andalucía de miseria, mutismo y despreocupación oficial. En esta Sevilla, ciudad de la gracia y la desgracia -como la define nuestro compañero Francis Nemo- lo importante y saludable, por lo visto, es vivir, sin importar un ápice las condiciones de vida. Da lo mismo que sean infrahumanas y vergonzantes. Da lo mismo que se viva junto a un estercolero. Yo invitaría a todos a desarrollar un día de paseo por esta Triana perdida, sucia y desconsoladora, como si de una visita turística se tratase, pero variando el itinerario de la misma. Leí una vez la profundísima obra de Tennessee Williams "La noche de la iguana", en la que un guía turístico -personaje en busca de la propia humillación- decía: "El mundo entero, el mundo de Dios ha sido campo de mis viajes. Yo no me he limitado a los planes de los folletos y siempre hice de manera que los que quieren ver... vean. Que vean los bajos fondos de todos los lugares, y si poseían corazones que conmoverse, sentidos con que sentir, yo les proporcioné la oportunidad invalorable de sentir y conmoverse... ¡y ninguno de ellos lo olvidará jamás!"
La meditación del personaje creado por Williams es importantísima. Sin ser experto en viajes turísticos, yo ofrecería un recorrido singular por todas y cada una de las calles y barriadas de Triana, sin buascar el motivo de nuestra visita, porque la propia vergüenza afloraría ante nuestra vista continuamente.
EJEMPLO DE LO QUE NO DEBERÍA EXISTIR
La visita a esta Triana de nuestros días se me antoja -después de un análisis reflexivo- como ejemplo de lo que no debe darse, ni existir, en cualquier sitio habitado por personas. El ejemplo gráfico del vacie continuo que forma la calle Tejares lo estimo suficientemente elocuente. Pero aún hay más. Podríamos pasarnos por una de las arterias principales: la calle Pagés del Corro, que, curiosamente, se denominó así en memoria del teniente de alcalde sevillano que se distinguió por mejorar las condiciones higiénicas del lugar. De estos cocos, pocos. Sus dos "cavas" no sólo no guardan resquicio alguno de lo que fueron entrañable y sentimentalmente, sino que apenas conservan algo en pie. Su antiguo cofre sólo es un recibidor de ruinas e inmundicias: solares vacíos desde hace años en espera de una mayor rentabilidad, algunos sin tapias y con las basuras en plena calle; sus casas -bellas casas populares de décadas atrás- en espera de una ruina que haga posible el desalojo; su propia calle llena de despojos, sus colegios (José María Izquierdo, San Jacinto y José María del Campo) desangelados, casi en ruinas, inhóspitos para niños en edad de formación.
PRIMERA VERGÜENZA: EL MERCADO
Da igual entrar por El Altozano que por cualquiera de sus otras dos entradas. Todo está en las mismas circunstancias desagradables. Si entramos por el puente de nuestros tormentos -al que algún ingeniero inspirado en la Semana Santa o en el cuento de Blancanieves quiere pintar de purpurina plata-, nuestra visita estará más justificada con nuestros propósitos. Un leve viraje a la derecha, una bajada de escalones mugrientos y ya está: el mercado de Triana -antiguo Castillo de la Inquisición- nos ofrecerá su propia vergüenza. Lo que allí se trasiega y vende no son bloques de cemento. Se maneja la carne y el pescado, la verdura y la fruta, la seguridad alimenticia, en una palabra, de miles y miles de consumidores que ya no están dispuestos a aguantar tanta desidia, tanta sinrazón, tanta desvergüenza. Ahí está, al pie del Altozano, para contemplación vergonzosa de aborígenes y foráneos. Junto al artículo, dispuesto para la venta, aguas residuales, suciedad y falta total de limpieza. De noche hemos estado expectantes viendo cómo los roedores se pasean a gusto y entran y salen por las cuarteladas. ¿Qué hay que hacer? ¿A quién hay que dirigirse? ¿Hasta cuando va a continuar tanta falta de higiene?
