No hace falta mirar el almanaque para notar en el atrio y plazuela del Altozano que ya es Domingo de Ramos. Se nota en el gozo de los rostros y se paladea en la mañana de hosannas y de olivos, de palmas, de júbilos y abrazos compartidos. Se mece en las pupilas el ir y venir de la gente, el colorido de los trajes recién estrenados, las francas sonrisas, los abiertos corazones.
Desde la espina dorsal de San Jacinto, que forma la cruz de Cristo con sus cavas -guadalquivires hoy de orillas nazarenas-, se sabe que Dios ha llamado a las puertas del alma de Triana, porque revolotean por el cielo una legión de ángeles morenos anunciándonos, al son de "Estrella Sublime", que ha llegado el día grande el inicio de la Semana Santa.
Mientras llega la tarde, el arrabal vive su mañana más niña y grande esperando el milagro de cada primavera. Vienen los hijos de la diáspora con los ojos abiertos de emociones y todo el caserío se reencuentra en la memoria de los perdidos corrales, los lejanos vecinos, los anfaes comunales... Hoy, por el amor de su Madre, todo vuelve a ser una celebración conjunta, y el arrabal trianero huele a torrijas y a humo dulce de viejas tahonas, a almidón de túnicas dispuestas y a incienso presentido.
(Mi padre hoy, como siempre, hubiese ido en su manigueta izquierda acariciando la plata tallada por Jesús Domínguez...)
Al corre de las horas, Triana se arracima a Ella para acercarla hasta el corazón de Sevilla sigueindo el curso penitencial que la lleva hasta el puente. Es su Estrella, la del firmamento mágico del barrio. Estrella lumiosa para las almas que dudan. Estrella de sus hijos caminantes por los difíciles senderos de esta vida en la que falta pan y a la que sobra odio. Estrella que guía como veleta, Giralda Ella misma entre los brazos amorosos de Justa y Rufina...
Y su arrabal, que no puede olvidar las claras ráfagas de su luz sobre las sombras cotidianas, vibra acaompañando a "La Valiente" en esta tarde especial, formando torrentera junto a Ella, llenando el firmamento de su recorrido de palmas y piropos, de plegarias y lágrimas. Y jamás la deja sola, para que nunca más a su Estrella le roce, ni siquiera con el pensamiento, una mano impía como la que, en 1932, quiso poner más lirios en sus sienes, más tristeza en sus ojos y más amarguras a ese semblante de Madre sufridora.
Triana sabe, cuando su Estrella está en el puente, que su palio se va a ver reflejado en las aguas de su río para llevar un suspiro a su gente de la marinería, porque son muchos los hombres que navegan por el mundo con su nombre entre los labios. Y mientras vuelve, después de haber inundado con su luz el alma sevillana, todos sus hijos se quedarán temblando como las ramas de su antiguo magnolio cuando se desbandaban a su paso las palomas.
Sigue oliendo a día grande recién estrenado, a incienso, a cera, a terciopelo y oro, a humo de tabaco y a aguardiente. Y sigue viva la emoción de la amistad reencontrada, vivos los ojos y vivas las palabras: -¡Cada año que pasa, está más guapa!...
(Y yo hoy, niño con sesenta años, aún sueño que voy agarrado de la mano de mi padre, junto a la manigueta izquierda que tallase en plata Jesús Domínguez...)
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ. Revista "Pasión en Sevilla". Diario ABC. Marzo 2010)
Desde la espina dorsal de San Jacinto, que forma la cruz de Cristo con sus cavas -guadalquivires hoy de orillas nazarenas-, se sabe que Dios ha llamado a las puertas del alma de Triana, porque revolotean por el cielo una legión de ángeles morenos anunciándonos, al son de "Estrella Sublime", que ha llegado el día grande el inicio de la Semana Santa.
Mientras llega la tarde, el arrabal vive su mañana más niña y grande esperando el milagro de cada primavera. Vienen los hijos de la diáspora con los ojos abiertos de emociones y todo el caserío se reencuentra en la memoria de los perdidos corrales, los lejanos vecinos, los anfaes comunales... Hoy, por el amor de su Madre, todo vuelve a ser una celebración conjunta, y el arrabal trianero huele a torrijas y a humo dulce de viejas tahonas, a almidón de túnicas dispuestas y a incienso presentido.
(Mi padre hoy, como siempre, hubiese ido en su manigueta izquierda acariciando la plata tallada por Jesús Domínguez...)
Al corre de las horas, Triana se arracima a Ella para acercarla hasta el corazón de Sevilla sigueindo el curso penitencial que la lleva hasta el puente. Es su Estrella, la del firmamento mágico del barrio. Estrella lumiosa para las almas que dudan. Estrella de sus hijos caminantes por los difíciles senderos de esta vida en la que falta pan y a la que sobra odio. Estrella que guía como veleta, Giralda Ella misma entre los brazos amorosos de Justa y Rufina...
Y su arrabal, que no puede olvidar las claras ráfagas de su luz sobre las sombras cotidianas, vibra acaompañando a "La Valiente" en esta tarde especial, formando torrentera junto a Ella, llenando el firmamento de su recorrido de palmas y piropos, de plegarias y lágrimas. Y jamás la deja sola, para que nunca más a su Estrella le roce, ni siquiera con el pensamiento, una mano impía como la que, en 1932, quiso poner más lirios en sus sienes, más tristeza en sus ojos y más amarguras a ese semblante de Madre sufridora.
Triana sabe, cuando su Estrella está en el puente, que su palio se va a ver reflejado en las aguas de su río para llevar un suspiro a su gente de la marinería, porque son muchos los hombres que navegan por el mundo con su nombre entre los labios. Y mientras vuelve, después de haber inundado con su luz el alma sevillana, todos sus hijos se quedarán temblando como las ramas de su antiguo magnolio cuando se desbandaban a su paso las palomas.
Sigue oliendo a día grande recién estrenado, a incienso, a cera, a terciopelo y oro, a humo de tabaco y a aguardiente. Y sigue viva la emoción de la amistad reencontrada, vivos los ojos y vivas las palabras: -¡Cada año que pasa, está más guapa!...
(Y yo hoy, niño con sesenta años, aún sueño que voy agarrado de la mano de mi padre, junto a la manigueta izquierda que tallase en plata Jesús Domínguez...)
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ. Revista "Pasión en Sevilla". Diario ABC. Marzo 2010)
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