TRANVÍA INCENDIADO EN LA CALLE SAN JACINTO
Uno de los mayores focos huelguísticos fue Triana, gran barrio de trabajadores que no pusieron ningún impedimento para llevar la huelga a sus máximos extremos, hasta el punto de que prácticamente todo el barrio se dispuso a apedrear a los tranvías que se atrevieron a recorrer sus calles. La normalidad, a pesar de la insistencia de las autoridades con todos los medios a su alcance, no llegaba. La tensión iba acentuándose y tomando raros matices. Uno de estos días un tranvía fue destrozado en el puente de Triana, siendo tiroteado otro en la esquina de la calle Conde Negro. Por estas causas, viéndose la magnitud de los sucesos por las partes interesadas, se suspendió todo el servicio de tranvías en la ciudad, quedando solamente ocho coches en servicio, sin itinerarios prefijados y con guardias civiles en su interior. Como dato curioso hay que significar que, a falta del servicio tranviario, se suspendió en el Teatro de la Exposición el estreno de "Doña Hormiga", comedia de los hermanos Álvarez Quintero.
Sevilla, en su más genuíno medio de transporte, en huelga. ¿Quiénes fueron los beneficiados? Sin duda alguna, los "héroes tranviarios", porque a renglón seguido de estos sucesos del día 19, destacados en la prensa sevillana con gran relieve, haciendo hincapié de la cívica conducta que desmostraron los tranviarios a pesar de las agresiones a que estuvieron expuestos, el pueblo de Sevilla -con excepción de los huelguistas- se volcó en un general elogio a favor de estos obreros del servicio público, que merecieron el aplauso de casi toda la ciudad.
Se alzaron, pues, los tranviarios en auténticos héroes de la huelga, circunstancia que el gobernador civil no desaprovechó, uniéndose a este homenaje singular lanzado por la prensa, enviando un donativo a los tranviarios heridos en "acto de servicio". Ante esta actitud de la primera autoridad, "El Noticiero Sevillano" abrió una suscripción popular -cuyo importe se destinaría a premiar la conducta de los empleados- con la no desdeñable cantidad de 500 pesetas. A propósito de esta idea, un comentarista humorístico decía en estas mismas páginas: "Hoy se inicia en este periódico una suscripción a favor de los tranviarios y quiera Dios que llegue a tal cima que, a la hora del reparto, pueda cada empleado comprarse un tranvía y establecerse con independencia".
Lo que no tenía visos de humor es que para hacerse cargo de esa suscripción se formó una comisión distribuidora de los fondos, compuesta por el propio gobernador civil, don Fernando Sartorius y Díaz de Mendoza, conde de San Luis; el mismísimo director de la Empresa de Tranvías, el incambiable don Federico Valenciano; el presidente del Círculo Mercantil, don José Olmedo; el director de ABC, don Juan Carretero y Luca de Tena; y el director de "El Noticiero", que fue quien se apuntó los tantos populares de la suscripción.
Los donativos, como es comprensible, variaban según las posiciones económicas de los donantes, oscilando de una peseta a quinientas. Como dato anecdótico hay que apuntar que hubo un ciudadano que entregó para este fin una participación de lotería de 10 pesetas con el número 33.212 del sorteo navideño. La entrega del dinero recaudado se efectuó el día de Nochebuena, de manos del director del periódico y en presencia del de la Compañía de Tranvías, rondando el saldo total la cifra de 11.000 pesetas. Pocos tranvías, por lo tanto, me imagino que pudieran comprar aquellos heróicos tranviarios que hicieron frente a la huega para, como decía el comentarista, establecerse con independencia.
El célebre "Don Cecilio", siempre al tanto de las incidencias de la empresa tranviaria, no dejaba de dar "caña" a través de su ingeniosa pluma:
No es preciso que los héroes/ luzcan galas y entorchados,/ ni en elato se les eleve/ con ovaciones y aplausos./ Los héroes públicos son/ de cartón, puestos al lado/ de aquellos héroes anónimos/ que, al fin, quedan ignorados./ ¡Ah, señores! En Sevilla/ los hay de ese digno lauro/ que todos, con la mayor/ justicia, le tributamos./ ¡Qué abnegación, qué entereza/ cívica, los tranviarios;/ campeones del volante/ que en esos días pasados,/ con valor tranquilo, ser/ serenos han demostrado.../ Y no les dio miedo ver/ que un terrible peñascazo,/ los inocentes cristales/ hacían pimienta en grano./ Y no arredróles el ver/ que pretendían volvarlo,/ el trole dejando en tierra/ como un gigantesco rabo;/ ni coacciones ni amenazas/ les hicieron echarse abajo/ de la "heroica plataforma"/ y salir luego pirando./ ¡Bien los tranviarios! Esa/ acción de los que arrostraron/ por su deber el peligro/ de quedar perniquebrados,/ merece un premio, que hubiera/ sido nuevo y adecuado,/ concederles una Cruz/ del mérito tranviario./ Mas como ésta no existe,/ y era muy justo hacer algo,/ a esa suscripción que El/ Noticiero Sevillano/ encabeza, contribuyo/ con la cantidad de un franco.
Los tranviarios se ganaron la adjetivación de héroes a pulso, ya que los destrozos de esos días de huelga fueron espectaculares y el blanco perfecto siempre fue el tranvía. Diez coches, sin ningún resto de cristales, fue el balance de los altercados. De los que se recogían en la cochera de Triana -cuyos huelguistas fueron en su mayoría obreras aceituneras y de La Cartuja-, a dos les faltaban treinta y cuatro cristales y más de doce estaban abollados por los impactos de las pedradas que recibieron en El Altozano y la calle Castilla. Raro era el día que no explotaba un petardo al paso del "peligro amarillo", intentaban volcar algunos de los coches o le pegaban una suculenta paliza a cualquier usuario.
Se entró con muy mal pie en este 1930 y con muy mal pie se salió. Muy difícil, casi insostenible, se dejaba la situación para ese 1931, año de la proclamación de la República, y año de más huelgas, alborotos y atentados.
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