¡Qué revuelo de alas, de sinfonías, de silbos, de gracia plena...! ¡Qué de gitanería por el espacio mágico del arrabal! ¡Qué aire de geranios en flor, de pétalos de rosas, de claveles sangrantes de perfumes! ¡Qué milagrería compartida, qué ensueños sin desvelar, que anunciación gozosa se presiente...!
Parece, con serlo, Triana más Triana, más ella misma asomada a sus calles, más pregonera que pregonada. Ya ha vencido la alta noche y nadie tiene sueño. Hasta el río hace un guiño de pararse unas horas y no caminar hasta Sanlúcar. Todo bulle. Todo se contagia. La proa de la madrugada enfila hacia Pureza buscando los ojos negros de una mujer del barrio. Vacíos están los corrales y las almendras de las casas de vecinos. Vacíos los aledaños y las barriadas de la periferia. Vacías las fragüas y solitarios los tornos... Y no se cabe en ese Altozano, que es el corazón de la Triana más pura, esperando esperanzado a su Esperanza. Están llenos los balcones de esas arterias mágicas y precisas que en él desembocan como ríos penitentes. Se mira el reloj con la misma impaciencia que hace ciento noventa y cuatro años esperaban sus hermanos la primera salida de su capilla marinera de la calle Larga. Entre tantos suspiros, entre tanto bullicio, sólo se quiere oír
Parece, con serlo, Triana más Triana, más ella misma asomada a sus calles, más pregonera que pregonada. Ya ha vencido la alta noche y nadie tiene sueño. Hasta el río hace un guiño de pararse unas horas y no caminar hasta Sanlúcar. Todo bulle. Todo se contagia. La proa de la madrugada enfila hacia Pureza buscando los ojos negros de una mujer del barrio. Vacíos están los corrales y las almendras de las casas de vecinos. Vacíos los aledaños y las barriadas de la periferia. Vacías las fragüas y solitarios los tornos... Y no se cabe en ese Altozano, que es el corazón de la Triana más pura, esperando esperanzado a su Esperanza. Están llenos los balcones de esas arterias mágicas y precisas que en él desembocan como ríos penitentes. Se mira el reloj con la misma impaciencia que hace ciento noventa y cuatro años esperaban sus hermanos la primera salida de su capilla marinera de la calle Larga. Entre tantos suspiros, entre tanto bullicio, sólo se quiere oír
el repique alborozado de las mínimas campanas de Nuestra Señora de las Nieves, San José y San Francisco, bronces anunciadores de ese momento sublime en que la Cruz de Guía confirma, un año más, la salida del Santísimo Cristo de las Tres Caídas y Nuestra Señora de la Esperanza.
Casi rozando las aristas de la puerta, Cristo saldrá por la calle Pureza para ir a la consumación de ese destino que es el Gólgota. No va aquí ayudado por el campesino Simón de Cirene, pero toda Triana, a lo largo de su recorrido, se hará manos cirineas para que ese Cristo del gremio de la marinería reciba el bálsamo de los piropos, la ternura del aliento y los mejores costales de sus trabajaderas.
Y llegará la gloria a la gloria de Triana cuando en la alta madrugada su Esperanza, verdor de los verdores, jardinera del vergel más florido, con un trozo de mar que borda su manto y escoltada por las doce espigas ondulantes de los varales, asome desde su calle al Altozano, dolorosa y riente hacia la otra orilla del viejo puente, para hacerse patena y ofrecerle a Sevilla el embrujo moreno de su rostro bendito desde la proa en ascuas de las flores y las luminarias de su paso, mientras una voz de la perdida Cava afila en las fragüas del corazón el dardo de un martinete:
Dulce Virgen Capitana,
llévanos a tu bonanza,
que ya se embarcó Triana
Casi rozando las aristas de la puerta, Cristo saldrá por la calle Pureza para ir a la consumación de ese destino que es el Gólgota. No va aquí ayudado por el campesino Simón de Cirene, pero toda Triana, a lo largo de su recorrido, se hará manos cirineas para que ese Cristo del gremio de la marinería reciba el bálsamo de los piropos, la ternura del aliento y los mejores costales de sus trabajaderas.
