
Una llama, encendida de repente
en el ascua difusa de las venas,
crepita entre los pies, forjando apenas
el musical escorzo de la frente.
El hierático ardor hinca su diente,
y con afán de mútilas cadenas
los brazos rompen ya formas serenas
en elación del ímpetu creciente.
Pero el clamor que aflora a la garganta
sucumbre en el compás, como la planta
que ante el milagro de la flor se inmola.
¡La rítmica quietud queda esculpida
con toda la cadencia contenida
en subitánea y fulgurante ola!
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