
Labios de corazón. Chaquetas blancas.
Colgaduras. Banderas. Farolillos.
Por sus cuatro costados la caseta
se abre a cuatro horizontes de abanicos.
Pregones y silbidos. Humaredas.
Lentejuelas, crespones, lazos, moñas
columpian su esplendor en una nube
entre olores de anís, sudor y nardo.
En el acordeón un vals marchito
agoniza y revive entre estertores,
resoplidos y estruendo de charanga.
Es el vals de las olas. Vals eterno
que las parejas aun valsan y valsan
en la vieja caseta del recuerdo.
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