jueves, 10 de junio de 2010

CANCIONES POR NUESTRAS VIDAS: COPLAS DE CINE (24)

Uno de los artistas que se asomaron más de una vez a la gran pantalla fue el madrileño de Vallecas Ángel Sampedro Montero, más conocido por "Angelillo", que comenzó dedicándose al cante flamenco y que hasta se presentó al concurso organizado por Carcellé, La Copa Pavón, quedando en segundo puesto detrás del ganador, el sevillano Manuel Vallejo. También él, evidentemente, cayó en las redes del cine, y la primera película que protagonizó fue "El negro que tenía el alma blanca", inspirada en una novela de Alberto Insúa y que dirigió Benito Perojo el año 1934. Esta película la hizo con los artistas Marino Barreto y la trianera Antoñita Colomé. Fue un éxito. Había una letra humorística de la época sobre la película que decía, más o menos, así: Fueron dos chicas un día/ a un cine de Salamanca/ para ver al negro que tenía,/ que tenía el alma blanca./ Le decía una a la otra:/ -por mucho que tú te empeñes/ si es que tiene el "arma" blanca/ es preciso que la enseñe. Bromas aparte el gran éxito de Angelillo en el cine, con unas ganancias enormes de taquilla, fue el melodrama folletinesco "La hija de Juan Simón" (1935) inspirado en la letra de una milonga tan mala como tan triste:

Cuando acabé mi condena/ me vi muy solo y perdío,/ ella se murió de pena/ y yo, que la causa he sío,/ sé que murió siendo buena./ La enterraron por la tarde/ a la hija de Juan Simón,/ y era Simón en el pueblo/ el único enterraó./ Él mismo a su propia hija/ al cementerio llevó./ Él mismo cavó la fosa/ murmurando una oración./ Y como en una mano/ llevaba la pala/ y en un hombro el azadón/ los amigos le preguntan:/ ¿De dónde vienes, Juan Simón?/ Soy enterraó y vengo/ de enterrar mi corazón.

Pocas canciones pueden ser peores que estas y, sin embargo, más recordadas. La película, aparte del éxito que tuvo en aquellos años tan enlutados como revueltos, era mala de solemnidad vista desde la perspectiva de hoy. También es verdad que a lo largo de su vida, a Angelillo le endosaron los autores esas letras melodramáticas y tristes que creían encajaban con el personaje. España, entonces, parecía disfrutar con el llanto. Otro de los temas de esta película, de la que hizo una segunda versión Antonio Molina en 1957, fue "Soy un pobre presidiario", con letra y música de Montorio y Torres, y que va en la misma sintonía penosa de la anterior:

Soy un preso/ que perdió la ilusión,/ soy un pobrecito soñador,/ soy un pajarillo que nació pa cantar,/ y por eso espero la libertad./ Soy un presidiario más, castizo y chipén,/ como yo pueda escapar/ qué plantón van a llevar./ No quiero verme preso/ pero pa mí que han dao en hueso./ No sé cómo tengo ganas de cantar.// Soy un pobre presidiario,/ soy un pobre pajarillo/ que muy pronto ha de volar./ Soy un hombre que se muere/ porque ya nadie me quiere/ y nadie me va a esperar.// Si feliz no puedo ser/ por culpa de una mujer,/ el ser libre o estar preso/ poco me importa a mí eso./ ¡Ay, qué mal me voy a ver!

Se perdieron con estas canciones aquellas inolvidables letras que hemos comentado desde el inicio de esas "Canciones por nuestras vidas", llenas de sensualidad, de fuego, pasión, armoniosas, encantadoras en músicas y textos. Esto es lo que los críticos no perdonaron jamás, y con razón, a lo que estaba entrando en el mercado de aquellos años de cambio. Cuando se hicieron los dos tríos famosos andaluces con total intensidad, la copla fue otra cosa: se cuidaba, se mimaba, era una historia completa con presentación, nudo y desenlace que se desarrollaba en no más de cuatro minutos..., pero eran historias hermosas, dignas, como siempre lo fueron, de las mejores artistas del momento y de los mejores públicos.

