Hoy, cuando se cumple el centenario del nacimiento del poeta Miguel Hernández, este blog quiere dejar constancia de su admiración por su obra y por su valentía con este hermoso soneto de amor.
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano rápida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano rápida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
pasó a una desvelada calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi torpe malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Miguel Hernández
"El silbo vulnerado" (1934)
Ilustración: José Días Pardo
Con el golpe amarillo, de un letargo
pasó a una desvelada calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi torpe malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Miguel Hernández
"El silbo vulnerado" (1934)
Ilustración: José Días Pardo
"¿No cesará este rayo que me habita
ResponderEliminarel corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
...."
" No me conformo, no: me desespero
como si fuera un huracán de lava
en el presidio de una almendra esclava
o en el penal colgante de un jilguero.
...."
Bonito poemario de amor.
Me sumo al homenaje y admiración al sensacional poeta alicantino. Los primeros versos que recuerdo haber leido eran poemas de su libro "EL Rayo que no Cesa". Considero que La elegía a Ramón Sijé es de lo mejor de su obra.
ResponderEliminarTodo lo que escribió estuvo impregando de amor y de tragedia.
ResponderEliminarEn las últimas semanas en los autobuses urbanos de Sevilla podían leerse poemas de Miguel Hernandez en las puertas, así que por unos días subir al bus era encontrarse con la sorpresa de un poema por la mañana antes de ir a trabajar. El Rayo que no cesa es el único libro que Miguel Hernandez vió publicado en vida, pocos meses antes de que comenzara la guerra civil.
ResponderEliminarLa idea de los autobuses está copiada de "Cosmopoética" de Córdoba. ¿Recuerda que te lo comenté?
ResponderEliminarDesde aquí mi profunda, absoluta y rendida admiración, casi amor, hacia la figura y la obra de Miguel Hernández. Sus palabras siguen estremeciéndonos, mientras él yace con sus ojos abiertos, quién sabe si contemplando estos tiempos de ahora, tan sin poesía.
ResponderEliminarNo lo pongo en pie ahora, pero recuerdo algo vinculado a ¿Benedetti?, a ¿Juan Gelman? titulado "Poemas para leer en el tranvía". Voy a ver si me puedo aclarar...
ResponderEliminarPodría ser: “20 poemas para leer en el tranvía” 1922, Oliverio Girondo, argentino?
ResponderEliminarGirondo, Benedetti y Gelman, y los versos de los tres, coinciden en la película “El lado oscuro del Corazón” (Argentina-1992)
”Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. Pero eso sí, y en esto soy irreductible, no les perdono bajo ningún pretexto que no sepan volar, si no saben volar pierden el tiempo conmigo”.
Oliverio Girondo.