Desde que llegó la bendita democracia, los nuevos amos del Poder se volvieron locos con toda clase de cambios, fuesen o no fuesen objetivos. Todo valía para hacer ver a los españolitos de a pie que nada valía de la época dictatorial, absolutamente nada. Evidentemente, no todo lo anterior, cuajado en la epidermis de la sociedad, era bueno. Pero también es verdad que, a pesar de los fallos de cualquier sistema, no todo era malo. A partir de esos movimientos bruscos, a nuestros estudiantes, desde párvulos, los tienen locos las muchas y controvertidas disposiciones que, a palo de ciego, dicta el gobierno de turno en un pulso casi regular que va de elección en elección. Cuando llega el PSOE, quita una cosa o añade otra que desbarajusta un plan que ya se estaba consolidando. Cuando llega el PP -que aún es más mosca cojonera y más cercana al incienso, sotanas y bonetes, al menos en apariencia-, lo mismo. Lo negro es blanco y lo blanco es negro, donde dije digo quise decir Diego. ¡La Biblia en pasta! Y ese tomo grueso de las derivas de los partidos políticos sólo lo pagan millones de estudiantes que están más perdidos en sus planes de estudios que el célebre barco del arroz. Un día explicaré a mis lectores la historia fidedigna de ese barco, tal como nos lo relató en un acertado libro Manuel González Salas.
Bueno, a lo que íbamos, que los estudiantes de nuestros días no saben qué son las Lagunas de Ruidera, dónde nace el Ebro, en qué lugar desemboca el Tajo, cuántas provincias tiene España, cómo se calcula el máximo común divisor, solucionar un quebrado simple, saber dónde nació Velázquez, decir de corrido cuatro escritores célebres del Siglo de Oro español, conocer la tabla periódica o acertar los nombres de los cuatro últimos reyes que tuvimos en nuestra historia. No hablemos de ortografía. El lenguaje keli, o de la llamada movida ha hecho analfabetos a la mayoría de estos muchachos a los que ni les interesa e importa la "v", la "b", la "h", ni cómo debe manejarse el lenguaje, ni, evidentemente, los tiempos verbales. Damos el primer dato negativo europeo en esta materia de conocimiento, como si estas dos o tres últimas generaciones sólo estuviesen compuestas de "bellotos" irrecuperables. Menos mal que, aunque esta es la regla general de nuestro país, siempre hay excepciones , y los que se afanaron en estudiar -a pesar de las trabas y cambios gubernamentales en la educación- están rifados en todos los países extranjeros. Lástima que con un sueldo de risa, por no decir de auténtica vergüenza, como pasa con los nuestros en Alemania.
Nací, como saben, en el 49 del pasado siglo, y recuerdo que aprendí mis primeras letras -pizarra con marco de madera y pizarrín- en un cuarto inmundo que, a manera de escuela de párvulos, regentaba un viejo profesor, de ropas ajadas minadas de tabaco, en la calle trianera de El Torruñuelo a la que pusieron el nombre del historiador y escritor Juan de Pineda. Allí aprendí lo básico: las letras de ese abecedario que nunca se me olvidaron y que después fui combinando en acertadas o torpes armonías. Pasé al José María Izquierdo -más conocido como "El Procurador"-, en el que ya me enseñaron a leer, a escribir, a llenar cientos de cuadernos de caligrafía, a sumar, restar, multiplicar y dividir, a convivir con una panda de niños tan pobres como yo, a jugar, a cantar, y a aprender, de primera mano, que la vida no era nada fácil. Aún conservo, gracias a mi padre, aquellos cuadernos que hoy me hacen soltar unas lágrimas cuando de vez en cuando los repaso. Y a partir de ahí, pues lo de siempre: el preingreso, el ingreso, el bachillerato..., y puedo decir que fuimos, somos, una generación ejemplar en todo. Unos pudieron dar el salto a la Universidad, otros, como yo y muchos de mis amigos, nos quedamos desarrollándonos en otros menesteres, pero todos dimos la cara y aportamos la cuota que la sociedad de nuestro tiempo nos demandaba. Aún le guardamos eterna gratitud a los profesores que tuvimos, verdaderos ejemplos de vocación a pesar del dicho, que era una penosa realidad: -"Tienes más hambre que un maestro escuela". Y aquí estamos, dando muchas veces ejemplo a nuestros hijos en muchos temas de los que apenas si saben algo, y la mayoría de las cosas aprendidas de la llamada enciclopedia Álvarez, que aún conservo.
