Como a tantas personas en mi vida, conocí al gran poeta Antonio Murciano González-Menese, que así es su nombre completo, gracias al Flamenco y hace muchísimos años. Fue en Jerez en mayo de 1978, con motivo de un homenaje que se le rendía a la figura de Manuel Torre y que glosó el poeta Jerezano Manuel Ríos Ruiz, al que también tuve la suerte de conocer esa noche.
Antonio, que siempre ha derrochado su generosidad con los amigos, me regaló y dedicó allí mismo -por eso sé la fecha de nuestro primer encuentro- su libro "Poesía Flamenca" (1960-1975), publicado en Madrid por la editorial Dante en 1976. Nos conocíamos de oídas, pero no teníamos el placer de conocernos personalmente. A partir de ahí siempre tuvimos un contacto epistolar y telefónico intenso; me invitó a su gran mansión de La Corredera en su pueblo natal de Arcos de la Frontera, llena de canarios, de libros y de cuadros; coincidíamos o nos citábamos para cualquier acto que se celebrase en Arcos, en Jerez o en Sevilla; participé con un soneto a él dedicado en las dos ediciones de su libro "Andalucía a Compás", en el de "El arte y la muerte de Manolete en la poesía española", en el de "Trío de ases-Trío de Arte" y en "Mi vida y el cante: memorias flamencas de Juanito Valderrama". Siempre que le he pedido algo que necesitaba, jamás me dijo que no, es más, se afanaba para que me llegase cuanto antes. Y si le pedía su participación, ahí estaba él, desinteresado como siempre, enérgico y vital como siempre, amigo como siempre. Recuerdo la aceptación generosa para que diera el pregón de apertura que ofreció en la Peña "Torres-Macarena", en octubre de 1991, con motivo del centenario del nacimiento de Manuel Vallejo; y la vez que le pedí que viniese a Córdoba para recitar solamente un poema de su cosecha en un acto al que titulamos "Cepa de Oro"; y decir que sí, un año y otro, para ser miembro del jurado del "Compás del Cante"... Jamás me dejó tirado en la cuneta. En justa correspondencia, también él ha contado conmigo en varias ocasiones que verdaderamente le agradezco, porque fueron todas sencillamente hermosas.
Antonio tiene una vitalidad que para sí la quisieran muchos jóvenes. No para. Nunca ha parado de trabajar como abogado, de escribir, de dar conferencias, de ser miembro de jurados de muchos concursos. Su obra poética es gigantesca y diversa, y su hablar sentido y sonoro, voz hecha para el verso. Todavía tengo el recuerdo de cuando Sevilla lo sacó a hombros del Teatro Álvarez Quintero en la mañana del domingo 6 de abril de 1986, después de haber dado el Pregón Taurino. O de la voz, que aún se desgrana en versos, de su Pregón de la Semana Santa...
Tuve mucha suerte en conocerlo, en que Dios quisiese que fuese una de las personas que tenían que pasar por mi vida. Lo admiro en todo: en su forma de escribir, en su amistad, en su forma de saber ser y estar. Nuestra amistad fue acrecentándose con el paso de los años y no había un libro suyo nuevo que saliese que no me lo enviase con una cariñosísima dedicatoria, como sigue haciendo.
Antonio es de esas personas casi imprescindibles para entender que la vida merece la pena de vivirla.
Antonio, que siempre ha derrochado su generosidad con los amigos, me regaló y dedicó allí mismo -por eso sé la fecha de nuestro primer encuentro- su libro "Poesía Flamenca" (1960-1975), publicado en Madrid por la editorial Dante en 1976. Nos conocíamos de oídas, pero no teníamos el placer de conocernos personalmente. A partir de ahí siempre tuvimos un contacto epistolar y telefónico intenso; me invitó a su gran mansión de La Corredera en su pueblo natal de Arcos de la Frontera, llena de canarios, de libros y de cuadros; coincidíamos o nos citábamos para cualquier acto que se celebrase en Arcos, en Jerez o en Sevilla; participé con un soneto a él dedicado en las dos ediciones de su libro "Andalucía a Compás", en el de "El arte y la muerte de Manolete en la poesía española", en el de "Trío de ases-Trío de Arte" y en "Mi vida y el cante: memorias flamencas de Juanito Valderrama". Siempre que le he pedido algo que necesitaba, jamás me dijo que no, es más, se afanaba para que me llegase cuanto antes. Y si le pedía su participación, ahí estaba él, desinteresado como siempre, enérgico y vital como siempre, amigo como siempre. Recuerdo la aceptación generosa para que diera el pregón de apertura que ofreció en la Peña "Torres-Macarena", en octubre de 1991, con motivo del centenario del nacimiento de Manuel Vallejo; y la vez que le pedí que viniese a Córdoba para recitar solamente un poema de su cosecha en un acto al que titulamos "Cepa de Oro"; y decir que sí, un año y otro, para ser miembro del jurado del "Compás del Cante"... Jamás me dejó tirado en la cuneta. En justa correspondencia, también él ha contado conmigo en varias ocasiones que verdaderamente le agradezco, porque fueron todas sencillamente hermosas.
Antonio tiene una vitalidad que para sí la quisieran muchos jóvenes. No para. Nunca ha parado de trabajar como abogado, de escribir, de dar conferencias, de ser miembro de jurados de muchos concursos. Su obra poética es gigantesca y diversa, y su hablar sentido y sonoro, voz hecha para el verso. Todavía tengo el recuerdo de cuando Sevilla lo sacó a hombros del Teatro Álvarez Quintero en la mañana del domingo 6 de abril de 1986, después de haber dado el Pregón Taurino. O de la voz, que aún se desgrana en versos, de su Pregón de la Semana Santa...
Tuve mucha suerte en conocerlo, en que Dios quisiese que fuese una de las personas que tenían que pasar por mi vida. Lo admiro en todo: en su forma de escribir, en su amistad, en su forma de saber ser y estar. Nuestra amistad fue acrecentándose con el paso de los años y no había un libro suyo nuevo que saliese que no me lo enviase con una cariñosísima dedicatoria, como sigue haciendo.
Antonio es de esas personas casi imprescindibles para entender que la vida merece la pena de vivirla.
¡Qué suerte de amigos, Emilio! Antonio Murciano, por lo poco que lo he tratado y lo mucho que sé -y ahora más- de su calidad como ser humano y poeta, se acerca a la perfección. ¡Qué suerte de Arcos y de los flamencos que cantan sus letras...! Una vez me llamó para preguntarme por Helios, un trianero desconocido en su pequeña patria, magnífico pintor y cartelista, aparte de otros méritos. Estaba preparando un trabajo sobre andaluces destacados. Tú le dijiste que me llamara y la ocasión me sirvió para llegar a conocer a uno de nuestros paisanos más interesantes. Entonces no sabía más que él de este personaje. Escuchar a Antonio Murciano es una delicia. Suerte de los que están cerca de su sabiduría.
ResponderEliminarA mí me ha enseñado mucho en todo. Sabes bien que a mis amigos os elijo por eso: porque me enseñais muchas cosas que yo no sé, que son la mayoría.
ResponderEliminarAntonio es una fuente de sabiduría, pero también de amistad "jonda".
A ver si escribes algo de tu tio Don Ramón Gonzalez y Gonzalez...único hermano de tu madre Doña Maria Manuela Gonzalez y Gonzalez,para mi como mi padre mi querido tio Ramón. Si no lo haces tu quizás lo haga yo. Besos de tu prima. Inma
ResponderEliminarSiento decirle que se ha equivocado. Ni tengo un tío que se llame Ramón ni mi madre se llamaba María Manuela ni tengo una prima que se llame Inma.
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