Este tango argentino famosísimo, nacido en las Ramblas de Barcelona con letra de Félix Garzo y música de Juan Viladomat, se escribió para la revista "La Nueva España", estrenada con poco éxito en el teatro Victoria barcelonés. Quien lo estrenó y lo llevó al microsurco, el año 1926, fue la artista Ramoncita Rovira, aunque fue versionado posteriormente por Rosita Quiroga, el siciliano Ignacio Corsini, Argentino Ledesma, Carlos Dante con Alfredo de Angelis, la mexicana Libertad Lamarque con Víctor Buchino, Héctor Varela, Carlos Acuña, La Bella Dorita, Imperio Argentina y, en versión cómica, por Mary Santpere, aunque la que lo llevó a su más alta cumbre, por la sensualidad que imprimió a su interpretación, fue Sara Montiel en la película más taquillera del cine español de aquellos años: "El último cuplé" (1957).
Esta película, en la que también se canta "El relicario", fue dirigida por Juan de Orduña, con guión de Antonio Mas-Guindal y José María de Arozamena, música de Juan Solano e interpretación de Sara Montiel -su gran lanzamiento al cine internacional-, Armando Calvo, Enrique Vera, Julita Martínez, Alfredo Mayo, Matilde Muñoz Sampedro y José Moreno, entre otros.
A pesar de nacer con la intención de un remedo del tango argentino, no podían esperar sus autores el éxito conseguido a ambos lados del Atlántico. Fue precisamente en Argentina, donde lo introdujo el grupo "Los Mexicanos", donde este tango conoció su versión instrumental por parte del gran compositor e instrumentista Roberto Firpo.
Hay quien sostiene que el cigarrillo y el humo del que se nos habla en el corpus de la letra es de cocaína o cannabis, por aquello de "humo embriagador, adormecimiento o egipcio especial". No hay que extrañarse porque en aquella época tal consumo estaba tan al día como hoy y porque la literatura básica de la misma es sugerente en connotaciones.
Hay quien sostiene que el cigarrillo y el humo del que se nos habla en el corpus de la letra es de cocaína o cannabis, por aquello de "humo embriagador, adormecimiento o egipcio especial". No hay que extrañarse porque en aquella época tal consumo estaba tan al día como hoy y porque la literatura básica de la misma es sugerente en connotaciones.
Fumar es un placer/ genial, sensual./ Fumando espero/ al hombre a quien yo quiero,/ tras los cristales/ de alegres ventanales/ y mientras fumo/ mi vida no consumo/ porque flotando el humo/ me suelo adormecer./ Tendida en la chaisse longue,/ fumar y amar.../ Ver a mi amante,/ solícito y galante,/ sentir sus labios/ besar con besos sabios/ y el devaneo/ sentir con más deseo/ cuando sus ojos veo/ sedientos de placer./ Por eso estando bien/ es el fumar un edén./ Dame el humo de tu boca./ Anda, que así me vuelvo loca./ Corre, que quiero enloquecer/ de placer,/ sientiendo ese calor/ del humo embriagador/ que acaba por prender/ la llama ardiente del amor./ Mi egipcio es especial,/ qué olor, señor./ Tras la batalla/ en que el amor estalla,/ un cigarrillo/ es siempre un descansillo/ y aunque parece/ que el cuerpo languidece,/ tras el cigarro crece/ su fuerza, su vigor./ La hora de inquietud/ con él, no es cruel,/ sus espirales son sueños celestiales/ y forman nubes/ que así a la gloria suben/ y envuelta en ella/ su chispa es una estrella/ que luce clara y bella/ con rápido fulgor./ Por eso estando bien/ es mi fumar un edén.
Otra de las grandes canciones de aquellos años, concretamente de 1921, aunque algunos tratadistas la fechan dos años antes, fue el cuplé "Nena", con letra de Pedro Puche y música de Ricardo Zamacois, escrita para el lucimiento de Salud Ruiz, de la que también se apropió Raquel Meller, y cuya revitalización para las nuevas generaciones debemos, una vez más, a la artista manchega Sara Montiel, que vuelve a catapultarla en "El último cuplé" con una interpretación singularísima. Para mí, "Nena" es uno de los cuplés más sencillos y bellos de esta etapa en la que se va cimentando la después llamada canción española. Todo el aparato de gestión, inteligencia y mezcla de estilos que desembocarían en uno de los tiempos más fecundos y creativos de nuestro país, se va forjando con canciones como esta.
