No he tenido ganas para pintarte un pez de mi propia mano, ni he querido buscar mis rotuladores. Sólo quiero que aparezcas, Gabriel, que a todos, con tu vuelta, nos devuelvas la vida.
No quiero las apariciones de ministros en teles, radios y periódicos. Te quiero a ti vivo, niño inocente y con la sonrisa eterna en los labios corriendo por tus senderos almerienses de Las Hortichuelas tras pasear desde tu casa para besar a tu abuela. No te queremos desaparecido. Deseamos que estés con nosotros, con tus padres, con todos tus familiares y con toda esta gran familia que es España.
Todos los días lanzamos una oración al cielo y otra al fondo del mar para que tus pececitos de colores te traigan a tu terruño y todos pongamos, por fin, paz en nuestras almas.
¡Venga, Gabriel, te queremos pronto entre nosotros!
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