lunes, 26 de abril de 2010

DESDE MI TORRE: LA MACARENA VISTA POR UN TRIANERO

En enero de 1985, mi compañero en "El Correo de Andalucía", Pepe Álvarez, me pidió una narración costumbrista sobre el barrio de La Macarena, sabiendo, indudablemente, que yo era un trianero de la pata, de la aguja, de esos que no pronuncian una frase con punto y final sin que salga en ella, a caudal abierto, el nombre de Triana.

Hoy, repasando algunos viejos papeles, me he encontrado con este artículo publicado el día 30 de aquel mes y año. Estas cosas que uno escribió hace justamente un cuarto de siglo, son, como yo las llamo, los "bocadillos de la nostalgia", por aquello de que todavía te alimentan la memoria. Decía así:

Triana. Es curioso el espíritu étnico de nuestro barrio, perfilado en la margen derecha del río grande. También celebra curiosidad que Triana esta personalizada en la pluma de insignes escritores, en el corazón de los viajeros, en todas las guías de la ciudad y, a tirón de "reflex", en las máquinas sofisticadas y retrateras de los turistas...

La Macarena, con perdón, es otra cosa, otro barrio con menos particularidad, otra dimensión. Guarda cierto tufo personalista, pero no llega a tener recia y sabia personalidad. Quiere aparentar con vestimentas de altura, de altos rangos, pero jamás va vestida a la moda. Sueña, por el nombre de la Virgen que lo ampara, con grandes espacios, pero la historia lo situa como arrabal extramuros de la ciudad con fértiles huertas propiedad de un noble romano llamado Macarius. Vamos a dividir, pues, los sectores, porque parece que desde que se sale o se entra por Trajano o por Amor de Dios, hasta llegar al campo de las malvas, a los altos mirtos y cipreses, al recuerdo en silencio de nuestros muertos, tocando por un lado la parroquia de San Julián y por el otro flanco la calle Guadalquivir, todo es barrio de La Macarena, con Alameda de Hércules de por medio. Para el macareno-macareno, sus calles serán las mismas de siempre y sus espacios los justos, aunque se hayan apropiado de algunas calles intramuros. La Macarena, en un justo medio sin tantas ambiciones, sería: Resolana, Adelantado, Bécquer, Torres y Torrijianos, Escoberos, Pozo, Carranza, Monederos, Esperanza, Malpartida, Macarena y, siendo dadivoso, un tramo de Feria hasta Relator, más todas las calles de nueva creación que crecieron cercanos al arco-puerta de los siete pingorotes por sus remotas tierras de labor, huertas y alquerías. El Pumarejo es un mundo distinto, y San Julián, San Marcos y Santa Marina y San Luis, y Omnium Sanctorum...

A mí, para que engañarme ni engañaros, me gustaba lo poco que quedaba de esa Macarena rancia de sabores y algarabías: la de la mañana, cuando todavía el sol no se atrevía a abrir la puerta del Oriente; la de los churros tempraneros, codiciado por cazadores con sus galgos para acompañar el café en "Río Plata"; la del Viernes Santo, cuando una mujer de verde y oro, como en tardes lujosas maestrantes, vuelve a casa más morena por la cera y más bendita por más bendiciones; la Macarena de la duermevela, a caballo entre dos luces, entre dos horizontes...

En la plaza principal de sus correrías, junto a los "calentitos" de la mañana, el sabor a duro aguardiente y la prensa temprana en un quiosco que debía haber copiado Queraltó, se levanta, como un gran fantasma renacentista labrado con piedras de El Puerto de Santa María, el Hospital de las Cinco Llagas -aunque fueron más por sus huellas-, el Hospital de la Sangre, el de La Macarena o el Hospital Central, que para tantos nombres dio este vetusto edificio del XVI -fundado por doña Catañina de Ribera-, en el que tantos niños sevillanos vinieron al mundo y tantos y tantos se perdieron en los cielos azules de una medicina antigua con la que no podía, sin medios, ni don Antonio Cortés.

