martes, 11 de mayo de 2010

PERSONAS EN MI VIDA: ANTONIO MAIRENA (2)

Jamás Antonio quería oír hablar del inventor del vocablo "flamencología", el argentino Anselmo González Climent, desde el día que en "Antología de Poesía Flamenca" (1961), en su poema "Flamenco por verso", lo definía como "nieve en Sevilla", sólo dos líneas que sirvieron a los antimairenistas para burla y escarnio del artista y a Mairena para sentir clavada una espina que le hería su sensibilidad y, qué duda cabe, su legítimo orgullo. Cuando yo le sacaba el tema, él, con el habitual tic de cuello que siempre le acompañó cuando estaba nervioso, cambiaba con una rapidez asombrosa de conversación. Un buen día le dije que, como amigos, por qué tenía que obviar aquello, e intenté convencerlo llevándolo a mi terreno: -Mire usted, Antonio, lo que Anselmo escribió de usted es un piropo magnífico. Nieve en Sevilla quiere decir "lo imposible", lo que usted ha hecho con el cante: llevarlo a su más grande dimensión. Cuando ya se cansó de que intentara hacerle comprender mi teoría, remató la conversación con una frase genial, digna de "El Guerra": -¡Que no, Imilito, que no, es que ese argentino tiene mu mala leche! Esas salidas, con las que yo me reía por dentro, eran muy habituales en él, porque a pesar de parecer una persona muy adusta y seria tenía un gran sentido del humor, aunque también del honor.

En otra ocasión me dio una lección magistral pero con el señorío que siempre le caracterizó. Puse en el programa "Ser del Sur" un cante suyo por fandangos que abría la cara B del microsurco "La Llave de Oro del Cante Flamenco", que grabó con Hispavox el año 1964. En mi breve y sincero comentario dije a la audiencia que qué mal cantaba Antonio por este "palo" en álbum tan significativo pero tan raro, donde se mezclaban los cantes por soleá, seguiriyas, bulerías y martinete, con los fandangos verdiales, la malagueña, el polo, la granaína y los tarantos, que al decir de Mairena, y me lo creo, fueron impuestos por la propia firma.

El viernes de esa misma semana, Antonio me llamó a casa: Imilito ¿tienes algo que hacer mañana? Al decirle que no, nos citamos a las diez en el Parador de La Cruz del Campo, a pocos metros de su casa, y se subió en mi Renault 4-L amarillo, al que habíamos apodado cariñosamente "La Lecherita" por aquello de ser el coche habitual de los repartidores de este producto. Tras el cordial saludo me dijo que tirase para su pueblo natal. Allí, en la Plaza de las Flores que hoy lleva su nombre, en el bar Libra, situado en la casa donde había nacido en 1909, nos esperaban su hermano Curro -qué gran perfil humano y qué gran cantaor y qué enorme respeto y veneración a Antonio-, amigos comunes de su Casa del Arte Flamenco y otros amigos y aficionados de la localidad. Desayunamos, charlamos sin prisas y, a la hora del ángelus, me indicó adónde debíamos ir. A la salida del pueblo, en un hermoso paraje, se encontraba la Venta de los Conejos y, para mi sorpresa, aún había más gente esperándonos con guitarrista incluido. Tras un almuerzo suculento, y después de los postres, Antonio reclamó la presencia del tocaor -creo recordar que era José Luis Postigo-. ¡Qué gran inocencia la mía creer que nos iba a deleitar un rato por soleá y seguiriyas como nos tenía acostumbrados en otras ocasiones! Desde las cinco de la tarde hasta las once de la noche, Antonio Mairena no paró de cantar por fandangos. No los cantaba para los demás, los cantaba para mí, para darme la lección magistral que bien me merecía por aquel comentario insolente. Fandangos de todos los estilos. Si uno bueno, el otro mejor. Cerca de seis horas de la mejor antología.

Cuando acabó la fiesta, lo abracé y le pedí perdón. Pero, con un señorío que sólo poseen las personas de exquisita humildad y gran corazón, me sonrió con una franca sonrisa, me apartó a un lado y me dijo sin que nadie pudiera enterarse: -Imilito, si yo sé cantar por fandangos, pero no me gustan, y además no me valen para la historia que yo llevo p'alante. ¡Este era Antonio y esta su grandeza!

2 comentarios:

  1. ¡Que suerte, Don Emilio! Eso no se puede borrar de la memoria ni del alma, y que orgullo el de Antonio. Aunque no comparto que Mairena no hiciera bien esos cantes en sus grabaciones, he tenido la suerte de escuchar una cinta casera que podría ser esa tarde, en la que interpreta una serie de 10 0 12 fandangos seguidos, de Huelva, Alosno, Almendro, Aznalcollar...y aunque el sonido no es muy bueno, es suficiente para comprobar la categoría como músico del maestro Mairena.

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  2. Emilio Jiménez Díaz11 de mayo de 2010, 18:20

    Me dio una gran lección que jamás olvidaré. Cantó por todo: fandangos de Huelva, de Lucena, fandangos del de la "Calzá", de "El Gloria", de Rengel, de Rebollo... ¡Una lección única!

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