Pero, claro, a estas generaciones los políticos las están volviendo tarumba. En cada tiempo de elección, un nuevo cambio de la Ley Orgánica de Educación con los caprichos que quiera realizar el ministro de turno. El de ahora, en casi dos años de mandato, está formando un pitoste de padre y muy señor mío. Ya no sólo ha logrado enfrentarse a toda la sociedad, de izquierdas y derechas, sino hasta a su propio Gobierno, que le ha pegado el consabido tirón de orejas con la que ha liado con las becas Erasmus, teniendo que dar marcha atrás a pesar de haber salido la orden publicada en el BOE.
No sé qué mañas se ha dado el madrileño José Ignacio Wert para ser el político peor valorado de la presente legislatura. Creo que se lo ha ganado a pulso, y que él, como Montoro, disfruta hostigando al personal con unos métodos que va en contra de las más elementales normas. Por su edad, muy cercana a la mía, de seguro que tuvo que dar sus primeros pasos con la enciclopedia Álvarez y con los libros preceptivos de Luis Vives, aunque parece que no. Si así no hubiese sido, yo mismo me ofrezco a regalarle una de las ediciones que han lanzado para recordar los tiempos idos. De añadidura le regalaría también la "Cartilla Moderna de Urbanidad para niños" que lanzó la editorial F.T.D. de Barcelona el año 1929 y que aún tiene plena vigencia, donde puede leerse, entre otros consejos este pareado: "Pobres o ricos, iguales / son ante Dios los mortales". Estoy seguro que ese consejo lo desconoce este ministro que quiere hacer una legislación para que sólo puedan estudiar los que tienen manejo desde la cuna.
Buena lección, Emilio. Nuestra generación, la de los estudios primarios, ha conseguido por sus conocimientos, gracias a aquellos ejemplares maestros y a las enciclopedia, que este país progrese. Lo de ahora es lo repetido, consecuencia de una clase política desastrosa en demasiados casos. Y parece que nada les preocupa que la gente no los trague; ellos tan panchos... Y sálvese -de ellos- el que pueda y se lo merezca.
ResponderEliminarQuerido Ángel: tú has escrito un montón de interesantes libros -y los que te quedan- sin pasar por la Universidad-, la vida te dio la experiencia necesaria. Yo hice lo mismo, y muchos de nuestra generación. No hemos llegado a ministros, pero tenemos la oportunidad, por nuestra constancia, de ser más inteligentes que Wert. Fíjate, hasta nuestra paisana -más joven que nosotros-.ha llegado a alcanzar la presidencia de la Junta de Andalucía. ¡Cosas!
ResponderEliminarYo estudié con la enciclopedia Alvárez y como historiador puedo decirte que ere vergonzosa. Directamente. Llenó la cabeza de varias generaciones de barbaridades. El hecho de que luego cada reforma vaya a peor no mejora aquello.
ResponderEliminarSé que no tienes mala intención pero el adjetivo "madrileño" al hablar del ministro, sobra. Es un mal ministro al que se le ha encargado la parte más vistosa del desaguisado, da igual donde demonios haya nacido. Sinceramente el hecho de que lo que hagan los gobiernos sucesivos del país se identifique con Madrid lo madrileño a mí, personalmente, me tiene un tanto sublevado. Espero que lo comprendas y no te moleste este comentario en el blog que sabes aprecio en lo que vale y conozco.
Un abrazo
Evidentemente era partidista, como el texto de "Educación para la ciudadanía". Lo que he querido decir es que en ella aprendimos todos, varias generaciones, sin tantos cambios bruscos. Aunque estoy de acuerdo contigo en la base.
ResponderEliminarLo de "madrileño" de ninguna manera es peyorativo. A mí me encanta que cuando nombran a Velázquez, Murillo, Machado o Cernuda, digan que eran sevillanos. Yo mismo no lo oculto en una ciudad como Córdoba.
De ninguna manera me puedo molestar por tus apreciaciones. Todas son válidas.
Un abrazo.
Sí señor, éste es mi amigo Emilio, abierto, receptivo, participativo, respetuoso con todas las críticas constructivas y bien expuesta como la que más arriba he visto. Aprendo un montón también de los comenterios, sobre todo, de tu blog...
EliminarUn abrazo.
Siempre soy así, excepto cuando alguien quiere interpretar a su modo algo que no he dicho.
EliminarUn abrazo.
