martes, 28 de junio de 2011

DESDE MI TORRE: MI AMIGO PASCUAL, ALEJANDRO "EL CELA" Y PEDRO SANZ


Su manojo de yerbagüena enseñoreándose junto a sus gafas sempiternas. Los nudillos de su mano derecha marcando el compás de un cante que está mordiendo en sus adentros con los ojos cerrados. La guayabera clásica ribeteada, como en días de fiestas, purísima para una tarde novillera en el ruedo maestrante. Y el vaso por delante, para que María no le tenga que decir a Jesús como en las bodas de Caná: -Hijo, no tienen vino.
Como en la sevillana de los de Híspalis: ¡Que no nos falte de ná, que no, que no...!
Es Pascual, mi amigo de Valladolid, más castellano que "La Tizona" de el Cid y más andaluz, al mismo tiempo, que el Guadalquivir a su paso por Sevilla y Triana. Da igual situarlo junto a los campos que bordea el Pisuerga que en la Cava de los Gitanos trianera. ¡Viva el arte! Sólo los que hemos tenido la inmensa suerte de conocerlo sabemos quién es Pascual, cómo es Pascual y qué duendes habitan su corazón y su espíritu. Chanela de flamenco más que Tío Luis el de la Juliana, y sabe de verdades y mentiras más que "El Guerra", el gran torero senequista cordobés. Por eso, cuando canta no te engaña y el cante se convierte en él en la liturgia que queremos todos los que lo amamos y sentimos. Decir esto en la calle Pureza, sería lo normal. Decir esto en Valladolid es un milagro. Y en la voz de Pascual, en el sentimiento de Pascual, el milagro existe, y lo dice quien ya no tiene edad para la ojana ni para intentar colar mentiras veniales. ¡Vivan tus cojones, amigo, tu poderío, tu fuerza, pero, sobre todo, el manantial de tu amistad, tan secos sus veneros en estos tiempos donde no hay tiempo para nada!


El bastón, con hermoso remate de carey, no lo suelta ni cuando va al excusado. Quizás no le haga falta para andar, pero es su compañero de la vida y del papel que representa. La soleá va brotando de sus labios forzada como los años, pero con la parsimonia de quien conoce a la perfección el hermoso hilo de sus tercios. Se llama Alejandro, pero le dicen "El Cela" por la similitud del físico y apostura del Nobel gallego y por su lengua, libre de pelos para responder a las chanzas con el desparpajo de un joven de nuestros días. La retranca de su conversación no tiene desperdicio, así como el monumento que erige al humor en cada respuesta afortunada. "El Cela" canta en Valladolid siempre entre amigos, como cantaban los viejos de Triana cuando tenían el miedo escénico de poner su arte particular al servicio de los demás. Pero es que Valladolid está en... Valladolid, y que un hombre como Alejandro cante por estos aires tiene méritos, al menos para que yo lo saque con veneración en estas páginas para dejar rastro de su memoria. "El Cela": un Nobel de eterna amistad.


Lo he dejado para el último porque es el más amigo. Pedro Sanz es un soñador. Por los pararrayos de sus dedos le salen las ideas cuando te habla, como si las manos se vieran forzadas a bailar al ritmo de sus palabras. Parece gitano señorito en su cara y en el trato, en su forma de vestir, en sus camisas lisas de colores fuertes, en su voz afable, en sus mil y un pensamientos de buena voluntad, en su concepción de que la justicia social puede ser posible, a pesar de que le vida le haya dado tantos palos...
Hipersensible y soñador, batallador incansable en su trabajo y en la calle por un mundo mejor, para Pedro el flamenco es una filosofía a la que se abrazó desde el plano de la marginación de los gitanos vallisoletanos, que así la expresaban en las letras de sus cantes. Tanto luchó por los gitanos, sin tener ni medio cuarterón, que en 1999 la Asociación Gitana "La Esperanza" lo nombró "Gitano del Año" ante la presencia del alcalde de Valladolid; tanto lo quieren ellos que aún acuden a él para un consejo, para la solución de un problema o para que mi amigo les haga la declaración de la renta.
Pedro es un hombre de una fortaleza interior difícil de definir. Su corazón está abierto a todas las ideas y a todas las personas. Su compromiso social le ha dado muchos disgustos en épocas dictatoriales, pero todos esos golpes, como un barco que no quiere hundirse, carenaron su fe en las cosas que creía convenientes para hacer más felices a los demás. ¡Todo un ejemplo! 
Si a estos tres amigos que hoy he querido traer a mi blog para que los conozcáis, le unimos los mimbres de Antonio Montaña, Leonardo y Miguel, buena cesta se puede hacer con estos mimbres. Y es que chanelan de cante, y lo sienten, como si hubiesen nacido en el Monte Pirolo.


2 comentarios:

  1. Amigo Emilio, agradezco tú reflexión, aunque sólo trato de ser fiel a mis principios y, procurar día a día, apreder de flamenco y, no decepcionar a mis amigos y familia. Es cierto que llego a este arte desde el plano social, de ahí que, me enrabiete cuando alguien trata con desconsideración este arte o, emite opiniones sin conocerlo. Que bonito seria vivir bajo los principios del flamenco: solidaridad, convivencia y, respeto, por eso digo: "Viva el Flamenco"

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  2. Emilio Jiménez Díaz28 de junio de 2011, 21:08

    Me pueden engañar en muchas cosas, Pedro, pero no en la amistad. De ahí que sólo tenga dos amigos si acaso: yo y el que me acompaña, mi otro yo.
    Te conozco de sobras para decir lo que he dicho. A la buena gente, también a las malas, se la ve desde lejos. El alma no tiene secretos, por mucho que uno quiera ocultarlos.
    Estoy tan solo que me encantó compartir con vosotros esos días en Valladolid, porque sentí vuestro cariño de cerca, vuestra amistad, vuestra alegría. ¡Eres un genio, y no sabes cuánto te lo agradezco!

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