miércoles, 24 de febrero de 2010

EL MÁS FAMOSO DE LOS TRANVÍAS: EL DE LA PUERTA REAL

Por méritos propios en el desarrollo de la vida tranviaria, nos tenemos que acordar del célebre tranvía de la Puerta Real. El tranvia de pequeña circunvalación -que así era denominado en los papeles oficiales- o de la Puerta Real -como era llamado popularmente-, era como una especie de "casa rodante en familia". Todos se conocían. No sólo eran habituales sus conductores y cobradores, sino sus pasajeros cotidianos. Era, sin duda, el tranvía más cariñoso, aunque también el más lento. Era el más cordial para sus diarios viajeros porque los problemas de una familia usuaria de la línea eran los problemas de la gran familia tranviaria que cogía ese coche. Conductores y cobradores alternaban las conversaciones con los usuarios sobre los problemas más diversos, dándose la feliz circunstancia de llamarse unos a otros por sus propios nombres de pila o por sus acostumbrados apodos.

El más famoso de sus conductores, Pepe, apodado "El Vinagre", que conocía al dedillo el horario de sus "habituales" para ir al trabajo y esperaba si había que esperar, a cambio de una bronca amigable, la llegada del usuario dormilón. Este "Vinagre" -digno de estar presente en la historia de personajes populares de Sevilla-, sabía, además, la hora de las mujeres de la línea para hacer las compras del mercado, conversaba con su proverbial simpatía con todas ellas y, sin hacer caso de las paradas obligatorias o eventuales, dejaba a cada una de ellas en el sitio justo que a cada cual le convenía.

Si era amable con las mujeres del recorrido y afable y dialogador con los hombres, tenía una cierta predilección con los niños, conociendo a la perfección -como un autobús escolar de nuestros días- la cantidad de niños que tenía que recoger para llevarlos lo más cerca posible -raíles mandan- de sus centros escolares.

Si un "habitual" tardaba en demasía, tocaba la campana insistentemente y, muchas veces, según testimonio de viajeros y compañeros que lo recuerdan, era él mismo quien, bajándose de su puesto, llamaba a casa del tardío viajero, no fuera a ser que se encontrara enfermo. Si lo que le ocurrió al "habitual" fue que se le pegaron las sábanas, después de una bronca que parecía no tener fin, coreada por todos los viajeros, la discusión acababa con un "Mañana no te espero, te va a esperar la "casera", pá que tespabiles, lirón!

Era natural que, entre tantas esperas por una u otra cosa, el de la Puerta Real gozara de merecida fama de lento. Para dar verídica constancia de lo que decimos, transcribimos a continuación parte de una carta de un ciudadano enviada a un diario local, en la que al final se decía: "El tranvía Puerta Real-Puerta de Jerez, reloj en mano, bate todos los records de velocidad conocidos, ya que recorre, lo he comprobado, ¡seis kilómetros por hora! Y a eso no hay derecho".

"Don Cecilio" -el socorrido José García Rufino-, nos aporta, en otro de sus célebres versos castigadores, parte de esa lentitud demostrada por el más célebre de los tranvías. Con el título: "Maravillas tranviarias", nos dice:

Es el barrio del Museo,/ entre los de la ciudad,/ de los que más olvidados/ y con más descuido están./ De los bancos de la plaza/ ¿para qué les voy a hablar/ si sin patas ni respaldos/ de seguro seguirán?/ Como que no hay que hablar de ellos/ ni una palabrita más./ Y a otra cosa. ¿Ustedes tienen/ acaso necesidad/ de ir a aquel barrio para algo?/ Pues si es así, con andar/ un pie tras otro, de fijo/ que a su sitio llegarán;/ mas, ¡por Dios! que no se ocurra/ a ustedes utilizar/ el "servicio de tranvías"/ ¡porque no llegan jamás!/ El tal servicio, de un coche/ se compone, que igual va/ que un carretón, pues no tiene/ cruce alguno que esperar,/ y como es tranvía del año/ de la "nana" (o quizás más)/ lleva una marcha que, ese,/ de fijo no volcará,/ ni se romperán las piezas/ de tanta "velocidad"./ De la Campana hacia el Duque/ ahora no puede pasarse/ porque han quitado la aguja./ Sólo un coche dando va/ cada media hora su vuelta,/ con toda tranquilidad./ A esto se llama la "línea/ de pequeña circunvalación";/ gracioso servicio,/ pintoresco y especial/ que la gente toma a guasa,/ porque para ponderar/ a un "gachó" que es despacioso,/ y "pelmazo" y "holgazán",/ ya se dice: ¡Es un travía/ como el de la Puerta Real,/ que en moverse y dar la vuelta.../ una hora tarda ná más!

Por estas circunstancias, el tranvía de la Puerta Real, el peculiar y holgazán tranvía de la línea 8, aún tiene un lugar privilegiado en el recuerdo de todos los que sufrieron su paso de tortuga y de todos los que gozaron con la especial y campechana forma de ser de aquel tranviario que consiguió imprimirle el sello de su gracia: "Vinagre", al que no le cuadraba muy bien su apodo con la diligencia y cariño de sus actos diarios.

3 comentarios:

  1. Qué ejemplo el de Pepe el tranviario; qué hermosa ciudad aquella que perdimos, y qué hermosa el alma que también perdimos. No es que quiera arrimar el ascua, es que, como recordarás querido Emilio, este hombre benemérito vivía en la Cava de los gitanos, creo que su casa era el corral del Gallo, donde también vivía el popular Paco Béjar, íntimo de Manolito El Rubio, personajes de la Triana flamenca de los cincuenta-sesenta. Del corral de Pepe el tranviario salía cada año una carreta para el Rocío; la que aparece en la película de Juanita Reina "La Blanca Paloma". Pepe andaría en el momento del rodaje rodando también por Sevilla con su particular "peligro amarillo", pero Paquito, niño, surge en esta secuencia de la película que cito. ...Y qué magnífico tu relato tranviario, Emilio.

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  2. No sabía que era paisano nuestro. Sí sé por todos los archivos consultados que era tan buen hombre como lo cito en el texto. No sé de donde le vendría el apodo mal puesto de "Vinagre". Se cuenta, incluso -lo dicen los periódicos- que ayudaba a las mujeres a bajar la cesta de la compra. Esos tiempos ya fueron perdidos, desgraciadamente.

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