viernes, 6 de agosto de 2010

UNAS GOTAS DE EROTISMO Y HUMOR (22)


Ya hemos repetido muchas veces en estas páginas que no casan bien las uniones de los viejos con las mozas, las edades no se correspoden y, mientras ella está que arde, el viejo está apagado. La coplilla que recogió Fermín Sacristán en su libro "Reagalo de boda" (1911), anotada en la página 144, nos lo dice con mucha gentileza:

Ella está en la ventana,
yo en el brasero,
¡Qué mal ligan los Mayos
con los Eneros!

¡Ay, los celos de este muchacho porque ha visto luz en cierto sitio!:

En aquella casa hay luz,
allí se están acostando,
allí está mi corazón
y yo por aquí penando.

Pues a mí me parece que esto ya no tiene remedio, muchacho. El novio quería hacerle una operación a la novia, pero lógico que la novia no quisiese por aquello de que él no estaba titulado:

En el canal de su pecho
tiene mi novia un grano,
no quiere que se lo opere
porque no soy cirujano.

¡Normal, hijo, normal! Hay mujeres que quieren al novio o al marido instante por instante, tal como nos cantaba en una grabación Dolores Vargas "La Terremoto":

En enero igual que en febrero
y en marzo como en abril,
en los doce meses del año
yo me muero, Manué, por ti.

Va a ser cuestión de llamar al Ocaso, por si las moscas. Algunas veces se dan situaciones en el campo que parecen una película de suspense de Alfred Hitchcok. La recoge "Galerín" en su revista "Sevilla en broma" (1919):

En la choza no hay nadie.
El padre fue al cortijo.
Maruja estaba sola.
¡Josús, hijo!

Es normal que los hombres se pongan celosos cuando, como en la antigua canción, la vereíta verde no cría yerba. La anota Manuel Garrido Palacios en "Alosno, palabra cantada", página 291:

En tu casa y con idea
entra y sale cierto amigo,
¿cómo quieres que no crea
que nada tiene contigo
si no deja la verea?

¿Dice esta letra lo que me estoy imaginando? Sería una barbaridad el tamaño..., vosotros diréis:

Es mi cofre de una pieza
pero caben muchas dentro,
y no le veréis el centro
aunque metáis la cabeza.

Anotaremos "cofre" como atributo sexual femenino. ¿Pero tan grande tenía el cofre esta mujer? Algunos se imaginan, tan sólo por ver bailar a una chavala, hasta el sabor de lo que vosotros sabéis:

Esa niña que baila
tan coquetilla,
¡cómo tendrá de dulce
la empanadilla!

A anotar rápidamente el término de "empanadilla", que es la primera vez que sale por estos renglones. Muchas veces, las envidias levantan coplas como ésta tan maliciosa:

A ese que va por ahí
no le pega la corbata
que lo que le pega a ese
son los cuernos de una vaca.

¡Qué ganas de ofender, leche! Éste con la corbata y la otra con el pañuelo. Y me pregunto, si es verdad lo que dice la copla, si por un pañuelo merece estar toda la noche boca arriba:

Ese pañuelo que llevas
no lo has ganao trabajando,
lo has ganao boca arriba
a las estrellas mirando.

¿Y eso no es trabajar, coño, y toda una noche por un pañuelo? También hay hombres que quieren ser expertos en meteorología y que aseguran lo siguiente:

Esta noche va a nevar,
que lleva cerco la luna,
copitos van a caer
entre las piernas de alguna.

¡Estaría de Dios! Si no fuese así no estaríamos nosotros en este mundo. Pena la de este sobrino que no podía salir porque a su tío, demasiado calenturiento, le gustaba todo lo bueno. La copla está anotada por Génesis García Gómez en su libro "Cante flamenco, cante minero" (1993), en la página 269:

Estoy pasando un verano
que no me divierto un día,
porque mi tío Cayetano
se está gastando en queridas
tós los dineros que gano.

A veces hay ansias en los novios de consumar el acto sexual, aún más potente que el amor. No es la forma más delicada de decirlo, pero, sin duda, la más efectiva:

Hasta aquí mi amor llegó,
y si tú lo determinas
te taparé el conqueorinas
con el conqueorino yo.