Y llegará la gloria a la gloria de Triana cuando en la alta madrugada su Esperanza, verdor de los verdores, jardinera del vergel más florido, con un trozo de mar que borda su manto y escoltada por las doce espigas ondulantes de los varales, asome desde su calle al Altozano, dolorosa y riente hacia la otra orilla del viejo puente, para hacerse patena y ofrecerle a Sevilla el embrujo moreno de su rostro bendito desde la proa en ascuas de las flores y las luminarias de su paso, mientras una voz de la perdida Cava afila en las fragüas del corazón el dardo de un martinete:
Dulce Virgen Capitana,
llévanos a tu bonanza,
que ya se embarcó Triana
en esa barca gitana
de tu divina Esperanza.
Y todo será ambiente exultante, milagro del fervor y la contemplación que María de la Esperanza nos trae por primavera. Esperanza de todos los trianeros. Esperanza de los que sufren en este valle de lágrimas. Esperanza para que vuelvan a sus calles sus hijos trianeros de la diáspora. Esperanza de los que tienen fe y de los que la perdieron. ¡Siempre ESPERANZA en el corazón verde y oro de Triana! Esperanza a la que cantan los salmos y Esperanza marinera a la que llaman guapa y guapa y guapa, en los salmos del pueblo, ese torrente de amor que baja por la calle Larga.
Se quedará Señá Santa Ana esperando su llegada, y la esperará el río, su río...
que cual una serpentina
hace un columpio de plata
donde y juega y se retrata
la Virgen cuando camina.
Y la esperará pasado el alba la capillita carmelitana, y su hermana de la Estrella, y su antiguo magnolio de San Jacinto, y las monjitas Mínimas de su Cava Gitana...
Pero esta noche es su noche, porque Ella será la Reina de la madrugada olorosa de Triana y de Sevilla, porque Ella, clavado aún en su pecho el puñal de los dolores, quiere ser una vez más, una madrugada más, la Madre y Esperanza de todos los cristianos.
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ)
de tu divina Esperanza.
Y todo será ambiente exultante, milagro del fervor y la contemplación que María de la Esperanza nos trae por primavera. Esperanza de todos los trianeros. Esperanza de los que sufren en este valle de lágrimas. Esperanza para que vuelvan a sus calles sus hijos trianeros de la diáspora. Esperanza de los que tienen fe y de los que la perdieron. ¡Siempre ESPERANZA en el corazón verde y oro de Triana! Esperanza a la que cantan los salmos y Esperanza marinera a la que llaman guapa y guapa y guapa, en los salmos del pueblo, ese torrente de amor que baja por la calle Larga.
Se quedará Señá Santa Ana esperando su llegada, y la esperará el río, su río...
que cual una serpentina
hace un columpio de plata
donde y juega y se retrata
la Virgen cuando camina.
Y la esperará pasado el alba la capillita carmelitana, y su hermana de la Estrella, y su antiguo magnolio de San Jacinto, y las monjitas Mínimas de su Cava Gitana...
Pero esta noche es su noche, porque Ella será la Reina de la madrugada olorosa de Triana y de Sevilla, porque Ella, clavado aún en su pecho el puñal de los dolores, quiere ser una vez más, una madrugada más, la Madre y Esperanza de todos los cristianos.
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ)
No sé si te he contado que tengo una sobrina que se llama Esperanza. Este nombre tiene historia en mi familia. Mi padre, que tuvo seis hijas y tres varones, siempre estuvo antojado de que una de sus hijas se llamara Esperanza. Pero el hombre parece que tenía poca autoridad a la hora de poner los nombres (el relato de por qué cada uno nos llamamos como nos llamamos, daría para un libro), así que se dejó sin su Esperanza. Cuando nació mi sobrina, él ya había muerto (creo que dos o tres años antes) y mi hermana le puso a la niña el nombre preferido del abuelo. La tal Esperanza es un bichito.
ResponderEliminarYa lo conté en mis páginas dedicadas al Turruñuelo: mi hermana Pepi abrazada muerta a mí cuando mi padre había ido al Altozano a despedir a la Esperanza al puente la noche del Jueves Santo de 1955. Tengo que poner en el bolg los versos que mi padre dedicó a la muerte de su hija aquella misma noche.
ResponderEliminarCuando nos mudamos al Tardón, estrenando piso, vino mi nueva hermana, la única que tengo, a la que le pusieron de nombre Esperanza.