sábado, 26 de junio de 2010

CANCIONES POR NUESTRAS VIDAS 1940-1970 (40)


De Juanita Reina hablábamos de su majestuosidad moviéndose por el escenario, de su señorío en las poses y desplantes y de su manejo impecable de la bata de cola. Cuando hablamos de Marifé de Triana -que fue gran admiradora suya-, tenemos que referirnos a una voz inigualable, tan poderosa como bien medida, a sus enormes facultades y a su increible dramatización de cada copla que interpretaba. Su manera de decir e interpretar nadie pudo lograrla, así como su fuerza arrebatadora, que podía tenerla cantando dos horas seguidas sin resentirse un ápice. Fue, como decían de ella los críticos, la gran actriz de la canción.

Sus comienzos fueron ciertamente difíciles y tuvo que valerse por si misma para llegar a ser lo que ha sido. María Felisa Martínez López nació en la localidad de Burguillos pero pasó su infancia en Triana antes de desplazarse su familia a Madrid, donde debuta en Radio Nacional de España, de pura casualidad, gracias a una llamada del señor Lombardía a David Cubedo, quien sobre la marcha le pone el nombre artístico de "Marifé de Triana". Recorrió España pasando muchas calamidades en pequeñas compañías que recorrían pequeños pueblos y aldeas y, entre 1950 y 1952, se enroló por las ferias en el Teatro Chino de Manolita Chen. De vuelta a Madrid tuvo la suerte de que el maestro sevillano Manuel Gordillo la acogiera con cariño en su modesta academia, situada en su propia casa, y fuese formándola musicalmente. El propio Gordillo le preparó algunas canciones para un espectáculo sin pretensiones titulado "Polizones del cante", donde la acompañaban El Niño de Orihuela y Pepe Mairena. Fue un completo fracaso. Pero gracias a la mediación de Gordillo llegó a escucharla el importante empresario Juan Carcellé que, no queriéndose arriesgar, le hace un contrato de una semana en el Circo Price, e interpretó tan magistralmente bien las canciones del repertorio de Conchita Piquer y Juanita Reina y la canción de Llabrés, Sarmiento y el propio maestro Gordillo "Torre de Arena", que el contrato se prorroga hasta el mes de octubre con éxito diario.

Este título de "Torre de Arena" -que ella estrenó gracias a su padrino artístico- fue el que le abriría todas las puertas a Marifé, hasta el punto que las discográficas se disputaban el contrato, haciéndolo por fin, el año 1956, con la firma Philips, incluyendo también en el disco "Antonio Romance", "Mi novio tiene un velero" y "Frasquita Romero". Esta canción, junto a "La Loba", es el buque insignia de la artista a lo largo de su dilatada vida:

Como un lamento del alma mía,/ son mis suspiros, válgame Dios. Si eres testigo de la agonía/ que va quemando mi corazón./ No hay en la noche de mi desventura/ una estrellita que venga a alumbrar/ esta senda de eterna amargura/ que triste y oscura no sé dónde va.// Torre de arena que mi cariño supo labrar./ Torre de arena donde mi vida quise enterrar./ Noche sin luna, río sin agua, flor sin olor./ Todo es mentira, todo es quimera,/ todo es delirio de mi dolor.// Como una flor que deshoja el viento/ se va muriendo mi corazón,/ y poco a poco mi sufrimiento/ se va llevando todo mi amor. Como una fuente callada y sin vida,/ como el barquito que pierde el timón,/ como flor del rosal desprendida,/ está dolorida mi pobre ilusión.// (Refrán).

Ese mismo año ya se presenta con espectáculo propio en el Teatro Calderón de Madrid, que estuvo en los carteles un año entero. El espectáculo no se podía llamar de otra forma que "Torre de Arena", recorriendo los principales teatros de España con llenos absolutos durante dos años, y convirtiéndose la canción en la más oída de los años cincuenta. Fue un éxito tan grande que Marifé se anima y pone en marcha su segundo espectáculo en el también teatro madrileño de La Latina, donde estrena "La Emperaora" (1957), incluyendo en ella la copla que daría nombre al espectáculo, con letra de Llabrés y Molina Moles y música del maestro Gordillo. La grabaría al año siguiente en la discográfica Columbia junto a "Seguidillas de olé y ola", "Que me perdone Dios" y "Marquesita de la Estrella". La canción "La Emperaora", con un ¡ay! largo y escalofriante en el último verso del estribillo, fue una de las grandes canciones de la artista:

Por reina de los tablaos/ me llaman la emperaora,/ y corre por los colmaos/ mi fama de cantaora./ Sola contra el mundo entero/ al brillo de los dineros/ mi honra quieren comprar,/ lo que nadie logrará./ Mi nombre de boca en boca/ lo tiran sin sentimiento,/ sin ver que soy una roca/ que desafía a los vientos.// Mi sino, nadie se meta a quitarme/ las cruces de mi destino./ Mi suerte, castillo, faro y lucero/ que no le teme a la muerte./ Flamencos,/ pregonad con vuestras coplas/ lo que vale una mujer,/ que quiero ser por siempre emperaora/ que a los hombres nunca implora/ ni llora por un querer.// Se derrumbó mi lucero/ por el cariño de un hombre,/ y no me importa y lo quiero/ aunque critiquen mi nombre./ Yo no siento cobardía/ mi pena tan sólo es mía,/ que nadie atiende a razón/ cuando manda el corazón./ No importa que por las calles/ murmuren que no soy buena:/ yo no echo cuenta de nadie/ que no merece la pena.// (Refrán).