Es curioso que cada vez que paso por la Macarena el barrio me huele a redoble, a viejos pensamientos, a recuerdos lejanos y amargos, a extraños e inolvidables secretos, cual si una película amarillenta me reinvirtiese tiempos que he querido ir tapando con el barro de los nuevos días de mi vida. Pero es verdad que, sobre los altos sinsabores del ayer, también he gozado lo mío, y parte de lo de los demás, en las nuevas vendimias de mis años. Acercado al mundo del Flamenco -del que nunca me he separado- he sabido del valor de una lágrima emocional en el instante mágico del remate de un tercio, la hermosura de una falseta insólita... En la calle Torres, una peña pionera, la "Torres-Macarena", fue basílica y santuario de mis días mozos. Entre quejíos de la noche, presentía la hermosa hondura de los cantes y alababa a aquellos hombres que, en un minúsculo cuarto, mantenían viva la llama de los cantes de otras décadas: El Colorao, El Carbonero; El Escoberito, El Pesca, Alfonsito Campoy, Pies de Plomo, La Tomasa, Eduardo el de la Malena..., viejos semblantes transplantados desde la Alameda.

Soñaba y sueño: ¿Cómo sería esa Macarena antigua en la que se escuchaba resoplar el tren por su llanura, lindada de vergeles de brócoles y coles, de alquerías y cuadras, de conventos y casas vecinales? ¿Dónde, en qué lugar, el pasado efímero industrial de la Torre de los Perdigones, la entrañable gracia de El Sopera, la prostituta que -por supersticiosa- nunca se perdía la misa de siete? ¿En qué sitio está la Macarena del aguaducho y la verbena de verano, la del tranvía y la diversión constante, la del habla distinta a todos los demás barrios?...

Ya, en verdad, en la Macarena sólo queda La Macarena, la morena de San Gil, la que el pueblo da en rivalizar con nuestra Esperanza trianera para enfrentar a dos barrios que en nada se parecen ni en hermosura ni en extensión. Queda el cortijo de la Junta, el busto a Fleming -por aquello de que amor con amor se paga-, la verde plaza, el quiosco, la muralla y la única puerta que se salvó en Sevilla tras la ignominiosa destrucción de todas a finales del XIX. Hay una antigua soleá trianera que decía: "En Triana yo he nacío/ y me da pena Triana/ con lo que Triana ha sío". A mí la Macarena también, para qué engañarnos.

4 comentarios:

  1. Y tal como nos refería Ángel Vela en un comentario reciente: hay que ver lo que ha crecido el distrito Macarena mientras que Triana sigue menguando.
    Y hay que ver el cariño que le tiene nuestro Ayuntamiento a este distrito y la cantidad de obras que en él realiza...y la cantidad de facturas falsas que paga. Por cierto, con el dinero que se gastan en publicidad todavía no he visto publicado en ningún panfleto municipal que un secretario municipal, del PSOE, de este distrito fue condenado a algunos años de cárcel por MALVERSACIÓN DE FONDOS PÚBLICOS, o lo que es lo mismo por "mangazo". Creo que la condena fue ratificada por el Tribunal Supremo y por tanto el "mangazo" no es presunto sino que es un "mangazo" en toda regla. Y todo esto siendo alcalde Monteseirín.

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  2. Es que ya mismo la Macarena va a llegar hasta La Campana. Date cuenta que en ese distrito está el cortijo de la Junta. ¿Cómo va a haber un bache con tanto coche oficial como pasa por allí?. Lo que ha pasado con el distrito Macarena no tiene nombre, el caso de las facturas nos demuestra hasta dónde son capaces de llegar estos señores que nos hablan de crisis y de apretarse el cinturón. La cosa se está poniendo mal, muy mal.

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  3. Lo más curioso es que incluso los nacidos en lugares con tanta historia como la calle Feria o San Julián, por ejemplo -al menos yo conozco a más de uno-, cuando se les pregunta de dónde son dicen que "de la Macarena"; con lo que fue la "Heria" y el barrio de San Julián. Creo que la afilación a la hermandad y a la famosa imagen tiene alguna culpa de todo esto... Allí por donde pasa la cofradía es "la Macarena", de modo que pronto la avenida de la Constitución ya sabemos cómo se llamará en un próximo futuro. Todo dicho con el mayor cariño y respeto a ese barrio que tú evocas con tanta verdad y que yo también admiro.

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  4. Es como si nosotros dijéramos que Triana llega hasta Matalascañas y que todo el Aljarafe es Triana. Es un buen razonamiento el de la Virgen.

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