Lo sé, Emilio, lo sé...
EliminarUn abrazo
La enclopedia que obligaban a comprar en la última clase, la octava, del colegio nacional "José María Izquierdo", no era la de Álvarez, la editorial creo que era catalana (siento no recordarla), pero lo que no olvidaré es que por cada mensaje político-diactactorial y del nacional catolicismo malintencionados, recibimos una buena ración de los necesario para lo que nos esperaba en la vida.
ResponderEliminarTengo infinidad de ejemplos de aquella "generación de los estudios primarios" que consiguieron una buena situación laboral y social y que con su esfuerzo y conocimientos, con sus afanes de progreso, ayudaron a que este país avanzara.
Para mí, Ángel, fue la base. Nadie iba a negar sus mensajes del nacional catolicismo, pero fue la época que nos tocó vivir. Yo también tengo muchos ejemplos de compañeros que, con sólo esos estudios primarios, alcanzaron grandes cotas en la vida.
ResponderEliminarNo debo haberme explicado bien. No me refería al nacionalcatolicismo, eso se da por hecho, sino a las lagunas históricas en las que no aparecía más Borbón que Carlos III y de ahí a los episodios de la guerra. A esas lagunas y a lecturas no exactamente nacionalcatolicistas de la historia (como afirmar la unidad de España con Isabel y Fernando sin contar que cuando se unió Navarra Isabel llevaba unos años muerta, cosas de este tipo).
ResponderEliminarPor otra parte repito que todo lo que se ha venido haciendo en educación desde hace más de 70 años (que es lo que más o menos conozco) no ha hecho sino deteriorlarla. No salvo ni uno solo de los planes y si he respondido a esta entrada es por que esa base (histórica) era tan "peculiar" que ni os cuento las filigranas que me vi obligado a hacer por carecer de base (histórica) según fui subiendo. También es que tuve la desgracia de que hice COU en el 75 y hasta pasado el ecuador de los 80 nadie sabía que historia había que contar.
Con respecto al término madrileño a mí tampoco me molesta (teniendo en cuenta que nací en S. Fernando y soy madrileño desde meses) que se añada cuando no implique, como veo que no querías implicar, Madrid con gobierno.
Siempre es un placer pasarme por aquí y conocer algo más de Sevilla y Córdoba.
Un abrazo
Muy interesante e ilustrativo tu comentario. Ayer hubo un encuentro en Córdoba con Eslava Galán, Pérez Reverte y Rafael de Cózar, ciertamente interesante. Me parece que fue Juan Eslava quien dijo que la historia nace viciada desde el mismo momento en que se produce. Y puede que tenga toda la razón, porque al día siguiente ya no es la misma en base a cómo se va desvirtuando la cuente quien la cuente.
ResponderEliminarUn abrazo.
No estábamos bien informados; nos dimos cuenta después, pero el sistema educativo te llevaba a la lectura, te aficionaba a leer y siempre habría libros que señalarían los embustes "oficiales". Mi maestro, don Arturo Caraballo, nos contaba por las tardes las novelas de Julio Verne, e incluso la llamada Historia Sagrada y nos prestaba ejemplares para su lectura. Hasta escribió una guía para enseñarnos a andar por el mundo que esperaba fuera... Aquellos buenos pedagogos nos dejaban en manos del saber y, quizás, con ello, regateaban las consignas que estaban obligados a propagar.
ResponderEliminarPues sí que es verdad. Me acuerdo perfectamente de don Arturo.
ResponderEliminarYo también, como vosotros, tuve la Enciclopedia Álvarez, con las lagunas que amablemente nos señala y muy bien un seguidor tuyo, fueron mis primeros pasos en el "cole", y unos recuerdos de mis compis y los juegos infantiles de la época, donde jugar en la calle no era peligroso.
ResponderEliminar¡Qué tiempos aquellos!
Pues aquí estamos intentando aprender de todos vosotros, ánimos no me faltan.
Hoy no podríamos aprender en esa enciclopedia en la que se ignoraba a Cernuda por aquello de haber sido rojo y un poco "piompero", y en la que se alababan a los grandes héroes que no conoció ni Franco y a los grandes dictadores de su tiempo. Pero al menos en ella aprendimos gramática, esencial y básica biología -cuerpo humano- y mucha geografía. Hoy hay niños que no saben que el río que pasa por su ciudad se llama Guadalquivir, o Manzanares, Duero o Ebro. Y eso es una pena.
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