Conocía mucho a José María de Mena a través de lo que mi padre hablaba de él, ya que ambos tenían una amistad de largos años por medio de la radio y de las tertulias poéticas. Pero no lo había visto en mi vida, no había tenido la suerte de conocerlo personalmente, aunque tenía algunos de sus libros sobre temas sevillanos que siempre me interesaron: "Las leyendas y tradiciones de Sevilla", "Calles, plazas y barrios antiguos y modernos" y la "Sevilla que se nos fue", que después fui complementando con nuevas adquisiciones y regalos suyos.
Fue en 1974, a los pocos días de la muerte de mi padre, cuando un compañero de trabajo me animó a que me presentase a un concurso literario que tenía como protagonista a la ciudad, y que estaba dotado, para el primer premio, con una copa de plata "Premio Alcalde Ciudad de Sevilla" y un lote de libros. Yo no estaba mucho por la labor, pero por fin me decidí presentando un trabajo al que titulé "Sevilla a través de sus poetas". Tuve la suerte de ganarlo y, en el acto de entrega, de conocer, por fin, a José María, que además estaba como miembro del Jurado. Después de la entrega, y durante el aperitivo que ofrecieron, el escritor me llamó a un aparte y me dijo que debía escribir más, que le había encantado el trabajo y que me debería dedicar a la literatura. Lo conté mi vida escuetamente, que a pesar de mi juventud estaba casado y tenía dos hijos pequeños, que trabajaba como escaparatista en unos grandes almacenes y que, excepto, la biblioteca heredada de mi padre y pocos libros que me podía comprar con muchos sacrificios, yo, trabajando desde muy joven, no tenía ni siquiera una mediana cultura y todo lo que hacía se debía a un afán autodidacta. Le expliqué quién había sido mi padre, al que había perdido para siempre el mes anterior, y me dijo que él lo había estimado mucho y que si yo no tenía medios él me los iba a proporcionar.
Y no faltó a su palabra este buen hombre y escritor. Me insistió tanto y tanto en que escribiera que a mis primeros artículos ya le buscaba él hueco en las páginas de revistas y en el diario "El Correo de Andalucía". Y así comencé mi andadura, gracias al apoyo recibido por él, gracias a los libros que me regalaba, a sus correcciones y a sus consejos. Eso jamás puede olvidarse, y menos a las personas que somos agradecidos. Seguimos manteniendo nuestra amistad durante muchos años, hasta mi exilio a Córdoba. La fotografía que hoy ilustra la página de nuestro blog, donde tuvo la deferencia de hacerle una dedicatoria a mi hijo Emilito, al que yo siempre llevaba a todos los actos culturales que se producían, está tomada en el salón del actos del colegio trianero José María del Campo, más conocido como Reina Victoria, tras una conferencia en la que él participó. Tuvo que ser por el año 1992 si mi memoria, ya un poco más frágil para las fechas, no me engaña.
Todo lo que puedo hablar de José María de Mena es para resaltar su bonhomía, su generosidad sin límites y su desprendimiento, lo que siempre he intentado poner en práctica, gracias a su ejemplo, con las personas más jóvenes que yo.
Todo fue de casualidad: el aliento de mi amigo para que me presentase al concurso, la suerte de ganarlo, la inmensa oportunidad de que él estuviese en el Jurado y, sin conocerlo, me tendiese su mano para el futuro. Jamás podré agradecerle todo cuanto hizo por mí durante más de 20 años. Tuvo que ser así, no podía ser de otra forma. Dios quiso que los dos nos cruzásemos en el camino una mañana dominguera de 1974.
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