
¿Y qué razón incorpórea sacudiría a Antonio cuando la cámara robó ese momento genial para la historia del recuerdo? ¿Qué extraña sangre zamarrearía al maestro de los alcores para que todo su ser se rebozara en un perfil que se está doliendo por todas sus aristas?
Los ojos, cerrados hacia adentro; los labios, a medio camino entre el grito y la palabra, entre la serenidad de quien se sabe poseído y el rabioso desconsuelo del que se siente solitario en una lucha difícil. Es el clímax total reflejado en un momento vivo, el no va más de ese instante que lacera carnes y eriza vellos. Es la consumación gloriosa de un diálogo imperceptible para nosotros, pero que él ha mantenido con ese otro yo que va por la sangre y desintegra las formas. Es la llamarada del duende, la razón que no tiene cuerpo ni puede explicarse con palabras. Antonio Mairena canta -¿para quién, para él, para los demás?-, pero su cante va enjaretando ríos de sublimes caudales de misterios.
Querido Emilio:
ResponderEliminarEnhorabuena por tu maravilloso blog. Estabamos deseando que aparecieras de nuevo pulicamente, sobre todo los aficionados al cante flamenco, y este es un medio idoneo para ello. Quiero anirmarte a que sigas así, como siempre.
Muy esclarecedor y acertado tu artículo sobre Antonio Mairena. Tu le conocistes bien y sabes de lo que hablas.
Un fuerte abrazo.
Bueno, pues ya estoy aquí por medio de estas nuevas tecnologías que -como dice mi buen amigo editor, José Membrive- son la leche. La cercanía de la comunicación es algo maravilloso en estos últimos años: el que podamos estar al lado, estando tan lejos, en unos pocos segundos. Me alegro de que te haya gustado este "revival" de tu tío Antonio, tan importante para mi como amigo y maestro, y tan genial, tan irrepetible, para el mundo del Flamenco..., ah, y no sólo gitano.
ResponderEliminarUn abrazo: Emilio