CALLE CASTILLA ADELANTE
Sigamos. Salgamos del asqueroso mercado por la puerta que da a Castilla. Los puestos ambulantes se entrecruzan cortando la circulación de vehículos y peatones. La suciedad en el sector puede comprobarse cada mañana. Castilla adelante veremos el mismo paisaje: casas que se caen, derruídas; solares sin construir con hambre especulativa; corrales apuntalados faltos de la más elemental higiene; hornos cerámicos que contaminan el ambiente, ya de por sí cargado; basuras por todos lados, y un largo etcétera que abarca multitud de injusticias y falta de responsabilidad de una política municipal arcaica y sin proyección de futuro, que sólo está sufriendo el ciudadano, ciudadano al que se obliga -por parte de los mismos organismos- a pagar los múltiples impuestos de servicios que, curiosamente, la mayoría de las veces no disfruta. Esto es Triana, parte de una Triana que, como Sevilla, se está hundiendo lentamente a causa de un tumor maligno imposible de curación y, lo que es peor, con pocas ganas de que se cure.
EL INTERIOR DE UN BARRIO ANTES ENTRAÑABLE
Me gustaría que en esta visita girásemos un recorrido al Haza del Huesero, al conocido Charco de la Pava -ya desconocido-, a la calle Rodrigo de Triana, Vázquez de Leca, Pureza, paseo Virgen de la O, Flota, Alfarería, así como a las antiguas barriadas (Tardón, Barrio de León, Patrocinio) y a las nuevas urbanizaciones construidas al libre albedrío de los especuladores y con bastantes problemas a pesar del poquísimo tiempo transcurrido desde sus respectivas construcciones. Me gustaría -como el guía creado por Tennessee Williams- que entrasen conmigo en no pocas viviendas donde las condiciones insalubres de vida se repiten sin posible esperanza de solución, y contemplásemos después, uno por uno, los vertederos existentes de basuras al lado de viviendas y núcleos escolares, los vacies adosados a las nuevas construcciones y la falta total de saneamiento y sanidad.
Sobre esta visita, y a tenor de las preguntas que se suscitasen, mucho tendría que responder nuestro Ayuntamiento. Y digo responder porque parece que no ha llegado todavía al convencimiento de que sus métodos de actuación se han quedado antiguos para una Sevilla que va creciendo y multiplicándose por todas sus áreas. En una palabra, no ha existido nunca planificación y las cosas salen al azar. A la vista está. Después de ostentosas planificaciones -que casi nunca se llevaron a cabo-, después de múltiples proyectos de planes de ordenación urbana, la cosa sigue igual. Ahora contemplamos calles de nuestra ciudad donde por fin, en 1977, se están acometiendo las obras de alcantarillado con perfección y solidez. No hace falta ser detallista para darse cuenta de la duración de cualquier obra que se acomete por insignificante que sea (valga el ejemplo de la avenida del Cristo de la Expiración o carretera de Chapina, que en junio hará un año del comienzo y a la que, todavía, no se le ve la punta, y de la que, por supuesto, empezaron las obras sin exponerlo a la opinión pública, que en nuestra ciudad sólo cuenta para pagar los tributos).
Por si esto fuera poco, tenemos el peor servicio de limpieza. A excepción de la recogida nocturna de basuras, el servicio municipal de limpieza, además de escaso es anticuado. No se comprende que multitud de barriadas, de las que se ha hecho cargo el Ayuntamiento, tengan que sufrir en sus gastos comunitarios la nómina de un hombre que limpie sus calles. ¿Para qué entonces los impuestos municipales? Por qué la escasez del servicio?
SEVILLA NO ESTÁ AL DÍA
Sevilla, en cuestión de limpieza. aún no se ha mecanizado al compás de los tiempos que corren. El clásico barrendero sigue efectuando su labor por los distritos, con su antigua escoba de palmas, su pobre uniforme y su gorra, donde el clásico "no me ha dejado" parece que pregona irónicamente: "no me ha dejado limpia", "no me ha dejado modernizarme", "no me ha dejado evolucionar". Ciudades con menos densidad de población que nuestra ciudad, utilizan camiones especiales para su limpieza, con máquinas que absorben toda clase de suciedades y en menos tiempo. ¿Por qué no en Sevilla? Aquí el interrogante.
