martes, 20 de julio de 2010

CANCIONES POR NUESTRAS VIDAS: EL GRAN EMILIO EL MORO (64)



Ya que tanto he utilizado a mi tocayo de nombre y apellido Emilio Jiménez "El Moro" para que nos dejase algunas de sus parodias sobre las canciones de moda, voy a rendir en esta penúltima página un homenaje a este melillense que fue un gran cantaor serio en su juventud, ganando varios concursos por los "palos" más serios del flamenco y que, cierto día, a finales de la década de los 40, le dio por cambiar su afición para convertir su vida en una imitación jocosa de la de los demás.

Fue en el año 1949 -año de mi nacimiento- cuando Emilio se presentó en Madrid con sus babuchas, su chilaba y su fez, y a partir de ahí jamás le faltaron los contratos en las mejores compañías. Su sentido del humor, las letras de sus canciones, el dominio de la guitarra y las piruetas que hacía con su voz le sirvieron para ganar mucho dinero. Era el mejor número de relleno que se podía ofrecer en un espectáculo, porque, aparte de ser un humorista hilarante, hablaba con el público y hasta soltaba su chiste. Yo recuerdo haberlo visto en más de una ocasión, acompañado por mis padres, en el desaparecido Teatro San Fernando, donde siempre iba rotando en la Compañía que más le pagaba por su trabajo.

Grabó más discos que muchos profesionales de la copla y sus grabaciones se escuchaban a diario en casi todas las tabernas y bares, sonando, además, en todas las emisoras. Fue un letrista genial que a todo le sacaba chispas. Carlos Cano, en su "Cuaderno de coplas" (1985) le dedicó una canción con el título "Las murgas de Emilio El Moro" con esta sentida dedicatoria: Para don Emilio Jiménez, Emilio el Moro, que me alegró las colas de la leche americana y el cartón de pobre. ¡A su salud!.

Aparte de ser un gran letrista fue un perfecto imitador de las voces de Marchena, Vallejo, Pepe Pinto, El Carbonerillo, El Sevillano... a los que ponía sus voces cuando interpretaba los fandangos de su cuño. Con el título "Desagradecío/Sentenciao", que cantaba al estilo de El Niño Gloria, nos decía así:

Yo sembré en una maceta/ las semillas de un mechero,/ yo sembré en una maceta./ Y cuando grandes se hicieron/ se volvieron majaretas/ y hasta quemarme quisieron.// A un mariquita en la cárcel/ lo iban a ajusticiar,/ a un mariquita en la cárcel./ Y cuando abrieron el gas,/ dijo el mariquita:/ "Pararse, coño"/ que me vais a asfixiar.

No se podía tener mayor imaginación. Memorable fue la parodia que hizo de "Romance de valentía" de Quintero, León y Quiroga:

Era mu poco en la vía/ tan poco que nada era,/ por no tener no tenía/ ni vergüenza en la cartera./ Era un triste aficionao/ que buscaba la ocasión/ de tragarse de un bocao/ más de medio salchichón./ Y echándole valentía/ se fue pa una vaca blanca/ que estaba recién paría/ en campos de Salamanca.// No embistas, vaca bonita,/ no embistas, por cariá,/ yo sólo quiero ordeñarte,/ que nadie lo va a notar./ Aquí no hay plaza ni nombre/ ni traje tabaco y oro/ aquí hay un tío con más hambre/ que los pavos de Bartolo./ En pisarme no repares,/ te concedo hasta el perdón,/ dame leche por tu pare/ porque ya no tengo mare/ ni quien me dé Pelargón.// Todas las noches saltaba/ sin miedo la palanquera/ y en el corral no dejaba/ ni un pollo pa Nochebuena./ Quizá fuera colorao/ el tomate que cogió,/ y mordiéndole un costao/ ni una pipa le dejó./ Pero le salió Matías/ que vino con una tranca/ y el niño de Andalucía/ quedó tieso en Salamanca./ Adiós plaza de Sevilla/ ya nunca me habrás de ver/ tengo partías seis costillas,/ la tibia y el peroné.// Adiós capote de hule/ que fuiste mi compañero/ morir en esta pelea/ es cosa de buen ratero./ Ya vestío de alamares/ no ha de verme la afición,/ y como este tío no pare/ por la gloria de mi mare/ que se acaba la función.// (Recitado) Allí quedó entre las matas,/ ninguno lo vio caer,/ nadie rezó tan siquiera/ ni una homilía por él./ Por él ninguna serrana/ lloró de luto vestía/ y se quedó en Salamanca/ con las costillas partías.

Eran geniales los que él titulaba "Fandangos de Emilio":

Ahí vienen quince pieles rojas/ y tengo catorce balas,/ vienen quince pieles rojas,/ pa salvar la cabellera/ tengo que hacer carambola/ pa que no quede uno siquiera.// Fui a la mezquita de Andújar/ y a la Alhambra de Valencia,/ fui a la mezquita de Andújar,/ me subí en el Tibidabo,/ y marché pa Cartagena/ pa ver el Museo del Prado.

Y para finalizar este mini homenaje he dejado esta parodia de "Un amigo mío" que fue de las más populares de su repertorio:

De mi propia mano/ lo senté en mi mesa/ y le dije a ella que era amigo mío./ Y mi mujer dijo:/ Si quieres que coma/ déjale tu sitio que tú ya has comío./ Nunca comprendí/ que un tío tan canijo tanto se comiera,/ y hasta que lo viera/ con mis propios ojos/ no me lo creí.// Un amigo mío,/ sopa del cocido, garbanzos y pringá./ Un amigo mío/ en mi propia casa se vino a hinchar./ Yo no tengo hambre/ sino la vergüenza de no haber comío./ Los que a mí me dejan igual que un alambre/ son mi propia esposa/ y este amigo mío.// Pa que se marchara/ yo le abría la puerta:/ Vete y no te acuerdes que me llamo Emilio,/ y yo vi en sus ojos/ la expresión tunante/ del que dos chorizos se lleva escondíos./ Y anoche lo vi/ con esos colores del hombre que almuerza,/ y no tuve ganas/ de decirle al hombre tó lo que sentí.// Vaya amigo mío/ que hasta de mi cena se llevó el bistec./ Vaya amigo mío/ que migó diez bollos dentro del café./ Yo no tengo ira,/ pero hasta el tabaco que tenía escondío/ tó se lo fumaron y tó me lo mangaron,/ y fue mi propia esposa/ y este amigo mío.

Quien nos hizo la vida tan feliz a través del remedo de canciones populares, tuvo una muerte trágica que le ocurrió accidentalmente en 1987. ¡La vida!


(En la fotografía, carátula de un disco de Emilio "El Moro")

2 comentarios:

  1. ¡Qué grande Emilio El Moro! Por cierto, no sabía que era Jiménez de apellido. Desde luego las letras no tienen desperdicios. Es imposible no reirse con ellas. Qué bien que no lo hayas recordado y qué pena la despedida.

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  2. Emilio Jiménez Díaz20 de julio de 2010, 22:20

    Sí, sí, eramos tocayos de nombre y primer apellido. La pena es no tener tiempo para poner toda su prucción, que fue amplia y buenísima.

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