En 1958 graba con Columbia cuatro discos más, incluyendo en el último de ellos otro gran éxito recordado de Marifé "La sombra vendo", que incluye en su nuevo espectáculo del Teatro Calderón con el título de "¡Vendo la sombra!". Su voz en esta ocasión es portentosa, rematando la copla con un quejío hacia arriba que sólo podía hacer ella. Os recomiendo su escucha. También esta composición es de Llabrés, Molina Moles y Manuel Gordillo:

Llevo los abanicos de mil colores/ que en la plaza florecen con alegría,/ quitan al sol con gracia sus resplandores/ y alegran la tragedia de la corría./ Cuando la puerta de los toriles/ se rompe en quiberos de seguidilla,/ mis abanicos se venden por miles/ y le dan celos a las mantillas.// La sombra, la sombra vendo./ ¿Quién me la quiere comprar?/ De dinero yo no entiendo,/ la doy casi regalá./ La sombra, la sombra vendo/ pa competir con el sol./ Cómprela usted caballero,/ que no hay en el mundo entero/ la sombra que vendo yo.// Para vender la sombra me quedo fuera/ y adivino el paseo de las cuadrillas./ Sueño que estoy mirando desde barrera/ la suerte pinturera de banderillas./ Mis abanicos sobre el tendío,/ con su aleteo de colorines/ marcan al quite su escalofrío/ y le hacen guiños a los clarines.// (Refrán).

Llegar a los tonos que ella llegaba, sin desafinar, con la voz totalmente nítida, todavía parece imposible en las audiciones. Con razón, cuando Juan Carcellé le amplió su primer contrato y le abrió las puertas a la fama, le dijo al maestro Gordillo: Jamás nadie ha cantado como esta mujer. Ella es la renovación absoluta de la canción andaluza.


(En la fotografía, Marifé de Triana)

4 comentarios:

  1. Recuerdo su "Torre de arena" saliendo de todos los patios de vecinos; es curioso cómo a los chiquillos de entonces hasta la copla nos atraía, formaba parte del espacio por donde pululábamos con nuestras eternas carreras. Era el poder de la radio, claro, uno de los pies del trípode que nos sostenía: la radio, el cine y los tebeos. ¡Qué maravilla de Marifé cantando "Torre de Arena"...

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  2. Era un portento. Y escuchársela en directo aún más. Te he dicho muchas veces que mi madre cantaba muy bien, tanto por Vallejo, Chacón, Palanca y El Carbonerillo, así como la canción española. En El Tardón, donde todos los lavaderos daban al patio interior del edificio, cuando mi madre comenzaba a cantar mientras cocinaba, todas las vecinas paraban sus faenas para escucharla. Recuerdo a mi vecino de al lado, Manolo, que era maitre del Hotel Cristina, que le decía a mi madre: -Pepita, por culpa de tus cantes todos los días almuerzo tarde, porque Luisa no me tiene preparada la comida.
    A mi madre le encantaba, por este orden, Marifé, Juanita, Antoñita Moreno y doña Concha, como ella le decía.

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  3. Qué suerte una madre así, Emilio. Nosotros teníamos enfrente, al otro lado del patio, una muchacha, Pepa, que se llevaba todo el día cantando y también lo hacía estupendamente. Me río hoy de muchos profesionales del cante y la copla comparados con algunos aficionados(as) de entonces.
    Pepa acabó casándose con un maño hermano de un torero de la calle, Abilio Langas. O sea, que rozó la tradición del romance cupletista-torero.

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  4. Un día habrá que explicar lo de estas parejas tan habituales de las cupletistas con los toreros. Es una historia interesante. Una amiga mía se enamoró pérdidamente de Rafael de Paula, del torero, claro, no de la persona. La arruinó en un plis-plás. Lo que no se dió cuenta esta mujer, ni muchas otras,es que hay albañiles guapísimos y con más arte que un torero.
    Lo de mi madre era genial. Todo el mundo lo decía. Te lo puede comentar Paco Parejo en una fiesta en Villanueva en casa de Salvador Muñiz, donde a fuerza de mucho insistir nos cantó por granaínas y fandangos para ponerle un monumento. Se han quedado más artistas en la calle que en lo alto de un escenario. Ahora empiezo con Lola Flores. Ella misma reconocía públicamente que no sabía cantar. ¿Cuántas mujeres de Triana podían haber sido figuras de la copla?

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