Nuestra ciudad, en materia de solares sin edificar, tiene unas leyes promulgadas, publicadas solemnemente. ¿Por qué no se cumplen? ¿Por qué, al igual que una expropiación forzosa, no existe una ley de edificación forzosa? Existe. ¿Por qué no se lleva a cabo? Solares y solares de Triana desbordan sus basuras y suciedades a las propias aceras. ¿Nadie puede impedirlo? Furgonetas y coches particulares, amén de camiones, arrojan sus desperdicios y escombros en estos solares. ¿No existe ley alguna que lo impida? Y si las hay, ¿por qué no se cumplen con severidad?
Ahí está el juego. Nadie quiere saber nada. Si los propios responsables del municipio hacen oídos sordos, no harán menos los que benefician con esta sordera congénita. Si sólo se les impone una multa que oscila entre 500 y 1.000 pesetas, ¡bendita sea la ley!, ya que el coste de limpiar y vallar un solar cuesta un promedio de cincuenta mil. ¡Así no hay arreglo! Y así, Sevilla, y la Triana que estamos comentando y a la que invitamos a efectuar una visita, se está desmoronando, hundiéndose sin explicación alguna, después de tantas explicaciones.
¡Qué lástima que junto a los adjetivos con los que se adorna el escudo de nuestra ciudad: muy noble, muy leal..., no resplandezca el de "muy pulcra", y nos tengamos que conformar con las frases del personaje de Williams: "Y siempre hice de manera que los que quieren ver... vean. Que vean los bajos fondos de todos los lugares, y si poseían corazones que conmoverse, sentidos con que sentir..."
(Texto y foto: Emilio Jiménez Díaz)
Si en algo hubo que destacar a la Triana de siglos pasados, entre otras muchas cosas, fue primordialmente por su belleza, cantada por no pocos viajeros que llegaron a nuestra orilla. Pero si en algo hubiera que destacar a la Triana de nuestros días -pobre Triana, cenicienta de la administración local-, sería adjudicándole el calificativo, poco noble, de inmunda. Inmunda por la cochambre que rebosan casi todas sus calles; por los derribos sin vallar, en espera de una amplia especulación; por la suciedad insalubre, bochornosa, de sus mercados; por el insoportable hedor de su río -con vocación administrativa de cloaca-; por sus barrios sin adecentar, sin urbanizar, sin escolarizar, sin...
El problema viene de largo. Parace que va casi parejo con el gran problema de una Andalucía de miseria, mutismo y despreocupación oficial. En esta Sevilla, ciudad de la gracia y la desgracia -como la define nuestro compañero Francis Nemo- lo importante y saludable, por lo visto, es vivir, sin importar un ápice las condiciones de vida. Da lo mismo que sean infrahumanas y vergonzantes. Da lo mismo que se viva junto a un estercolero. Yo invitaría a todos a desarrollar un día de paseo por esta Triana perdida, sucia y desconsoladora, como si de una visita turística se tratase, pero variando el itinerario de la misma. Leí una vez la profundísima obra de Tennessee Williams "La noche de la iguana", en la que un guía turístico -personaje en busca de la propia humillación- decía: "El mundo entero, el mundo de Dios ha sido campo de mis viajes. Yo no me he limitado a los planes de los folletos y siempre hice de manera que los que quieren ver... vean. Que vean los bajos fondos de todos los lugares, y si poseían corazones que conmoverse, sentidos con que sentir, yo les proporcioné la oportunidad invalorable de sentir y conmoverse... ¡y ninguno de ellos lo olvidará jamás!"
La meditación del personaje creado por Williams es importantísima. Sin ser experto en viajes turísticos, yo ofrecería un recorrido singular por todas y cada una de las calles y barriadas de Triana, sin buascar el motivo de nuestra visita, porque la propia vergüenza afloraría ante nuestra vista continuamente.
EJEMPLO DE LO QUE NO DEBERÍA EXISTIR
La visita a esta Triana de nuestros días se me antoja -después de un análisis reflexivo- como ejemplo de lo que no debe darse, ni existir, en cualquier sitio habitado por personas. El ejemplo gráfico del vacie continuo que forma la calle Tejares lo estimo suficientemente elocuente. Pero aún hay más. Podríamos pasarnos por una de las arterias principales: la calle Pagés del Corro, que, curiosamente, se denominó así en memoria del teniente de alcalde sevillano que se distinguió por mejorar las condiciones higiénicas del lugar. De estos cocos, pocos. Sus dos "cavas" no sólo no guardan resquicio alguno de lo que fueron entrañable y sentimentalmente, sino que apenas conservan algo en pie. Su antiguo cofre sólo es un recibidor de ruinas e inmundicias: solares vacíos desde hace años en espera de una mayor rentabilidad, algunos sin tapias y con las basuras en plena calle; sus casas -bellas casas populares de décadas atrás- en espera de una ruina que haga posible el desalojo; su propia calle llena de despojos, sus colegios (José María Izquierdo, San Jacinto y José María del Campo) desangelados, casi en ruinas, inhóspitos para niños en edad de formación.
PRIMERA VERGÜENZA: EL MERCADO
Da igual entrar por El Altozano que por cualquiera de sus otras dos entradas. Todo está en las mismas circunstancias desagradables. Si entramos por el puente de nuestros tormentos -al que algún ingeniero inspirado en la Semana Santa o en el cuento de Blancanieves quiere pintar de purpurina plata-, nuestra visita estará más justificada con nuestros propósitos. Un leve viraje a la derecha, una bajada de escalones mugrientos y ya está: el mercado de Triana -antiguo Castillo de la Inquisición- nos ofrecerá su propia vergüenza. Lo que allí se trasiega y vende no son bloques de cemento. Se maneja la carne y el pescado, la verdura y la fruta, la seguridad alimenticia, en una palabra, de miles y miles de consumidores que ya no están dispuestos a aguantar tanta desidia, tanta sinrazón, tanta desvergüenza. Ahí está, al pie del Altozano, para contemplación vergonzosa de aborígenes y foráneos. Junto al artículo, dispuesto para la venta, aguas residuales, suciedad y falta total de limpieza. De noche hemos estado expectantes viendo cómo los roedores se pasean a gusto y entran y salen por las cuarteladas. ¿Qué hay que hacer? ¿A quién hay que dirigirse? ¿Hasta cuando va a continuar tanta falta de higiene?
CALLE CASTILLA ADELANTE
Sigamos. Salgamos del asqueroso mercado por la puerta que da a Castilla. Los puestos ambulantes se entrecruzan cortando la circulación de vehículos y peatones. La suciedad en el sector puede comprobarse cada mañana. Castilla adelante veremos el mismo paisaje: casas que se caen, derruídas; solares sin construir con hambre especulativa; corrales apuntalados faltos de la más elemental higiene; hornos cerámicos que contaminan el ambiente, ya de por sí cargado; basuras por todos lados, y un largo etcétera que abarca multitud de injusticias y falta de responsabilidad de una política municipal arcaica y sin proyección de futuro, que sólo está sufriendo el ciudadano, ciudadano al que se obliga -por parte de los mismos organismos- a pagar los múltiples impuestos de servicios que, curiosamente, la mayoría de las veces no disfruta. Esto es Triana, parte de una Triana que, como Sevilla, se está hundiendo lentamente a causa de un tumor maligno imposible de curación y, lo que es peor, con pocas ganas de que se cure.
EL INTERIOR DE UN BARRIO ANTES ENTRAÑABLE
Me gustaría que en esta visita girásemos un recorrido al Haza del Huesero, al conocido Charco de la Pava -ya desconocido-, a la calle Rodrigo de Triana, Vázquez de Leca, Pureza, paseo Virgen de la O, Flota, Alfarería, así como a las antiguas barriadas (Tardón, Barrio de León, Patrocinio) y a las nuevas urbanizaciones construidas al libre albedrío de los especuladores y con bastantes problemas a pesar del poquísimo tiempo transcurrido desde sus respectivas construcciones. Me gustaría -como el guía creado por Tennessee Williams- que entrasen conmigo en no pocas viviendas donde las condiciones insalubres de vida se repiten sin posible esperanza de solución, y contemplásemos después, uno por uno, los vertederos existentes de basuras al lado de viviendas y núcleos escolares, los vacies adosados a las nuevas construcciones y la falta total de saneamiento y sanidad.
