Mi trabajo era, y valga la redundancia, como suele decirse, de mucho trabajo, pero tenía a su favor el que también era distinto cada día y muy creativo. Yo me lo pasaba bien siempre, excepto cuando ya me hicieron jefe de equipo y tuve que cambiar mis prendas, manchadas de pinturas, colas y barnices, por un despacho, un ordenador y una responsabilidad humana que, probablemente, jamás supe cumplir al cien por cien. Las empresas se equivocan muchas veces en el intento de querer hacer de un artista -o artistilla- un burócrata y responsable de los destinos de los demás.
Corría el año 1970 cuando mi empresa trajo a Sevilla a firmar ejemplares de su libro, narrando la fuga del penal de la Isla del Diablo de la Guayana francesa, a Henri Charrière "Papillón". Yo fui el encargado de montar el stand de la firma y de hacer el diseño. Se me ocurrió como decorado del gran espacio que teníamos entonces para estos eventos, el de hacer una gran reja que sólo estaba abierta en una parte para poner una mesa deteriorada en la que el fugado firmaría sus libros. Su fuga, en 1941, se cuenta como una de las más espectaculares y estudiadas de la historia, y fue llevada al cine en 1973 por el director Franklin J. Scchaffner, protagonizada por Steve McQueen en el papel de "Papillón" y por Dustin Hoffman en el del recluso Degá.
Henri Charrière me dedicó muy cortésmente el libro, que guardo como un tesoro, y cuando se cerró la tienda me preguntó qué ambiente había de noche en Sevilla. Me ofrecí a acompañarlo por los sitios típicos del centro y, entre copa y copa, y tapa y tapa, nos dieron las cinco de la mañana sin darnos cuenta y con una cogorza de padre y muy señor mío. Pero mereció la pena este encuentro casual. Yo chapurreaba un poco de francés y él también de español, así que no había necesidad de intérpretes.
Me contó parte de su vida entre rejas y de cómo pagó por un crimen que no cometió ni se pudo demostrar, los múltiples estudios que realizó para su fuga..., y su alegría por vivir. Le encantaba el mundo del toro y no se perdía ninguna corrida que le cogiese cerca de su entorno y, además, sabía manejar bien el capote, y así me lo demostró cogiendo uno de nuestro departamento de turismo antes de la excursión nocturna. Tenía la mirada abierta de quien había pensado mucho la libertad; y la palabra lenta, pero rápida de expresiones, de quien se llevó mucho tiempo de soledad.
Siempre he vacilado, sin jactancia alguna, de estas personas que una vez, por no sé que destino, se colaran en mi vida, cuando yo era joven y me la bebía a grandes sorbos. Henri Charrière "Papillón", que murió tres años más tarde de aquel encuentro, me hizo feliz unas horas. Creo que yo también a él. Cuando vi la película, en el cine Emperador de Triana, le decía a mi mujer: -¡Mira, niña, mira cómo se escapó este hombre!
Hoy yo también me he escapado a los recuerdos del ayer, señal de que me estoy haciendo un poco viejo y ya me gusta contar batallitas.
¡Qué idea más fantástica la del stand "celda" para que un escritor fugitivo firmara su libro!
ResponderEliminarBueno, que sabíais vender, porque llamativo ya era.
Anécdotas simpáticas para recordar.
Ia
Bueno, la idea de recordar esta "batallita" particular me la ha dado la lectura del libro de Laura Manzanera "Grandes fugas" (Artistas de la evasión). Y entonces me dije: -¡Leche, si tú te emborrachaste una noche con "Papillón" por qué no contarlo! Y así ha ocurrido esta idea de recordar a algunos hombres con los que me atravesé en mi vida en un momento determinado, escaso, poco, pero importante. Por eso me dio por titularlo como "Gente de paso".
ResponderEliminarLa idea del stand -aunque nunca alardeo de lo que hice- sí fue mía.
Pues si, Emilio, es para presumir y para contarlo. Pocas novelas me han impactado tanto como "Papillón". Recuerdo su garganta desgastada cuando hablaba. La película también es magnífica. Lo de "Gente de paso" otro acierto que nos enganchará.
ResponderEliminarLa pena es que los viejos contamos las cosas más íntimas cuando ya nos sentimos más solos y tristes y no sabemos con quiénes compartir nuestras vivencias. Imagínate que yo pudiera contarle esto a mis nietos..., sería una auténtica gozada, pero ni tienen la edad para leer ese libro ni la de comprender mi relato.
ResponderEliminarTodos estamos hechos de unos trozos de lonas a los que yo llamo "cosas". No sé si merece la pena de unir esos trozos, pero siempre he sabido que ha merecido la pena vivirlos.
Ya lo descubrirán y estarán orgullosos de su abuelo. Y claro que merece la pena... Como dijo el poeta, "la belleza subsiste en el recuerdo".
ResponderEliminarNo sé si en verdad le interesa estas historias a nadie. Llevo unos días que tengo la moral por los suelos.
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