miércoles, 17 de marzo de 2010

EL BAILE DE TRIANA ESTÁ DE LUTO

Hoy la mañana se ha vestido de luto en los corazones de los buenos flamencos y por todas las arterias del corazón de Triana. El claro amanecer nos ha traido en sus alforjas la muerte de uno de sus mejores hijos gitanos, como artista y como persona: la de Rafael García Rodríguez, "Rafael El Negro".

Sabíamos que andaba mal, bastante mal, mas nunca se hace uno a la idea de la separación de un amigo, del golpetazo final de la muerte.

Como bailaor, fue tan fino y elegante como todos los gitanos de su casta. Bailaba macho -como se dice en el argot del baile-, y sabía llenar todo el escenario con sus estilizados pasos por bulerías. Como persona, era todo un ejemplo de cariño y simpatía. Se le notaba en su cara cetrina de ojos verdes, en sus gestos afables, en su conversación animosa y siempre interesante.

Recuerdo que fui yo el encargado, en 1982, de hacerle el ofrecimiento del homenaje que le tributó la Peña Flamenca "La Soleá", de Palma del Río, en el teatro de su colegio salesiano, y que también me cupo el honor de hacer lo mismo en una de las ediciones del Potaje Gitano de Utrera.

Cual torero gitano, Rafael,
pisa y vuela tu pie sobre la arena
dibujando con tu alegría y tu pena
una raya de luz al redondel.

Se mimbrea tu cuerpo como aquel
primer juno que el aire desmelena,
como la espiga altiva que se almena
disputando en su altura su dosel.

Torre de Santa Ana eres del baile,
genio, furia, pasión, gracia y donaire
que no hay nadie que imite y agigante.

Si Triana está muerta y aburrida,
¡resucítala tú, dale la vida
al ritmo y al compás de un buen desplante!

Ese fue mi homenaje al amigo, al gran bailaor, al mejor esposo y padre, a uno de los más excelsos hijos de Triana, a uno de los gitanos más elegantes que he conocido. Hoy su barrio está de luto, rebobinando el recuerdo de su memoria, de sus bailes y de sus conversaciones. Cada Domingo de Ramos solía encontrármelo en la calle Pureza, a la altura de la taberna de Balado, y siempre me preguntaba qué cuando me volvía al arrabal, qué cuándo iba a estar cerca de ellos, de esos artistas a los que tanto quise y tanto me quisieron.

Desde esta página imprecisa y acelerada de emociones, mi más sentido pésame a su mujer, Matilde Coral, y a sus queridos hijos, Rafael, Rocío y María. En esta antesala de la Semana de Pasión, Dios se lo ha querido llevar a su lado para que vea la Semana Santa de Triana desde el balcón celeste de una estrella.

¡Descanse en paz!

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