Sobre esta visita, y a tenor de las preguntas que se suscitasen, mucho tendría que responder nuestro Ayuntamiento. Y digo responder porque parece que no ha llegado todavía al convencimiento de que sus métodos de actuación se han quedado antiguos para una Sevilla que va creciendo y multiplicándose por todas sus áreas. En una palabra, no ha existido nunca planificación y las cosas salen al azar. A la vista está. Después de ostentosas planificaciones -que casi nunca se llevaron a cabo-, después de múltiples proyectos de planes de ordenación urbana, la cosa sigue igual. Ahora contemplamos calles de nuestra ciudad donde por fin, en 1977, se están acometiendo las obras de alcantarillado con perfección y solidez. No hace falta ser detallista para darse cuenta de la duración de cualquier obra que se acomete por insignificante que sea (valga el ejemplo de la avenida del Cristo de la Expiración o carretera de Chapina, que en junio hará un año del comienzo y a la que, todavía, no se le ve la punta, y de la que, por supuesto, empezaron las obras sin exponerlo a la opinión pública, que en nuestra ciudad sólo cuenta para pagar los tributos).
Por si esto fuera poco, tenemos el peor servicio de limpieza. A excepción de la recogida nocturna de basuras, el servicio municipal de limpieza, además de escaso es anticuado. No se comprende que multitud de barriadas, de las que se ha hecho cargo el Ayuntamiento, tengan que sufrir en sus gastos comunitarios la nómina de un hombre que limpie sus calles. ¿Para qué entonces los impuestos municipales? Por qué la escasez del servicio?
SEVILLA NO ESTÁ AL DÍA
Sevilla, en cuestión de limpieza. aún no se ha mecanizado al compás de los tiempos que corren. El clásico barrendero sigue efectuando su labor por los distritos, con su antigua escoba de palmas, su pobre uniforme y su gorra, donde el clásico "no me ha dejado" parece que pregona irónicamente: "no me ha dejado limpia", "no me ha dejado modernizarme", "no me ha dejado evolucionar". Ciudades con menos densidad de población que nuestra ciudad, utilizan camiones especiales para su limpieza, con máquinas que absorben toda clase de suciedades y en menos tiempo. ¿Por qué no en Sevilla? Aquí el interrogante.
Nuestra ciudad, en materia de solares sin edificar, tiene unas leyes promulgadas, publicadas solemnemente. ¿Por qué no se cumplen? ¿Por qué, al igual que una expropiación forzosa, no existe una ley de edificación forzosa? Existe. ¿Por qué no se lleva a cabo? Solares y solares de Triana desbordan sus basuras y suciedades a las propias aceras. ¿Nadie puede impedirlo? Furgonetas y coches particulares, amén de camiones, arrojan sus desperdicios y escombros en estos solares. ¿No existe ley alguna que lo impida? Y si las hay, ¿por qué no se cumplen con severidad?
Ahí está el juego. Nadie quiere saber nada. Si los propios responsables del municipio hacen oídos sordos, no harán menos los que benefician con esta sordera congénita. Si sólo se les impone una multa que oscila entre 500 y 1.000 pesetas, ¡bendita sea la ley!, ya que el coste de limpiar y vallar un solar cuesta un promedio de cincuenta mil. ¡Así no hay arreglo! Y así, Sevilla, y la Triana que estamos comentando y a la que invitamos a efectuar una visita, se está desmoronando, hundiéndose sin explicación alguna, después de tantas explicaciones.
¡Qué lástima que junto a los adjetivos con los que se adorna el escudo de nuestra ciudad: muy noble, muy leal..., no resplandezca el de "muy pulcra", y nos tengamos que conformar con las frases del personaje de Williams: "Y siempre hice de manera que los que quieren ver... vean. Que vean los bajos fondos de todos los lugares, y si poseían corazones que conmoverse, sentidos con que sentir..."
(Texto y foto: Emilio Jiménez Díaz)
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