viernes, 5 de marzo de 2010

SEVILLA CAMBIÓ DE RITMO

LUCHA DE AUTOBUSES Y TRANVÍAS


Sí, a finales de la década de los cincuenta Sevilla fue cambiando de ritmo, el alternador de corriente por el "gasoil", las llantas férreas bilbaínas por la "firestone", y la obligatoriedad del raíl por la anarquía del volante. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, el sistema de transportes de la Compañía de Tranvías fue cediendo al nuevo y modernísimo modelo municipal. El traqueteo diario de aquel "peligro amarillo" fue apagándose en las dos cocheras existentes, para dejar paso a los resoplidos orgullosos de los "chatos" autobuses.

Tanto cambió que hasta varió el paisaje urbano que, habituado al color amarillo chillón de aquellos rendidos cacharros, fue cambiando su fisonomía ambulante por el celeste y crema establecidos del autobús, llevando en sus lomos metálicos, en vez de las siglas tranviarias, el escudo de nuestra ciudad, ese calcografiado "nomadejado" que abrió nuevos caminos de confianza para el usuario.

Poco a poco, desaparecieron los postes de la amplia red del tendido eléctrico, las originales señalizaciones en hierro colado de las paradas habituaes y las huellas paralelas de sus raíles. Desaparecieron los traqueteos diarios, las aparatosas salidas de los troles, las súbitas paradas en cualquier sitio por la falta de fluido..., pero, qué duda cabe, desapareció también una época importante de los usos y costumbres de varias generaciones de sevillanos.

El autobús acabó con la vida del tranvía, quedando éste como partícipe de una larga historia alborotada y ciertamente nostálgica. El 8 de Mayo de 1960, el ayuntamiento retiró la última línea de tranvías de las calles de la ciudad, concretamente la 17, que iba de la Gran Plaza a la Puerta de la Carne. El último coche que hizo el recorrido fue el 302, cuya fotografía pueden ver en los álbumes que hemos anexado a este trabajo. Aunque el último estertor tranviario culminó el 17 de Enero de 1965 al cerrarse la línea de Puebla del Río, cuyo último tranvía durmió el sueño de los justos en la cochera de Triana.

Lástima que a estos tranvías, como en otras ciudades del mundo, o se ls hubiese dado un destino más feliz, situando algunos de sus ejemplares más característicos en algunos jardines de nuestra ciudad convertidos en merenderos, en algunos parques infantiles o, incluso, creando una línea turística al lado del río, en el Paseo Marqués del contadero.

El último tranvía, asmático y cansado por los años, tal vez fuese el que esbozara en su última morada: ¡Malaya la suerte mía!/ Mi padrino, al bautizarme,/ me puso un nombre: TRANVÍA./ ¡Vaya un tío más pelmazo!/ ¿Por qué no me llamaría/ en vez de tranvía "Pegaso"?/ Y no es que le tenga envidia/ a esos "chatos" fulastrones,/ es que caminan "soplando"/ sinque se les salga el "trole".

Con este último suspiro, más que merecido, el tranvía se fue y, con él, un trozo entrañable de la vida sevillana. Pero los sevillanos, a pesar de las muchas mejoras que trajo consigo este nuevo servicio, aún siguen recordando en no pocas charlas a aquel viejo tranvía de tantas amargas desventuras. Cosas de la nostalgia.

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