LA MAESTRANZA
Si al alma vertical de Joselito
le destinaran cielo aquí en la tierra,
monolito sería
en mitad de este ruedo,
bien acosado por los ojos serios
de estos arcos que parecen niños
acostumbrados ya
a la sangre mezclada con la música.
Y si a don Juan Belmonte
le dejaran volver de aquel morir
tan nada más que suyo,
seguro que despacha
los millones de toros de au angustia
sobre esta arena misma donde alzara
su mandíbula joven, como un reto
al oscuro destino de una estirpe
nacida para cueva de miseria
bajo el sol palaciego de Triana.
Si el Juicio Final se celebrara
pueblo por pueblo, en una anchura
de cada población,
aquí vendríamos todos
a ver salir el toro de la última
palabra, la de Dios, la que nos mida
una por una las faenas
del corazón o el odio.
Y al final, la cornada de lo eterno,
la cogida sin sangre que nos ponga
tendidos, verdaderos,
en el blanco quirófano
de la Misericordia.
Si al alma vertical de Joselito
le destinaran cielo aquí en la tierra,
monolito sería
en mitad de este ruedo,
bien acosado por los ojos serios
de estos arcos que parecen niños
acostumbrados ya
a la sangre mezclada con la música.
Y si a don Juan Belmonte
le dejaran volver de aquel morir
tan nada más que suyo,
seguro que despacha
los millones de toros de au angustia
sobre esta arena misma donde alzara
su mandíbula joven, como un reto
al oscuro destino de una estirpe
nacida para cueva de miseria
bajo el sol palaciego de Triana.
Si el Juicio Final se celebrara
pueblo por pueblo, en una anchura
de cada población,
aquí vendríamos todos
a ver salir el toro de la última
palabra, la de Dios, la que nos mida
una por una las faenas
del corazón o el odio.
Y al final, la cornada de lo eterno,
la cogida sin sangre que nos ponga
tendidos, verdaderos,
en el blanco quirófano
de la Misericordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario