LA ESPERANZA DE TRIANA ANTE LA CÁRCEL DEL PÓPULO
Han pasado las horas de naranjo negro y pedrería descalza. Las horas que mantienen colgada de un sueño de cera y claveles las voces de la gran madrugada.
En el ambiente de la Ciudad flota un cansancio de jardines cerrados que aspiran otra vez a renovarse.
Bajo el nublado de la aurora regresan a su casa los nazarenos del Gran Poder y del Calvario.
De pronto llega a nuestros sentidos gastados, pero alertas, una sensación de movilidad que se abre en colores libres, definidos...
Un costado de Sevilla se ha nimbado de luz... Allí el cielo dibuja ya un sol agudo, luminoso, en oro ancho y fresco, húmedo de río. En ese lado de la Sevilla frontera del agua, la Plaza de Toros reluce con la nieve de los pueblos que llegaron al horizonte en las barcazas moradas del alba... Los panaderos de Alcalá llaman a todas las puertas...
La cofradía de San Jacinto, la Esperanza de Triana, camina de vuelta hacia su templo. El gentío bullanguero que la acompaña, se ha condensado de pronto emocionadamente y guarda un silencio profundo... Es que ahora llega el paso de la Virgen ante la roja cárcel del Pópulo.
Hay un momento de espectación ruda, apremiante... Todas las miradas se dirigen hacia las rejas del viejo edificio. Entre los desconchados de aquella pena honda, sombría, ha salido una voz... Es un preso que canta.
Se ha parado la Virgen. La saeta gira tibia pero firme en la plata diluída del aire mañanero, mientras un rayo de sol pone su lumbre en la garita militar del muro.
La gente es sólo una masa agrupada en torno al frío de la emoción compasiva. Otro preso canta. La Virgen permanece quieta, escuchando ante aquellas rejas turbias, grises, contritas...
Más allá del puente, por la suavísimas colinas que circundan a la Ciudad, los cielos siguen dibujando la sangre del amanecer en oro ancho y fresco, húmedo de río, húmedo de lágrimas... Y el mes de abril se insinúa ya en las hojas de los árboles, verde y fuerte, como el color de las insignias de esa Cofradía que se llama la Esperanza de Triana.
(JUAN SIERRA. "Palma y Cáliz de Sevilla". Afrodisio Aguado. Madrid 1944)
Cada vez que paseo por la calle Pastor y Landero me paro en el azulejo conmemorativo de aquel momento. Allí recuerdo aquellos viernes santos en los que, acompañado de mi padre, ibamos a ver a La Esperanza en El baratillo y al pasar por El Pópulo me contaba ese momento especial. Después, el regreso rápido a la calle Pureza para contemplar, en La Taberna Balado en la esquina de Torrijos, la entrada de la procesión.
ResponderEliminarHay fotografías muy buenas de la Cárcel del Pópulo. Existe una singular cuando la proclamación de la República.
ResponderEliminarLa Taberna Balado, ¡qué cantidad de recuerdos! Yo la conozco de toda la vida, no tan moderna como está ahora. Me acuerdo de cuando su mostrador estaba al fondo y había unos barrilillos de vino. En su puerta es donde mi tío, José "El chófer" paraba el Ebro los sábado antes de subir al corral. En la esquina de Balado, en su fachada de Torrijos, ví, en una pelea, matar a un hombre con un lápiz de aquellos planos y gruesos de carpintero. No se me olvidará jamás.
Este tétrico edificio fue la segunda residencia de la hermandad de los Gitanos... y había que ver cómo era por dentro cuando "ejerció" de cárcel. La República acabó con él, como con tantas cosas negativas que afectaban al pueblo. Quedémonos con el eco de las saetas en voz de preso liberando su cante, su ruego, su llanto... al menos...
ResponderEliminarHay muchas crónicas que nos hablan de esta Cárcel del Pópulo, que sustituyó a la antigua Cárcel Real de calle Sierpes. Tendría que ser terrible estar allí.
ResponderEliminarAdemás del eco de las saetas, como ha dicho Ángel Vela, yo también me quedaría con la magnifica marcha "Soleá dame la mano" que Font de Anta, no sé si José o Manuel,compuso inspirándose en dichas saetas.
ResponderEliminarHay que ver la cantidad de cosas de Sevilla que se aprenden en este blog... Para los que no somos sevillanos es una suerte poder entrar aquí y enterarnos de todo esto.
ResponderEliminarMuchas cosas las he aprendido de mis vivencias. Ya son 61 tacos de almanaque. Pero el mundo, como tú bien sabes, está en los libros.
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