jueves, 13 de mayo de 2010

MI ADIÓS A ANTONIO OZORES


Confieso de entrada que jamás he sido un cinéfilo. El llamado "Séptimo Arte" jamás me ha atraido, excepto en aquellos años de posguerra en los que me divertía con mi padre viendo películas de humor en el cine Rocío -tan cercano a la casa de mi abuela-, en el Triana Cinema, o en los locales veraniegos del Estrella, Alfarería, San Telmo, Giralda, Evangelista, Santa Cecilia o San Jacinto, preferentemente en el San Jacinto por la cercanía con El Tardón, la barriada donde vivíamos desde 1957.

Por lo tanto, no puedo decir como me parece que dijo Alberti -creo que fue él y si no es así ruego me corrijan- aquello de: "Un respeto, señores, nací con el cine". El cine, para un niño como yo, tan lleno de calamidades, lo tenía en vivo en la propia calle: hombres con las piernas cortadas por los horrores de la guerra, cientos de niños con poliomielitis, corrales hacinados, alpargatas de esparto, prendas casi transparentes de tantos y tantos lavados y miles de zurcidos, calles llenas de tullidos a causa de la hambruna... Pero las únicas películas que me hacían reir eran las que le gustaban a mi padre, las protagonizadas por Stand Laurel y Oliver Hardy, Pepe Isbert, Manolo Morán, Mari Santpere y un entonces jovencísimo Antonio Ozores, con el que yo disfrutaba con aquellos extraños trabalenguas que lo hicieron tan famoso.

Recuerdo una de sus películas que vi en compañía de mis padres en el cine Estrella que se titulaba "El Cerro de los locos". Desde entonces, estas películas tan anodinas, tan si apenas trama y de tan bajo coste, me engancharon y más tarde a mi hijo Emilio, quizás el único, junto conmigo, que siempre hemos preferido el humor -por muy mala que fuese la película- a las grandes tragedias cinematográficas, al cine histórico, a las costosas superproducciones, a los múltiples rodajes sobre el Oeste o al cine fantástico y de efectos especiales. Cada vez que él estaba en casa conmigo y sabíamos que había una película de Antonio Ozores, disfrutábamos como dos niños con esas ocurrencias lingüísticas y hasta con el mal guión que no tenía ni pies ni cabeza.

Ayer fallecía aquel valenciano que ante tantas tristezas de la posguerra supo poner muchas sonrisas en mis labios niños. Falleció un trabajador nato que se había llevado toda su vida en el espacio de un plató haciendo anticine como dirían los cinéfilos y haciendo el cine que a mí me gustaba como evidente neófito en la materia. Llegué a conocerlo en persona, muy difusamente, cuando se rodó en el Seminario Menor de Pilas, donde yo estudiaba por aquel entonces, la película "Alegre juventud", en la que todos participamos como relleno, y en cuyo rodaje (1963) conocimos "en persona" a él y a su hemano José Luis (siempre en su sillita de ruedas por una compleja enfermedad), a Adolfo Marsillach; Elisa Montes (que sería su mujer) José Riesgo y Elena María Tejeiro, rodaje que nos vinos muy bien porque se hizo a principios de junio y gozamos aquel año de cierta mano blanda en los exámenes.

No entiendo de cine, no me gusta y bien que lo siento. Más siento la muerte de este artista sencillo que me hizo reir en los años más tristes de mi vida. ¡Descanse en paz quien quizás me libró, sin saberlo, de un suspenso casi seguro en los exámenes de aquel año tan lejano!

3 comentarios:

  1. Emilio en la web www.seminariomenordepilas.es podrás ver de nuevo la película "Alegre Juventud", si quieres.
    Posiblemente te veas en uno de esos figurantes. Hay un resumen fotográfico de ellos.
    Saludos
    Manolo Cruz

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  2. Emilio Jiménez Díaz8 de junio de 2011, 13:23

    ¡Qué alegría me das de saber que puedo encontrar esa película! ¡Un millón de gracias!
    Claro, allí estaré como un figurantillo más.

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  3. Emilio necesito contactarte de forma personal, mi correo es: redaccion@seminariomenordepilas.es

    Saludos y gracias

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