FUERZAS EN EL ALTOZANO PARA PONER ORDEN EN TRIANA
Una de las mayores huelgas que conoció nuestra ciudad y en la que participarían aquellos "heroicos tranviarios" de 1930, aunque menos heroicamente, sería la famosa de 1932. El 24 de Enero se pronuncia la huelga general y el paro es absoluto en Sevilla. Tocante al tema tranviario, las cocheras fueron abiertas y preparadas como de costumbre para comenzar los servicios, pero solamente se presentaron uno o dos obreros de talleres y tres o cuatro de "tracción". Se aguardó un rato, y en vista de que no se presentaba nadie más, la empresa dijo a los que habían acudido que podían retirarse. Al día siguiente, los tranvías comenzaron a circular después de las 7 de la mañana, pero sólo en las líneas de circunvalación: la 1 y la 2. Los coches, ante las continuas amenazas, iban nuevamente custodiados por la Guardia Civil. No hay que decir -escribía un comentarista- que el público aceptó el servicio con gran alegría, ya que el día anterior soportó las consecuencias de unas largas caminatas a pie. Numerosas parejas de seguridad a caballo estaban situadas en las inmediaciones de las fábricas, recorriendo guardias de seguridad los talleres y tajos. En el barrio de Triana la vigilancia se hizo con "mosquetón al brazo".
La situación no podía ser más tensa y, dada la casi total paralización del servicio de tranvías por no presentarse los obreros, el gobernador, señor Sol, ordenó a la Compañía que admitiera personal si no se presentaban al día siguiente los que estaban en huelga. Tanto estaban los nervios en tensión que, ese mismo día, se cruzó un fuerte tiroteo entre los huelguistas y la fuerza pública que vigilaba fuertemente la cochera de la Puerta Osario.
La culpa de toda la paralización de los servicios se la achacaban a los monárquicos. Tan es así que el diputado socialista, señor Egocheaga, anuncia una interpelación parlamentaria culpando del alcance de la huelga al señor Sol, de quien opina que ha fracasado como gobernador porque su autoridad está "quebrantadísima".
"El mal -decía el diputado a un periodista de "La Unión"- estriba en la falta de castigo y severidad. Hasta que no se manden a Fuerteventura, codo con codo, o se extirpen de una vez a cuantos sirven a los intereses monárquicos, no se habrá resuelto nada. Lo ocurrido hoy en Sevilla no tiene disculpas. Basta saber, como he podido comprobar, que al general Ruiz Trillo no se le han pedido fuerzas para garantizar el servicio de tranvías y que los tranviarios que han ido al trabajo se han encontrado con las puertas cerradas".
Los conflictos continuaban y nada se resolvía. El día 27, por orden del gobernador, circularon doce tranvías conducidos por soldados de los cuarteles de la ciudad, prometiendo el señor Sol que sería doble la cantidad el siguiente día, ya que había muchos soldados practicando en las cocheras sevillanas. Por otra parte, y dadas las circunstancias, don José González y Fernández de la Bandera, alcalde de Sevilla, publica un largo bando que termina con el siguiente párrafo: "Sevillanos, no uniros a los que pretenden sabotear la República impidiendo la libertad del trabajo, y defended el orden, que es defender a España".
Pero la llamada del alcalde parece que no surtió el efecto deseado en los un día "heroicos tranviarios", ya que la propia empresa tuvo que insertar en los diarios sevillanos este anuncio, ni sombra de aquellos anuncios de un pasado con pocos problemas: "Tranvías de Sevilla, S.A. Aviso. Por haber causado baja en la Compañía todos los obreros que pertenecían a la misma, como consecuencia de haber abandonado sus trabajos, y debiendo esta Compañía normalizar sus servicios, pone en conocimiento de los que deseen ingresar de nuevo en la Compañía que deberán solicitarlo por escrito a la Dirección. A partir del 18 del actual, se admitirán para los puestos que queden vacantes aquellas instancias de los que libremente lo soliciten, siempre que reúnan los requisitos necesarios".
Este anuncio se publicó, sin duda, ante la continua presión del señor Sol, que ordenó a la empresa tranviaria admitir a cuantos agentes necesitase si los obreros no se reintegraban prontamente a sus antiguos puestos. El anuncio en cuestión se insertó en los diarios sevillanos el 17 de Febrero. Por lo tanto, los únicos que aún permanecían en huelga eran los obreros tranviarios, que estaban, por fin, muy unidos entre sí. Dos días después del anuncio de reingreso, los empleados de la Compañía no habían presentado ninguna solicitud. Los tranvías, pues, continuaban conducidos por inspectores de la propia empresa, soldados y guardias del Tránsito Rodado. Se comentaba, como anecdótico, que uno de estos tranvías era conducido por el famoso "guardia políglota", que, además de conocer y hablar tres idiomas, entra un maestro en el manejo de los tranvías y en la conducción de camiones.
El conflicto no encontraba vía de arreglo, propinándose algunas palizas a individuos ajenos a la Compañía que querían presentar solicitud de ingreso tal y como apuntaba el anuncio.
Por fin, negociaciones entabladas unos días después entre el personal en huelga y la empresa tranviaria, da como resultado la solución del tema. Como dato picaresco -que llegó a repetirse varias veces- tenemos que significar que los "incorporados" cobradores, como ayuda a los días que habían permanecido sin cobrar a causa de la huelga, preguntaban a los usuarios si querían el billete o no, en cuyo caso cobraban y se guardaban ellos mismos el dinero, a repartir más tarde con los conductores.
De todas formas, aunque el servicio ya estaba normalizado, la tensión continuaría durante muchísimo tiempo y cualquier leve problema ya era un grave contratiempo en el desarrollo del trabajo.
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