Ha fallecido, anciano de visión y libertades, jamás hundido ni en la dictadura ni en la democracia, con Franco o sin él, el gran batallador por la clase obrera española. Ha sido, hasta nuestros días -y si no, que me demuestren lo contrario- el único que de verdad se preocupó por los grandes problemas de aquellos hombres y mujeres que tuvieron los arrestos suficientes para levantar a nuestro país tras una guerra tan innecesaria, cruenta e incivil como la nuestra.
Este soriano, tan fuerte como un olmo, tan sincero y honesto con aquellos a los que representaba, siempre tuvo un mensaje para todos los que creían en la dignidad de la persona: "Ni nos doblaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar". Bastaba mencionar en una empresa el acudir a los gabinetes jurídicos de CC.OO. para que los empresarios temblaran como tiemblan las ramas de los árboles cuando se van los pájaros. Este trabajador metalúrgico de la antigua Perkins logró poner palabras de justicia en los labios de los más desheredados; hizo creer al proletariado, con su ejemplo, que no eran esclavos sino parte de un engranaje de productividad y riqueza; demostró a todos que nunca, a lo largo de la historia, había existido una batalla fácil. Y lo consiguió.
Hoy, hasta la derecha lo aplaude; hasta los empresarios le dedican sus más sentidas palabras; hasta el Presidente del Gobierno y el Príncipe Felipe hablan de él dedicándole sentidos elogios. Esa es la grandeza que al final logran los hombres de buena voluntad, aunque demasiado tarde.
No he estado nunca afiliado a las siglas sindicales que él ayudó a construir, pero no ignoro a cuanta gente ayudó en situaciones realmente difíciles. Su ejemplo de reclusión en Carabanchel, por intentar conseguir los derechos sociales de la clase obrera, bien habla de este hombre. No le faltaron los reconocimientos en vida, hasta por parte del Rey Juan Carlos al entregarle la Medalla al Mérito Constitucional. Dejó sus memorias plasmada en cientos de folios con un nombre que era innecesario: "Confieso que he luchado", lo que todos sabíamos de más... Pero el mejor homenaje que podría recibir Marcelino, el de los célebres jerseys salidos de las manos de su mujer Josefina, tan sufrida compañera desde siempre, es que aprendiesen su gran lección, maravillosa, sin mácula, magistral, los sindicalistas de ahora, Cándido Méndez y Fernández Toxo: intentar devolver la dignidad a la clase trabajadora, sin la cual fenecería del todo este país ya medio muerto, figurar menos y trabajar más, poner a currar a tanto "liberado" y dejarse, ambos, de tanto bla-bla-bla, de tanta huelga general pactada y de tanto cursilismo.
A Marcelino Camacho le bastó y sobró con ser un hombre honrado, con él y con los que se comprometió desde su nacencia a representar. ¿Más sencillo?
Descanse en paz este hombre bueno al que nunca dejaron descansar en vida.
Este soriano, tan fuerte como un olmo, tan sincero y honesto con aquellos a los que representaba, siempre tuvo un mensaje para todos los que creían en la dignidad de la persona: "Ni nos doblaron, ni nos doblegaron, ni nos van a domesticar". Bastaba mencionar en una empresa el acudir a los gabinetes jurídicos de CC.OO. para que los empresarios temblaran como tiemblan las ramas de los árboles cuando se van los pájaros. Este trabajador metalúrgico de la antigua Perkins logró poner palabras de justicia en los labios de los más desheredados; hizo creer al proletariado, con su ejemplo, que no eran esclavos sino parte de un engranaje de productividad y riqueza; demostró a todos que nunca, a lo largo de la historia, había existido una batalla fácil. Y lo consiguió.
Hoy, hasta la derecha lo aplaude; hasta los empresarios le dedican sus más sentidas palabras; hasta el Presidente del Gobierno y el Príncipe Felipe hablan de él dedicándole sentidos elogios. Esa es la grandeza que al final logran los hombres de buena voluntad, aunque demasiado tarde.
