
No sé por qué senderos, qué aventuras,
se encalló la guitarra entre tus manos,
siendo bendito tú entre los humanos,
arrancándole hieles y dulzuras.
Nunca sabré por qué suenan tan puras
-crespadas olas de tus oceanos-
las notas de unos duendes alazanos
que cabalgan al son de tus diabluras.
Arañas, sortilegias, luz floreces
en ese diapasón que forma mares
de orillas blandas para tu corcel.
Pleamar de seis cuerdas, tú te creces
y eres jinete que en sonoros lares
siempre domas al duende, Rafael.
Pleamar de seis cuerdas, tú te creces
y eres jinete que en sonoros lares
siempre domas al duende, Rafael.
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