sábado, 15 de mayo de 2010

PERSONAS EN MI VIDA: MIS AMIGOS DE LA FONDA "EL OCHO"

Nuestro piso de Alfarería era lo que en Sevilla siempre se da dado en llamar "La Fonda el 8", por una muy antigua donde habitaba todo el mundo en las cercanías de la céntrica plaza del Pozo Santo. No había ningún extranjero aficionado al flamenco o artista al que alguien no le hubiese dado nuestra dirección. Teníamos ya antecedentes en nuestro anterior piso de Manuel Arellano, donde, de tantos japoneses que nos visitaron, tanto mi Lola como yo aprendimos a comer con "palillos" como lo pudiera hacer un nativo. Es más, tenemos una colección maravillosa de estos "cubiertos", preciosamente decorados, y una colección de abanicos varios que para sí los quisiera una folklórica, y sabemos de algas más que cualquier especialista en el tema.

A mí, para qué engañarnos, siempre me ha gustado conocer gente diversa, sea del país que sea. La cultura está en la mezcla. ¡Cómo si no sería Andalucía lo que es! El mestizaje es preciso y necesario para conocer otras formas de expresión, de pensamiento y artísticas. Aprendimos mucho de todos cuantos pasaron por nuestras casas y gozamos con todos ellos veladas extraordinarias ciertamente irrepetibles.

En esta fotografía estoy con el gran guitarrista japonés Enrique Sakay, que jamás se perdía una Bienal y al que le encantaba nuestro barrio de Triana. Pero por estas "fondas", en Manuel Arellano y Alfarería, ha pasado medio Japón: Ken y Ayako Endo, él guitarrista y ella cantaora imitadora de Fernanda de Utrera; la pianista Ayako Sakamoto; el director y fotógrafo de la revista flamenca japonesa "Paseo"...; la gran periodista argentina Norma Fernández y su marido Horacio; el pintor surrealista cubano Jorge Camacho y su esposa Margarita; un actor holandés muy cotizado en el mundo de las telenovelas de su país; empresarios taurinos venezolanos; amantes del flamenco de Francia, Italia y Alemania; poetas, escritores, grupos de "sevillanas"; artistas como "Chiquetete", Paco Toronjo, Antonio Mairena, Tina Pavón, Manolo Sanlúcar, Beni de Cádiz... Recuerdo que cuando la Expo, por aquello de que no había alojamiento en Sevilla, raro era el día que no había un "viajero" hospedado en casa alabando nuestra generosidad y las comidas de Lola, que es y ha sido siempre una excepcional cocinera y una excelente anfitriona...

La verdad es que también hemos sido invitados por ellos para visitar sus países respectivos, aunque exceptuando a Francia, no nos hemos atrevido a hacer viajes de avión tan largos. Una de las anécdotas más graciosas que nos ocurrió fue con el actor holandés, que venía recomendado por mi amigo Jorge Camacho para que le enseñábamos la Feria de Abril. Era, como todos los actores de telenovelas, alto y muy guapo, y chapurreaba un poco el español como para entendernos. Nos tomamos unas copas, Lola sacó algo de comer, cogimos un taxis y entramos en el recinto. Estaba entusiasmado y no daba crédito a que cada "caseta" tuviese un bar en su interior y, además, repleto de gente. Entramos en varias de mis más cercanos amigos y lo de siempre: las botellas de vino se sucedían, las cigalas y gambas, el jamón. Él observaba que, cuando salíamos de cada una de ellas, nosotros nos despedíamos sin más. Cuando eran las seis de la mañana y él estaba borracho como una cuba, lo acercamos a un taxis y le dije al conductor que lo llevase al hotel Colón, que era donde se alojaba. Antes de subirse, nos dio un abrazo de agradecimiento y me decía una y otra vez con la lengua trabucada: -Todo muy bien, muy bien, pero yo tengo una duda muy grande, ¿quién paga todo esto? No podía creerse que la Feria funcionase de esa forma.
En noviembre de 1995 se cerró esa "Fonda del 8" en la que tanto y tanto disfrutamos durante muchos años, los mejores de nuestra vida. Cuando no tuve más remedio que venirme a Córdoba, todo aquello tuvo su fin. Aquí sólo esperamos, y siempre con ansiedad, la visita de mi "hermano" Santi y de mi "cuñada" Nadine, que suelen venir a finales de mayo y en el día de nuestro cumpleaños, el 18 de julio, para pasar unos días juntos y recordar nuestras mejores anécdotas y vivencias.

Aquellos años en los que nuestra casa era una manantial de gente son inolvidables. ¡Cuánto aprendimos todos de aquellos que nos honraron con su presencia, personas que pasaron por nuestra vida dejándonos cada una la emoción de un momento! ¿Quién paga todo esto?

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