
Los principios históricos del tranvía se remontan al siglo XIX. Ya, en 1835, habían comenzado a funcionar en Nueva York las compañías de "ómnibus", que fueron los antecesores del futuro tranvía con la incorporación, en 1871, de los denominados carriles o raíles. Sevilla también pudo tener su "ómnibus" ya que un francés, el Sr. Batailler, pidió a la corporación municipal, en 1858, con motivo de la explotación del ferrocarril Sevilla-Córdoba, una licencia que se le denegó.
El año 1895, también Nueva York sustituye la ya moderna tracción de vapor por la puesta en práctica de un sistema mucho más limpio: la tracción eléctrica o tranvía eléctrico, padre del metropolitano de nuestros días, invento que había comenzado a funcionar en París a raíz de la Exposición Universal de 1890.
Sevilla, aunque sin pedirlo por ella misma, no se apartó de estos avances de la técnica ni tuvo opción a decir sí o no a ese proyecto de una red de tranvías en la ciudad, aunque lejos de soñar con la "electricidad". Los ingleses, que ostentaban en la Sevilla de aquellos años no pocas concesiones municipales, como la "The Seville Water Wolks Company Limited" (1868) -conocida popularmente por "el agua de los ingleses"-, no quisieron perder tampoco el salto de esta formidable ocasión que se les brindaba para la explotación de una red tranviaria que, con el paso del tiempo, daría mucho que hablar. No obstante, en el año 1869, hubo una solicitud para la concesión del tranvía en Sevilla, tracción de sangre, formulada por los señores Enrique Chacón de Santerbás y Luis Perrier Chaix. De nuevo, concesión denegada.
Es el inglés Mr. George Higgins quien a través de su apoderado, Juan de Santa María y del Pozo, presenta un proyecto de tranvía urbano el 19 de marzo de 1881, aunque el 20 de abril del mismo año se presenta otro de don Eduardo Luque y, el 20 de mayo, otro de don Tomás Beck, a los que se añade, en octubre de 1886 -éste llegó demasiado tarde-, otro del señor Daza y Rivas, una vez que la concesión ya se había formalizado legalmente a nombre del inglés. El negocio, como se ve por los pujadores, tenía que ser muy importante.
El 12 de abril de 1883 es cuando se efectúa la subasta para la explotación de la citada red, aprobándose la tan reñida concesión por real orden del 12 de noviembre del mismo año, realizándose el otorgamiento ante el notario sevillano, don Antonio María de Castro, el 8 de noviembre de 1886, a favor de don Eduardo Argenti, nuevo apoderado en nuestra ciudad del célebre mister Higgins.
A partir del 4 de agosto del siguiente año el tranvía inició sus pruebas por la ciudad con coches tirados por un mulo o caballo, con capacidad de 18 pasajeros. La inauguración oficial del servicio fue el 5 de septiembre de 1887, con un saldo de dos descarrilamientos y dos heridos.
El año 1896, don Ramón María Lobo presentó un proyecto para cambiar la tracción de sangre por la eléctrica, lo que se aprueba por real orden el 2 de agosto del año siguiente, aprobándose el proyecto el 2 de septiembre, concediéndose la explotación a "The Seville Tramways Company Limited". La primera prueba se realizó el 22 de agosto de 1899, con tan mala fortuna que el tranvía descarriló y fue a chocar contra una casa de la Plaza de Santo Tomás. Esta recién estrenada tracción pareció no gustar mucho al pueblo sevillano que por éste, y algunos accidentes más de bastante importancia, vio perturbada su, hasta entonces, vida tranquila y parsimoniosa.
Pero, con todo, a pesar de las lógicas prisas de la compañía en montar las instalaciones para que la explotación resultara rentable desde el principio, algunas de las líneas establecidas aún continuaban con la tracción animal y otras, como la de la Macarena, utilizaban ambas tracciones, ya que se daba la curiosa particularidad de que el ayuntamiento sólo autorizaba por las calles Tetuán y Velázquez la tracción de sangre. En este punto, los potentes tranvías eléctricos anulaban su impulso anterior y eran remolcados por tiros de tres mulas hasta la Plaza de la Constitución.Viene aquí a cuento la defensa -no sin gracia- que en favor de la tracción eléctrica realizó el profesor don Francisco Alsina Alsina en un mínimo librillo titulado "Tranvías y ferrocarriles eléctricos": "El manejo del controler no inspirará nunca al conductor de un tranvía eléctrico la fraseología que las caballerías suelen inducir a sus conductores; desde este punto de vista el tranvía resulta más moral que el otro, y también puede resultar más higiénico, si se tiene en cuenta que el motor eléctrico no puede desprender los perfumes que necesariamente tiene que soltar un tiro de mulas".
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