No he estado nunca afiliado a las siglas sindicales que él ayudó a construir, pero no ignoro a cuanta gente ayudó en situaciones realmente difíciles. Su ejemplo de reclusión en Carabanchel, por intentar conseguir los derechos sociales de la clase obrera, bien habla de este hombre. No le faltaron los reconocimientos en vida, hasta por parte del Rey Juan Carlos al entregarle la Medalla al Mérito Constitucional. Dejó sus memorias plasmada en cientos de folios con un nombre que era innecesario: "Confieso que he luchado", lo que todos sabíamos de más... Pero el mejor homenaje que podría recibir Marcelino, el de los célebres jerseys salidos de las manos de su mujer Josefina, tan sufrida compañera desde siempre, es que aprendiesen su gran lección, maravillosa, sin mácula, magistral, los sindicalistas de ahora, Cándido Méndez y Fernández Toxo: intentar devolver la dignidad a la clase trabajadora, sin la cual fenecería del todo este país ya medio muerto, figurar menos y trabajar más, poner a currar a tanto "liberado" y dejarse, ambos, de tanto bla-bla-bla, de tanta huelga general pactada y de tanto cursilismo.
A Marcelino Camacho le bastó y sobró con ser un hombre honrado, con él y con los que se comprometió desde su nacencia a representar. ¿Más sencillo?
Descanse en paz este hombre bueno al que nunca dejaron descansar en vida.
Garci hizo de Marcelino Camacho personaje de cine en "Asignatura pendiente"; siempre entre rejas, aterido de frío por dentro y por fuera, a la espera de la Libertad que no llegaba nunca; recio en sus ideas, pero tan castigado como para no creer siquiera en las palabras de ánimo y esperanzas de su abogado laboralista. ¡Qué gran hombre Marcelino Camacho! Con él se rompió el molde. Este mundo ya no puede dar seres así...
ResponderEliminarRecuerdo que lloré físicamente cuando vi esa película en el cine Alameda, y recuerdo que toda la sala se puso en pie aplaudiendo mientras pasaban los créditos finales. Esa es la clase de hombres que necesita este país. Ahora es muy fácil valorarlo. Desgraciadamente, como tú bien indicas, este mundo ya no dará más personas como Marcelino Camacho Abad. Este hombre siempre estará en el santoral de los que aún, inocentemente, creemos y luchamos por un mundo mejor.
ResponderEliminarComo diría un buen amigo "sólo los gatos y los gitanos están libres de ser domesticados", yo añado: los gatos, los gitanos y las personas de raza, como lo fue el hoy fallecido Marcelino Camacho. Desgraciadamente tenéis razón, este mundo ya no da seres así, pero permitidme que no me resigne a creer en los milagro de la vida, que no los de Dios, del que por fortuna nada espero, puesto que no se halla entre mis "conocidos"...
ResponderEliminarAñado,
ResponderEliminarLo peor de todo Emilio y Angel, no es que los políticos que dicen llamarse de izquierdas, y los sindicatos olviden que nacieron para defender a la "clase trabajadora", lo peor es que han conseguido que la propia "clase trabajadora" se olvide de lo que es. Una vez me dijeron si reniegas de tus orígenes jamás sabrás hacia donde has de caminar. Tal ver por eso hay tanta gente que anda tan perdida...
Ahora bajamos -o bajaremos- los escalones que subimos de más y veremos qué ocurre. Cuando un trabajador llega a disfrutar de buen coche y piso en la playa, aunque no sepa lo que debe, a lo primero que afecta es a eso, Elisa y Emilio, a su condición de trabajador, a la conciencia de clase. Lo que se ha llamado en España "clase media", sin serlo en verdad (medrosa, inculta y desconfiada), ha mantenido a los partidos de derecha en este país. Por eso, porque es bonito el lujo aunque se deba... La riqueza es el estado social perfecto y aquí, como es lógico y humano, hay mucha afición.
ResponderEliminarNo olvidemos aquello que dijo alguien de que "cada español es un rey".
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