Juró amarme un hombre/ sin miedo a la muerte./ Sus negros ojazos/ en mi alma clavó./ "Tu amor es mi sino,/ tu amor es mi suerte,/ tu amor es mi vida",/ me dijo y juró./ Llegar, me juró en su querer,/ más allá del dolor y el placer/ y, loca la hermosa promesa del hombre,/ yo fui una mujer.// Nena -me decía loco de pasión-,/ nena, que mi vida llenas de ilusión,/ deja que ponga con embeleso/ junto a tus labios la llama divina de un beso.// Un día en sus ojos/ la fiebre brillaba,/ ¡aquellos ojazos/ que en mi alma clavó!/ Al ver que la vida/ fugaz escapaba/ de aquel que en sus besos/ la vida me dio,/ yo loca a su lado corrí,/ "Vive, vive!" exclamé para mí./ Y él, que se moría, aún sonreía/ diciéndome así:// Nena...
Ya empiezan a fragüarse historias que tienen exposición, nudo y desenlace, tal como se ha estructurado nuestra actual historia de la copla. No son sólo las cuartetas o quintillas independientes que van contando cosas sueltas sin punto de hilación. La copla toma cuerpo, como las buenas soleras, y deja la fragilidad de la picaresca del momento. Tiene algo que debe contar en muy pocos versos, y lo cuenta bien: como una gran historia mínima llena de contenido a la que la música pone emoción y marcado sentimiento para que pueda quedarse pegada para siempre en el alma popular. La copla empieza a emocionarnos de una manera especial, a llenar los espacios libres de nuestra memoria, a quedarse como un tatuaje grabado en nuestra epidermis.
¡Qué sencilla y qué difícil la copla!
Otra de las grandes canciones de aquellos años, concretamente de 1921, aunque algunos tratadistas la fechan dos años antes, fue el cuplé "Nena", con letra de Pedro Puche y música de Ricardo Zamacois, escrita para el lucimiento de Salud Ruiz, de la que también se apropió Raquel Meller, y cuya revitalización para las nuevas generaciones debemos, una vez más, a la artista manchega Sara Montiel, que vuelve a catapultarla en "El último cuplé" con una interpretación singularísima. Para mí, "Nena" es uno de los cuplés más sencillos y bellos de esta etapa en la que se va cimentando la después llamada canción española. Todo el aparato de gestión, inteligencia y mezcla de estilos que desembocarían en uno de los tiempos más fecundos y creativos de nuestro país, se va forjando con canciones como esta.
Juró amarme un hombre/ sin miedo a la muerte./ Sus negros ojazos/ en mi alma clavó./ "Tu amor es mi sino,/ tu amor es mi suerte,/ tu amor es mi vida",/ me dijo y juró./ Llegar, me juró en su querer,/ más allá del dolor y el placer/ y, loca la hermosa promesa del hombre,/ yo fui una mujer.// Nena -me decía loco de pasión-,/ nena, que mi vida llenas de ilusión,/ deja que ponga con embeleso/ junto a tus labios la llama divina de un beso.// Un día en sus ojos/ la fiebre brillaba,/ ¡aquellos ojazos/ que en mi alma clavó!/ Al ver que la vida/ fugaz escapaba/ de aquel que en sus besos/ la vida me dio,/ yo loca a su lado corrí,/ "Vive, vive!" exclamé para mí./ Y él, que se moría, aún sonreía/ diciéndome así:// Nena...
Ya empiezan a fragüarse historias que tienen exposición, nudo y desenlace, tal como se ha estructurado nuestra actual historia de la copla. No son sólo las cuartetas o quintillas independientes que van contando cosas sueltas sin punto de hilación. La copla toma cuerpo, como las buenas soleras, y deja la fragilidad de la picaresca del momento. Tiene algo que debe contar en muy pocos versos, y lo cuenta bien: como una gran historia mínima llena de contenido a la que la música pone emoción y marcado sentimiento para que pueda quedarse pegada para siempre en el alma popular. La copla empieza a emocionarnos de una manera especial, a llenar los espacios libres de nuestra memoria, a quedarse como un tatuaje grabado en nuestra epidermis.
¡Qué sencilla y qué difícil la copla!
Dos joyas en el mundo del cuplé y aunque bien diferentes ambas son muy representativas del género. Confieso que "Nena" es mi cuplé predilecto". Compuesto por Joaquín Zamacois, erudito musical cuyos métodos de solfeo y armonía aún se utilizan en nuestros conservatorios. El éxito de "Nena" le fue muy rentable, aunque le resultó dificil admitir que después de haber compuesto varias sinfonías, fuese un mero cuplé el que mejorase su situación económica. Me encantaría que escuchara usted mi versión. Gracias nuevamente.¡Qué bien se expresa!
ResponderEliminarMe alegra coincidir con usted en que este cuplé es uno de los más hermosos de cuantos de crearon en aquel tiempo. Tiene ritmo, sensualidad, armonía musical y literaria..., y la prueba es que aún está vigente y ha sobrevivido a todo. Desconocía, cosa que le agradezco de veras, la anécdota de Joaquín Zamacois.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por su piropo.