Con letra de Rafael de León y música del maestro Quiroga, Estrellita Castro incluye la zambra "Tus ojos negros" -muy versionada para mal- en la película "Los misterios de Tánger", estrenada en el Palacio de la Prensa de Madrid el 2 de Noviembre de 1942, y que estuvo dirigida por Carlos Fernández Cuenca:

Tus ojos negros, tus ojos/ tienen la culpa de tó/ si no los hubiera visto/ por los clavitos de Cristo/ que no me viera así yo,/ ¡Ay!, quiero que esos dos luceros/ que me alumbran de noche y de día/ porque si no yo me muero,/ vida mía.// Tus ojos negros, tus ojos,/ candiles de mi dolor,/ tus ojos tienen la culpa,/ tienen la culpa de tó./ Yo tenía mi estrella/ mi sol y mi luna,/ ¡ay, Santa Lucía de mi corazón!,/ pero el día que me vi en tus ojos/ ya no tengo estrellas ni luna ni sol...

Tampoco habían acertado con la yema, al menos Rafael de León, ya que la música sí era hermosa y llegó a hacerse popular. Mas la letra todavía estaba lejana de aquellas composiciones que el poeta sevillano nos legó para la gran historia de la canción con versos redondos y preciosas metáforas. Tres años bastarían para pasar de una época a otra, de una etapa mediocre en la argumentación de las canciones a otra dignísima y llena de imágenes singulares, auténticos retratos de mujeres, hombres, paisajes y costumbres.

Una de las grandes canciones de Rafael de León, Valverde y Quiroga, quizás la más versionada de cuantas hicieron fue "Ojos verdes", de la que Estrellita jura y perjura que fue quien la estrenó en 1935, aunque los estudiosos aseguran que fue Blanquita Suárez, sin mucho éxito, y que quien la hizo popular fue Conchita Piquer, aunque todos coinciden que la mejor versión, la más sentida, fue la interpretada por Miguel de Molina. Comparto esa opinión totalmente.

En el cine, por Conchita Piquer, se incluyó en la película "Filigrana" el año de mi nacimiento: 1949, estrenada en el cine Coliseum de Madrid. Esta película -de las pocas que hizo "La Piquer", porque, aunque guapa, era muy dura para la cinematografía-, la dirigió Luis Marquina, y en su reparto se incluía también a Carmen Sevilla. La canción original, que tuvo que cambiar algunas frases en aquel año por las rigurosas tijeras de la censura, era así:

Apoyá en el quicio/ de la mancebía/ miraba encenderse la noche de mayo,/ pasaban los hombres y yo sonreía/ hasta que en mi puerta paraste el caballo./ Serrana, me das candela, y yo te dije gaché:/ ven y tómala en mis labios y fuego yo te daré./ Dejaste el caballo y lumbre te di/ y fueron dos verdes luceros de mayo/ tus ojos pa mí.// Ojos verdes, verdes como la albahaca,/ verdes como el trigo verde/ y el verde, verde limón.// Ojos verdes, verdes con brillo de faca,/ que están clavaítos en mi corazón./ Pa mí ya no ha y soles, luceros ni lunas,/ no hay más que unos ojos que mi vida son.// (Refrán)// Vino desde el puerto/ al despertar el día/ y sonar el alba, al amor de la vela/ dejaste mi brazo cuando amanecía/ y en mi boca un gusto de menta y canela./ Serrana, para un vestío yo te quiero regalar,/ yo te dije: estás cumplío,/ no me tienes que dar na./ Subiste al caballo,/ te fuiste de mí/ y nunca otra noche más bella de mayo/ yo he vuelto a vivir.// (Refrán).

Hay muchas más coplas de cine. Pero será otro día.


(En la fotografía, Angelillo)

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