miércoles, 18 de marzo de 2020

DESDE MI TORRE: ME DIJISTE MUCHAS COSAS...



Han pasado dos años y algunos meses desde que me escaqueé de estas páginas para dedicarme al bendito placer de hacer lo que siempre quise durante 42 años de trabajo: levantarme a la hora que me apetecía, y no a las seis del alba; tener tiempo para leer; cuidar mis macetas de geranios y gitanillas; salir con mi amigos sin las prisas impuestas por las obligaciones; descansar a pierna suelta en una siesta de catálogo; pasear sin prisas contemplando con serenidad el paisaje hermoso que me rodea; brindar a la hora del Ángelus con tres buenas copas de manzanilla; convertirme, cuando me daba la gana, en un Arguiñano de la cocina familiar y poco más, que no tiene mi vida trascendentales etapas que cubrir, ni preocupaciones que me agoten, ni deberes, ni deudas, ni remordimientos que no me dejen dormir, siempre soñando con los cuatro angelitos que tiene mi cama.

Pero en estos dos años de asueto, que yo creía tranquilos tras la masacre económica del nefasto 2008, han pasado muchas, muchas cosas, como reza la canción, todas ellas engañosas, pero que yo, iluso desde nacencia, me las creí a pie juntillas.

En el panorama político todo se movía como dentro del vaso de una batidora recién estrenada. Pedro Sánchez se removía en su seno, a costa de vueltas y vueltas de elecciones fallidas, con la idea fija de llegar a ser Presidente, unas veces con el miedo de tener que acostarse con Pablo Iglesias y sus secuaces y, otras, argumentando que no tenía más remedio que pagar la puta y la cama si quería llegar a dormir en su nuevo colchón de La Moncloa. La cordobesa Carmen Calvo, con más años en política que los cimientos de la Torre del Oro, ejerciendo de kelly, acompañada por un tutorial de ministros/as neonatos/as que, al rematar la faena ajustando sobre la cama presidencial el edredón de plumas, sentían sueños húmedos y, en su más pérfida acepción, es que se corrían vivos/as. Ya estaban en el Poder después de tantos chascos. Ya de nuevo volvían al Palacio donde Adolfo Suárez se cuidaba de guardar en sus roperos los yugos y las flechas del rancio Movimiento; donde a Calvo Sotelo no le dio ni tiempo de afinar el piano;  donde Felipe cuidaba sus bonsais en sus pocas horas libres; donde Aznar sacaba a diario su breviario de mentiras, hasta enfrentarnos en una guerra singular; palacio en el que Zapatero cuidaba su jardín de bambis y soñaba que a España le crecían brotes verdes; Rajoy se zumbaba anulando y anulando medídas anteriores de los sociatas, mientras leía todas las ediciones de Marca, y se emborrachaba festejando la moción de censura, como si le hubiesen hecho una fiesta de cumpleaños...

Y después de tantas cosas, tantas cosas, llegó para colmo el coronavirus, ese bichito, al que han dado en nombrar COVID-19, y que yo, de siempre desconfiado, creo, aunque han alertado diciendo que NO, que es un virus creado en un laboratorio de no sé donde, aunque sí se pueden argumentar sus motivos. Cuando esto pase, nuevamente los ricos serán más ricos y los pobres seremos más pobres, por mucho que cierren durante quince días, un mes, o un año, todas las grandes superficies y los negocios de las grandes multinacionales, que, al fin y al cabo, siempre serán los dueños del mundo y seguirán imponiendo sus leyes para hacernos esclavos definitivamente.

Lloran en mi Ciudad por no poder salir las procesiones en la Semana Santa por esta pandemia, aunque se olvidan de que el virus santo de la lluvia dejó sin procesiones a Sevilla en no pocas ocasiones, y de que las hermandades, durante todo el año, sacan a sus titulares, por pelito que voló, durante todos los meses del año. Es más, ya hay quien dice, desde el espíritu diocesano, que hay que sacar algunas imágenes cuando esto pase para dar gracias a Dios. De nuevo el enfrentamiento entre la Fe y la Ciencia. 

Han pasado muchas cosas desde que dejé de asomarme a esta ventana de opinión. Una ventana en la que se divisa, desgraciadamente, el mismo paisaje: la nulidad del pensamiento propio y  natural de la raza humana -por cuya defensa han muerto tantos millones de criaturas inocentes-, las imposiciones de las palabras que expanden los poderes fácticos, y la dejadez política, esa que está salvada, por fortuna para ellos, por el alelamiento de una población, de un país, que sólo quiere salvarse a sí mismo, pasando de lo que dicen sus políticos.


2 comentarios:

  1. Ciertamente, ha pasado mucho tiempo. Me extrañaba tanto silencio, ahora te comprendo. Es una opción tan personal como respetable. Precisamente, con el arranque de la nueva sutuación en nuestro país, pensé que si no te asomabas a tu ventana, la cosa podría ser mucho más preocupante.

    Me alegro de que des señales de vida y. que desde la esperamza, retomes la actividad de tu blog y nos sigas aportando mucho y bueno que eres muy capaz de ofrecernos. Yo estaré espectante tus próximas entradas ¡No me las pierdo ni loca!

    Bienvenido de nuevo, amigo Emilio, me alegro volver a verte y te dejo un abrazo.

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  2. Muchísimas gracias, Mari Carmen. En estos días nos estamos dando cuenta que sólo podemos confiar en la esperanza.
    Un abrazo.

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