Sobre un fuste de granito de cuarenta metros, el almirante Nelson, magnificado en su altura,
recordará la guerra de la independencia norteamericana, la escuadra inglesa del Mediterráneo,
el encargo del bloqueo a la flota francesa en Tolón, sus luchas en Nápoles y en el Báltico,
la derrota que propició en Trafalgar a la escuadra franco-española.
Hoy, casi a dos siglos de su muerte heroica, la modernidad avanza bajo sus pies.
Ante las placas broncíneas fundidas de los cañones franceses,
que recuerdan la gloriosa gesta de 1805, autobuses y metropolitanos
desvían su presencia con llamadas de vivos colores, y se imponen,
qué duda cabe, en al paisaje urbano de la gran City.
recordará la guerra de la independencia norteamericana, la escuadra inglesa del Mediterráneo,
el encargo del bloqueo a la flota francesa en Tolón, sus luchas en Nápoles y en el Báltico,
la derrota que propició en Trafalgar a la escuadra franco-española.
Hoy, casi a dos siglos de su muerte heroica, la modernidad avanza bajo sus pies.
Ante las placas broncíneas fundidas de los cañones franceses,
que recuerdan la gloriosa gesta de 1805, autobuses y metropolitanos
desvían su presencia con llamadas de vivos colores, y se imponen,
qué duda cabe, en al paisaje urbano de la gran City.
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