Me imagino que tendréis dispuesto el bolígrafo para apuntar estos atributos, el "conqueorinas" y el "conqueorino". Hay formas de vender y vender. Ya he dicho en muchas ocasiones que hay que saber colocar las palabras en su sitio, de otra manera puede dar lugar a una doble interpretación:

Inés, la de Villarejo,
en la plaza vende caza
y ayer gritaba en la plaza:
¿Quién me compra este conejo?

Algunos hacen los actos sexuales en lugares no recomendables, y después se quejan:

Yo se lo metí a una tía
en lo alto una paré,
estate quieta, tía puta,
que nos vamos a caer.

Para decirle que no se mueva tampoco hay que decirle puta a la criatura. Es que estos tíos son muy insultones. Así sería la mujer para que a un hombre le temblasen las piernas. Nos lo dice la copla anotada por Antonio Alcala Venceslada en su libro "De la solera fina" (1982), en la página 62:

Yo, que a nadie le temí,
sólo he temblao en mi vida
delante de una gachí.

Me imagino que temblase delante de un monumento. Si tiembla ante todas es que el hombre está hecho de "pasta flora", y ya sabemos que quiere decir eso. Hay hombres que, si saben que han sido los primeros, les importa igual cualquier cosa:

La mula que yo ensillaba
la ensilla mi compañero
pero eso me importa poco
pues yo la ensillé primero.

¡Hombre, lo que no me gusta es que a la mujer le llame mula! Aunque sea tan desarbolada como ésta que nos trae la siguiente copla, tan tetona y con la orejas tan grandes, no se le puede llamar mula a una mujer. ¡Bastaría más! La letra es de Jorge Llopis, de su libro "La rebelión de las musas"(1977), en la página 157:

La novia de Reverte
tiene un sostén
con las minas de Asturias
y de Almadén.
Y en las orejas
lleva sendos retratos
de Canalejas.

Parecía un cosario la mujer de la copla. Cuando hay una tarde gafe mejor es retirarse. La letra gafada la anota Manuel Garrido Palacios en su libro citado, página 323:

Se le chorriscó el pan,
y se le cayó el chorizo,
me rompiste la botella
llenita de vino tinto.
¡Vaya tardecita aquella!

La verdad es que no fue una buena tarde para salir. Como tampoco fue un día bueno para ir a la playa, nada más que a la de Almería, lo que hizo este gachó. El citadísimo Jorge Llopis es el autor de este fandango:

En el puerto de Almería
me acerqué llorando al mar,
y estaba el agua tan fría
que no me pude bañar.
Ya me bañaré otro día.

¿Qué iba a hacer ser el hombre? Pues eso, volverse a Triana si el agua estaba fría. ¿Mujeres locas? Las hay. Es el mismo Llopis quien nos ofrece un ejemplo de su cuño:

Ayer me quisiste dar,
porque estás ya medio loca,
con un taco de billar
en el cielo de la boca,
¡y eso no se pué a aguantar!

¡Es que tiene "borlones" quererle dar al novio o al marido con un taco de billar, y más en el cielo de la boca! Siempre hemos dicho que el matrimonio es muy bueno, pero demasiado largo. Fermín Sacristán me da la razón en esta coplilla de su libro citado "Regalo de boda":

Si el casarse fuera un día,
una semanilla o dos...,
pero por toda la vida
¡ya tiene cuerda el reloj!

Lo mejor para estos desencantos es lo que nos aconsejaba el libro-programa de "Er 77" (1950), en su página 99:

Si están malos con anginas
no se preocupen ni lloren
ni compren penicilina...
hagan gárgaras con Gina
y arrópense con la Loren.

¡Eso, eso sí que es una buena medicina y no la que descubrió Fleming! Si sería pobre el pueblo que sólo había una pareja y, claro, tendrían que hacerlo más grande:

Si me das con el que meas
te daré mi conqueorino
y entre los dos formaremos
un pueblo con dos vecinos.

Bueno, así, según dice la Biblia, se comenzó en el paraíso terrenal. ¡Ánimo, que fijaros los miles de millones de habitantes que estamos aquí por aquello de los "conqueorinos"! Hay hombres que son sinceros y no pierden toda la vida esperando que la novia diga sí o no. Ahí tienen la copla:

Si me quieres, dímelo,
y si no, vete al carajo,
que otras mejores que tú
he tenido yo debajo.

Pues debajo, en el congelador, he puesto hace un rato unos botellines. Iré a mirar si están fríos para brindar con vosotros y desearos suerte hasta mañana.

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