
Tras la obligada visita a Trifón, me descubrió un lugar, en la calle Gamazo, que yo nunca había visitado: Casa Moreno, uno de esos locales -cuyos inventores fueron los montañeses- con atrio de tienda de comestibles de calidad y rebotica de barra alargada repleta de excelentes tertulias, pero sin los gritos estentóreos de los comunes bares.
Las tapas de chacina, quesos y patés, todas exquisitas, pero aún más esmerado y extraordinario el trato del camarero: sabiendo estar, dando la conversación justa y siempre pendiente de cualquier indicación de la variopinta clientela.
Al parecer, según me dijo, me conocía de cuando yo vivía en la calle Alfarería y él, con bastante menos edad que yo, frecuentaba el mismo bar: El Ronquillo, frente a frente de mi casa. Cuando le pedí la factura, que de seguro tenía que ser bastante más amplia, me la entregó tal como aquí la enseño a mis amigos: "Descuento a trianeros". Es la guasa fina de Sevilla que jamás debería perderse, y más en estos tiempos donde es tan difícil sacarle los "Buenos días" hasta al vecino de al lado, al menos en esta Córdoba donde vivo, en la que parece que hablar cuesta dinero.
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